sábado, 31 de mayo de 2008

Mis publicaciones

"Me vine a vivir a Tierra Santa hace algunos años. Después de haber escrito algunos folletos “…con ojos de niño”, varios amigos me animaron a escribir “Tierra Santa…, con ojos de niño”. Preferí dejar pasar algún tiempo para conocer mejor esta Tierra tan especial, y estar más familiarizado con los lugares Santos por haberlos podido visitar más veces.Además, al llegar tampoco conocía niños que pudieran escribir este librito. Porque en realidad son ellos los autores. También después de un tiempo aquí he podido hablar con niños cristianos que han visto con sus ojos los lugares Santos. Estas páginas son una recopilación de sus impresiones. Especialmente agradecido estoy a una familia muy querida que vive en Jerusalén. Algunos de sus hijos han colaborado intensamente en la creación de esta obra.Decidí centrarme en los catorce lugares santos más relevantes y más visitados, fijándome en acontecimientos de la vida del Señor o de la Virgen que en ellos tuvieron lugar. Algunos me dejo en el tintero, como por ejemplo Cafarnaúm en el mar de Galilea, la fuente de María en Nazaret, el campo de los pastores en Belén, o la flagelación en Jerusalén.Les reparto a los niños una hoja donde está una pequeña fotografía a color de los catorce lugares, y un hueco para que escriban las impresiones que tuvieron al visitarlos. Les resulta muy fácil meterse en la casita de Nazaret e imaginarse a la Virgen con el ángel; volver a la playa donde Jesús estaba esperando a sus discípulos cuando amanecía; subir al monte Tabor y recordar esas cuestas empinadas y el lugar donde se transfiguró el Señor; o ir de nuevo al huerto donde están esos olivos milenarios.Una vez visitados los lugares santos ya todo se ve diferente, se ve con otros ojos. Después de haber besado la estrella de Belén, haber visto el colorido del mar de Galilea, o haber metido la mano en el agujero de la Cruz…, el Evangelio se lee de otra manera. Lo imaginas distinto, lo ves, lo puedes contemplar como es en realidad. Por eso un viaje a Tierra Santa no se olvida nunca".









"Adentrarse en la Eucaristía" es una guía práctica para conocer, vivir y así poder enseñar a muchos los tesoros de la Misa. Se explican las distintas partes de la Misa, el sentido profundo que tiene, y algunas ideas prácticas para vivir en cada momento de la celebración. Hemos intentado exponerlo de forma sencilla y cuajada de anécdotas, de forma que se entienda de forma fácil y gráfica cada parte.
Nos sorprenderemos al descubrir lo que es la Santa Misa: el Sacrificio que Jesucristo hace por cada persona humana, pero también el momento en que viene para que le comamos y para quedarse con nosotros en el Sagrario. Nos llenaremos de asombro ante el milagro tan grande que se produce cada vez que un sacerdote celebra la Eucaristía. Y veremos cuál es nuestro papel en ese sacrificio, qué podemos hacer en cada instante de la Misa. Vamos a procurar penetrar en el profundo significado de un gesto del sacerdote, de una palabra y hasta de un silencio que antes nos parecían insignificantes, y que ahora cobrarán fuerza y sentido distintos.
Nos adentraremos en un lugar precioso -un palacio- que está lleno de tesoros, y aprenderemos a valorar las obras de arte que hay allí. Detrás de cada oración, de cada gesto, de cada parte de la celebración en la que nos vamos a introducir, descubriremos riquezas insondables, maravillas que jamás habríamos imaginado encontrar. Contemplaremos en la liturgia de la Eucaristía algo que superará todos los tesoros conocidos: el amor de Dios. Dios que se encarna, que se hace hombre para que alcancemos y vivamos de ese amor suyo, creador de todos los amores de la tierra. Dios es inmensamente feliz, infinitamente feliz y viene para hacernos partícipes de su felicidad
La intención de este libro es que el lector se sorprenda. Ante las cosas de Dios lo normal es asombrarse. El que las conoce se emociona y agradece, el que las ignora se aburre y no valora. El amor auténtico siempre causa sorpresa. Y el amor de Dios, que es el amor de los amores, necesariamente ha de producir asombro, admiración, sorpresa. Es una manifestación lógica de quien atisba lo sobrenatural. Por eso cuando se introduce la rutina es que falta amor. Al contemplar el amor que Dios nos tiene, que le ha llevado a hacerse hombre, a morir por nosotros en la Cruz y a quedarse bajo la apariencia de pan…, no podemos menos que asombrarnos, con un asombro lleno de agradecimiento. Eso pretendemos al tratar de explicar en este libro lo más grande que poseemos en la tierra: la Eucaristía. Tenemos a Jesucristo mismo que se entrega, que se anonada escondido en el pan. Y ese gran milagro de amor se produce en la Santa Misa.



