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El día de Yom Kippur viene recogido en el Antiguo Testamento como día de la Expiación. Era el día en que Israel se reconciliaba con Dios. El pueblo hebreo volvía a tener en este día el carácter de pueblo santo, mediante el perdón de todo lo que podía separarlo de su Dios, de todos los pecados que se habían cometido durante el año y que habían quedado sin reparación. Esta fiesta se celebra una vez al año y tiene como características una austera solemnidad y la penitencia. Se prescribía un ayuno riguroso y la abstención de toda clase de trabajos manuales. Además de perdonar todos los pecados personales, en la antigüedad tenía como finalidad purificar el santuario de toda contaminación que se hubiera producido por el contacto con los hombres pecadores. Era el único día que el sumo sacerdote podía entrar en el “Santo de los Santos”. De entre dos machos cabrios se escogía a suertes uno, que se sacrificaba por los pecados del pueblo. El Sumo Sacerdote hacía una aspersión con su sangre en el “Santo de los Santos”. Al salir del templo imponía las manos sobre la cabeza del otro macho cabrío -que no había sido sacrificado- indicando con ello que cargaba sobre el todos los pecados y faltas de los israelitas. Este animal era llevado al desierto y se le abandonaba para que con él desaparecieran también todos los pecados que cargaba.
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El Señor fue preparando con la fiesta de Yom Kippur el ayuno y la expiación que los cristianos hoy ofrecemos por nuestros pecados. Ayuda al conocer estas prácticas judías, y comprobar cómo valoran el perdón de los pecados que Dios les ofrece ese día, el pensar lo fácil que nosotros lo tenemos con el sacramento de la penitencia. Podemos acudir al sacerdote cuando queramos y quedar librados de nuestras faltas por los méritos de las heridas que sufrió el Señor en la Cruz. Quizá esta entrada nos ayude para valorar más y acudir con más frecuencia al sacramento del perdón.
1 comentario:
D. Santi, sigue escribiendo. Desde Guatemala me acuerdo de vosotros y de "Saxum"
José Manuel Padilla Gómez
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