"Via crucis... con ojos de niños". El origen de este via crucis tiene lugar en un colegio, en una clase de niños pequeños. Estamos en Cuaresma. La profesora de religión les habla de la pasión del Señor: les explica el camino que recorrió Jesús hasta llegar al monte Calvario. Los niños, en silencio, con ojos y oídos muy abiertos, escuchan con atención. Después de la narración, la profesora les invita a que se imaginen esa historia, a que se metan en ella como si se tratara de una película, haciendo las veces de uno de los que estaban allí.
Es bien sabido que —por regla general— el mejor papel que interpreta un niño en una representación es el de niño. Cuando hace de lo que es en la vida real —de niño y nada más— su actuación cobra especial fuerza. Quizás por eso la maestra les propone algo que acogen con entusiasmo: les aconseja que prueben a ser niños. Niños que, al ver tanta gente, —llevados por la curiosidad típica de esa edad— se acercan al camino del nazareno.
—Y ahora —les dice— que cada uno escriba una breve frase sobre lo que pensaría, diría o haría en cada momento de la pasión, en cada estación.
Los niños, con lápices afilados, apuntan ya hacia el papel. El resultado son muchas frases ardientes, infantiles, inocentes: auténticas. Nosotros nos hemos limitado a seleccionar las “mejores”, y a reproducirlas en letra pequeña, encima de cada estación. De ellas ha salido este via crucis, con el que quisiéramos ayudar a otros muchos niños, y no tan niños, a hacer lo mismo: a contemplar la pasión, desde una perspectiva distinta..., “con ojos de niños”.



"El Cielo... con ojos de niño". El profesor descubre en los niños un especial interés cuando oyen hablar del Cielo y de las verdades eternas. Los ojos de los niños brillan ante lo fantástico, les atrae aquello que se sale de lo natural. Con lo sobrenatural conectan inmediatamente, como si esas realidades maravillosas formaran parte de su ser niños.
Es muy propio en la infancia preguntarlo todo. Quieren saber cómo es el cuerpo de Jesús resucitado, les interesan las propiedades de ese cuerpo glorioso que atraviesa paredes y que a la vez se puede palpar, como hizo el apóstol Tomás. Les gusta saber que puede comer como nosotros, pues cuando se apareció a los discípulos comió, según el Evangelio de san Lucas, un trozo de pez asado. Les asombra que los discípulos no le reconozcan rápidamente, que pueda aparecer y desaparecer a su antojo. Les encanta también pensar en la Virgen, y se la imaginan en el Cielo como la Reina de una gran fiesta celestial, con una corona muy grande, llena de diamantes y estrellas. Preguntan por el Purgatorio: qué hacen los que van allí, cómo pasa el tiempo en ese “sitio”… Comparan los sufrimientos del Purgatorio con los de la tierra y sacan conclusiones.
El profesor, ante tanto interés, decide recopilar en una hoja imágenes para presentárselas a los niños. En primer lugar cinco sobre los misterios de gloria: Jesús resucitando glorioso entre los soldados desmayados, subiendo a los Cielos con los discípulos mirando embobados, las lenguas de fuego bajando sobre las cabezas de María y los discípulos, la Virgen entre las nubes subiendo al Cielo, y la Coronación de nuestra Señora rodeada de ángeles. Y después, en el mismo papel, recoge otras siete imágenes sobre realidades eternas: Jesús en el Cielo, el encuentro de cada uno con Jesús al llegar al Cielo, el arcángel san Miguel aplastando la cabeza del demonio, algunas personas rezando en el Purgatorio, una imagen amable de san José, unos ángeles rodeados de estrellas. Y, por último, un niño en el Cielo, representando a los santos que ya están gozando de Dios, entre los que -por supuesto- se encuentran también muchos niños.
En una clase de religión el profesor entrega una hoja con estas viñetas impresas a cada niño. Dice que les va a hablar del Cielo al hilo de cada imagen. Ellos tendrán que imaginarse la escena y escribir a un lado lo que les sugiera, lo que se les ocurra, lo que le dirían a san José, a la Virgen o a los santos si pudieran estar ahí con ellos. El resultado son unas frases breves, muy imaginativas, que sólo se les podrían ocurrir a niños.
Estas imágenes contempladas y narradas por un niño, además de servir a los mismos niños para imaginarse el Cielo, también ayudarán a “los mayores” a vislumbrar las realidades eternas de una manera distinta: a contemplar el Cielo, …“con ojos de niño”.







No hay comentarios: