sábado, 28 de julio de 2012

Algunos edificios y almacenes de Masada

El edificio de baños o termal se situaba en la zona central del palacio septentrional. Durante la excavación se pensó inicialmente que el edificio correspondía a una torre, aunque el hallazgo de más de doscientas pilas de arcilla y de un doble suelo -conformando un hipocausto-, así como la presencia de tuberías cerámicas (tubuli) en las paredes enyesadas, revelaron su función como caldarium, una estancia hermética utilizada para baños de vapor. Los restos del suelo sostenido por las pilae muestran un primer acabado mediante mosaicos, que posteriormente fue sustituido por un pavimento de opus sectile jaquelado mediante baldosas negras y blancas. En el lado norte de la sala se hallaron fragmentos de una gran bañera tallada en cuarzo, usada a modo de fuente y alimentada desde el exterior mediante tuberías de plomo; y al otro lado de la habitación existía una bañera rectangular usada para inmersiones en agua caliente. Anexas al caldarium se hallaban las otras salas habituales de unas termas: tepidarium, frigidarium y apodyterium. El tepidarium, la estancia templada, poseía un pavimento también de losas negras y blancas, menores que las del caldarium, así como una decoración mural de frescos. En cambio, el frigidarium, la sala fría y la menor de las tres, consistía básicamente en una piscina para inmersiones rápidas. Contigua a las tres estancias se hallaba el vestuario o apodyterium, de tamaño similar al caldarium y cuyas paredes también presentaban pinturas murales, y pavimentado con baldosas triangulares negras y blancas; el techo pudo haber estado decorado con pinturas de tipo geométrico y floral, a tenor de los restos de estuco encontrados, y que podrían ser indicativo de la decoración de las otras estancias. En la esquina norte del apodyterium se localizó una pequeña piscina, construida directamente sobre la solería y datada en un momento muy posterior, posiblemente ya en época de la revuelta judía. Al edificio de baños se accedía desde el este a través de un patio, muy deteriorado, pero que revelaba la existencia de un suelo de mosaico de motivos hexagonales en blanco y negro. También se hallaron restos de pilares y capiteles de estilo nabateo en los lados del edificio (excepto en el meridional), así como metopas decoradas con rosetas pertenecientes al perdido dintel, que se documentaron en otras partes de la fortaleza debido a su reutilización como material de construcción.
Una amplia zona de la residencia septentrional se destinó como área de almacenamiento del palacio. Estos almacenes, fácilmente reconocibles, se disponían en dos áreas, separadas por un pasillo en dirección este-oeste: una menor al norte, al este del edificio de baños, y otra mayor al sur. Ambos grupos consistían básicamente en habitaciones alargadas -cuatro en el grupo septentrional y diez en el meridional-, de 26 por 4 metros, dispuestas de norte a sur, y adyacentes unas a las otras. Estas estancias se hallaban separadas por muros paralelos de roca dolomítica apenas canteada, de unos 3,3 m de altura en origen y 0,6 m de espesor. Las dos zonas se hallaban rodeadas por largos pasillos que bien pudieron destinarse también como zona de almacenamiento. En el momento de la excavación los muros se hallaban completamente derrumbados, casi a ras de suelo, debido a terremotos pasados, muy comunes en esta zona sísmica, por lo que fue preciso restaurarlos antes de la propia excavación de las estancias. Una vez retirada la capa de derrumbes, que en algunos puntos alcanzaba un metro de altura, el suelo original de los almacenes reveló la presencia de cenizas y vigas quemadas, indicios claros de que la techumbre fue destruida por un incendio. También se hallaron centenares de recipientes cerámicos, fragmentados intencionadamente por los defensores judíos para evitar que cayeran en manos romanas, y que sirvieron para contener aceite, vino o harina, con una forma específica para cada contenido. La mayoría pertenecían a la época herodiana, aunque habían sido reutilizados durante la posterior revuelta, como lo demuestran las inscripciones en tinta y carboncillo con nombres en hebreo. Algunos recipientes mostraban la letra hebrea taf (ת), inicial de terumá (תרומה), junto a otros que portaban la inscripción Maaser Cohen (מעשר כהן), designando así los recipientes destinados a los diezmos sacerdotales estipulados en la Mishná, y que demuestran la observancia de los preceptos judíos incluso durante el asedio. Cada almacén se destinaba a un único tipo de recipientes y contenidos; destaca en una de las estancias la presencia de tres fosas circulares excavadas en el suelo, destinadas probablemente a contener vasijas para facilitar el vertido y la distribución de líquidos. En los almacenes no se hallaron ningún tipo de armas, consecuencia lógica del asedio padecido, aunque sí se documentó la presencia de estaño y algunos otros metales. También se hallaron un centenar de monedas de bronce desperdigadas por el suelo, pertenecientes al segundo y tercer año de la rebelión; perdida su función original, es posible que se siguieran utilizando en la fortaleza como vales para el racionamiento o para otras funciones.

sábado, 21 de julio de 2012

Recientes excavaciones arqueológicas en Masada

Las excavaciones arqueológicas más recientes tuvieron lugar entre los años 1963 y 1965. El interés por Masada aumentó hasta el punto de que, finalmente, se planteó la necesidad de una excavación arqueológica en la cumbre de la meseta, fundamentada no sólo en su valor científico, sino como símbolo nacional del joven Estado judío. De esta forma, a principios de la década de 1960 la Universidad Hebrea de Jerusalén, la Sociedad de Exploración de Israel y el Departamento de Antigüedades de Israel patrocinaron la misión arqueológica, dirigida por Yigael Yadin y desarrollada en dos fases: la primera desde octubre de 1963 hasta mayo de 1964, y la segunda desde noviembre de 1964 hasta abril de 1965, sumando once meses de intervención. Además de contar con un equipo de profesionales y de personal contratado, se ofreció la oportunidad de colaborar en la excavación a todo aquel voluntario que lo deseara, a través de anuncios en la prensa israelí y en el periódico británico The Observer. La convocatoria fue un éxito, acudiendo más de 5.000 voluntarios de 28 países, así como del propio Israel. Muchos de ellos eran miembros de los kibutz cercanos, o pertenecientes a las Fuerzas de Defensa de Israel o a Gadna. Los voluntarios fueron distribuidos en 23 turnos de dos semanas de duración, de manera que simultáneamente se contaban unas 300 personas en la excavación.
La misión arqueológica confirmó gran parte de la información ofrecida por Flavio Josefo en su relato, incrementando de forma espectacular el conocimiento sobre Masada: se excavó el 97% de la zona edificada de la fortaleza, mientras que el 3% restante -en la zona de almacenes- se dejó sin excavar de forma deliberada, para dar a los visitantes una idea del estado previo a la intervención. También se realizaron simultáneamente las labores de restauración y conservación de los restos hallados, en colaboración con el Departamento de Conservación de Lugares Históricos. Asimismo, se produjeron hallazgos de elementos tales como estucos, monedas, recipientes cerámicos y ostraca, pergaminos, indumentaria, armamento, alimentos, semillas e incluso restos humanos pertenecientes a 28 individuos, identificados como los rebeldes judíos, que fueron sepultados con honores militares en la propia fortaleza el 7 de julio de 1969. Las labores de restauración en Masada se desarrollaron conjuntamente a las de excavación en la campaña de 1963-65 y durante todo el año de 1966, y consistieron fundamentalmente en elevar hasta su altura original los muros caídos del palacio occidental, la sinagoga y los almacenes, así como la conservación de los frescos del palacio septentrional. Posteriormente Ehud Netzer dirigió varias excavaciones en la fortaleza: una primera en 1989 y otras varias puntuales en el marco del proyecto de desarrollo de Masada durante los años 1995 y 2000. Asimismo, en 1995 se llevó a cabo una nueva excavación en el campamento F y en el agger romano, dirigida por Gideon Foerster.
Señalamos a continuación las estructuras más destacables y lugares o zonas para visitar en Masada. En primer lugar el palacio septentrional. Se ubica al norte de la meseta, constituyendo el núcleo principal de las edificaciones de la fortaleza. Se trata del palacio utilizado por Herodes durante sus estancias en Masada, descrito profusamente en la obra de Flavio Josefo, y cuya correcta identificación no se produjo hasta las exploraciones de Shmarya Gutmann. Otros lugares de interés serían la muralla de casamatas y sus torres; la puerta del "Camino de la Serpiente"; algunas viviendas de los sicarios; celdas de los monjes bizantinos; cisterna; Baño ritual (mikve); puerta del sur, llamada puerta de la cisterna; cisterna subterránea; fortaleza meridional; palacetes; falso Columbarium; taller bizantino de mosaicos; almacenes; edificios administrativos; torre del curtido; puerta bizantina occidental; sinagoga; capilla bizantina; edificio de la guarnición; palacio septentrional: residencia del comandante; cantera; cuarteles del comandante; torre vigía; edificios administrativos; puerta del foso; la casamata donde se hallaron varios pergaminos; el salón del trono de Herodes; mosaico de colores; brecha de la muralla por donde entró el ejército romano; tesoro de siclos de plata; lugar donde se hallaron varios pergaminos.

sábado, 14 de julio de 2012

Masada tras la conquista y redescubrimiento

Con la conquista del último bastión rebelde que significaba Masada concluyó la Primera Guerra Judeo-Romana. Tras la caída de la fortaleza, y pacificado todo el territorio de Judea, Silva replegó las tropas hasta Cesarea, dejando estacionada una unidad auxiliar en la meseta de Masada. Este acantonamiento se mantuvo regularmente hasta principios del siglo II, trasladándose entonces la guarnición al rehabilitado campamento F -el principal de Silva-, que habría llegado a formar parte del Limes Arabicus en época de Diocleciano, tres siglos más tarde. Después de su abandono, Masada permaneció deshabitada hasta principios del siglo V, cuando fue visitada por San Eutimio y su discípulo Domiciano, quienes erigieron en su cumbre una capilla que sería más tarde el núcleo de un pequeño monasterio del tipo laura, perteneciente a una pequeña comunidad eremita de monjes bizantinos; algunos investigadores identifican este lugar con el topónimo Marda que aparece mencionado en algunas fuentes canónicas. La conquista árabe supuso el fin de esta comunidad y el abandono definitivo de Masada a mediados del siglo VII, con una posible ocupación esporádica durante la época de las Cruzadas. Desde entonces, la ubicación del histórico sitio cayó en el olvido.
A partir del siglo XIX, con el paulatino auge de la disciplina arqueológica, se produjeron avances en la localización de la fortaleza. En 1807 el explorador alemán Ulrich Seetzen avistó la meseta -conocida como as-Sabbah, "la maldita" en árabe- durante un viaje en barco por el mar Muerto, identificándola erróneamente con la bíblica ciudad de Zif, situada en la actualidad en Tel Zif, cerca de Pnei Hever, a 7 km al sureste de Hebrón. Fue en 1838 cuando dos estadounidenses, el teólogo y explorador Edward Robinson y el misionero Eli Smith, identificaron correctamente Masada desde el oasis de Ein Guedi con la ayuda de un anteojo. Este hallazgo fue posteriormente confirmado por el geógrafo Carl Ritter. El interés por Masada fue en aumento desde entonces. En 1842 el misionero estadounidense Samuel Wolcott ascendió hasta su cumbre acompañado del pintor inglés W. Tipping, quien estaba realizando ilustraciones para una versión inglesa de "La guerra de los judíos", de Flavio Josefo. Wolcott realizó la primera descripción moderna de la fortaleza, muy completa en sus detalles y que confirmaba muchos de los datos que describiera el autor judeorromano dieciocho siglos antes. Félicien de Saulcy visitó Masada en enero de 1851, trazando el primer plano de la fortaleza y del sistema de fortificaciones romano, identificando el agger y localizando restos de mosaicos en una edificación bizantina; aunque erró al situar el "Camino de la Serpiente" en la ladera septentrional, así como en la datación de los almacenes, pues atribuyó esta obra a Jonathán, es decir, a Janneo. El 24 de enero de 1858 ascendió a la meseta Emmanuel Guillaume Rey, quien trazó un nuevo plano, más preciso que el primero, aunque con algunos errores de identificación en los edificios, aunque sitúo correctamente el palacio de Herodes en la terraza superior septentrional. Otro erudito que visitó Masada en esta época fue Henry Baker Tristram, quien tras sus dos viajes de 1864 y 1871 dibujó un nuevo plano de la fortaleza que recogía con detalle las edificaciones septentrionales, aunque el resto fue esbozado de memoria como un croquis. En 1867 el entonces capitán británico Charles Warren visitó Masada, interesado en la arqueología bíblica como miembro de la Palestine Exploration Fund (PEF); fue el primero en identificar correctamente el "Camino de la Serpiente" en la ladera oriental, ascendiendo a la cumbre por este lado. Varios años después, en marzo de 1875, otro miembro de la PEF, el ingeniero militar británico Claude Reignier Conder, visitó Masada describiéndola con detalle, identificando el palacio occidental como el "palacio colgante" que mencionara Josefo, y trazando el plano más realista de los dibujados hasta ese momento. El ingeniero alemán G.D. Sandel descubrió en 1905 el sistema de captación de aguas, identificando las dos filas de cuevas del acantilado noroeste como cisternas, que recibían el agua de lluvia mediante canales de conducción. En 1909 Alfred von Domaszewski y Rudolf Ernst Brünnow reseñaron el sistema de asedio romano en el tercer volumen de su destacada obra "Die Provincia Arabia", centrándose en los campamentos B y C. El conocimiento sobre los campamentos romanos fue ampliado con las fotografías aéreas tomadas por la RAF entre 1924 y 1928, y sobre todo gracias a los trabajos de Adolf Schulten, quien permaneció en Masada durante todo un mes del año 1932 estudiando la arquitectura militar romana, aunque también analizó la superficie de la meseta, asumiendo la errónea idea de Conder sobre el palacio occidental.
La traducción de La guerra de los judíos de Flavio Josefo al hebreo por Jacob Simchoni (Varsovia, 1923) y la publicación en 1927 del poema Masada, escrito por el inmigrante de origen ucraniano Isaac Lamdan, acercaron el conocimiento sobre Masada a la creciente comunidad judía de Palestina. Tras la guerra de independencia de Israel y la consolidación del nuevo Estado, el interés por investigar la fortaleza y convertirla en un referente para el pueblo judío se vio finalmente reflejado en las primeras actuaciones efectuadas en 1953, con el descubrimiento del "Camino de la Serpiente" y el palacio septentrional por parte de Shmarya Gutmann, Micha Livneh y Zeev Meshel. Gutmann describió el "Camino de la Serpiente" en su totalidad, reconociendo también el sistema de campamentos romano. En 1955 y 1956 la Universidad Hebrea de Jerusalén, la Sociedad de Exploración de Israel y el entonces Departamento de Antigüedades de Israel coordinaron dos expediciones puntuales de diez días de duración cada una, y dirigidas por Nahman Avigad, Yohanan Aharoni, Michael Avi-Yonah, Immanuel Dunayevsky y Shmarya Gutmann. Estas intervenciones descubrieron gran parte del palacio septentrional y verificaron los informes previos respecto al complejo de almacenes y el palacio occidental, llegándose a realizar un plano mediante fotografía aérea.




sábado, 7 de julio de 2012

Asedio y asalto de Masada

Sólo subsistían tres fortalezas desafiantes al poder romano: Herodión, Maqueronte y la propia Masada, que acogió a grupos de refugiados de Jerusalén, y desde la cual se lanzaron numerosos asaltos contra unidades romanas y aldeas judías durante dos años. Hastiado por los problemas que suponía la existencia de una Masada rebelde, el gobernador romano de Judea, Lucio Flavio Silva, marchó hacia la fortaleza dispuesto a asediarla con un ejército compuesto por una legión romana -la Legio X Fretensis-, cuatro cohortes auxiliares -una de ellas miliaria y otra equitata- y dos alas de caballería. Para albergar estas tropas dispuso la creación de ocho campamentos que rodearan la fortaleza, ubicados tanto en la planicie occidental como en la llanura costera oriental, que pudieran acoger un contingente de 9.000 hombres, entre legionarios y auxiliares, a los que habría que sumar seguidores y prisioneros judíos esclavizados. También se erigió una muralla que rodeara la fortaleza -similar a la que se levantó rodeando Jerusalén años atrás-, de tres kilómetros de longitud y una altura original de tres metros. Estas dimensiones están reducidas a la mitad en la actualidad debido a la intensa erosión que existe en la zona, un efecto también apreciable en los muros de los campamentos. Las labores de construcción de las murallas estaban reservadas a los legionarios: al ser una labor muy específica y fundamental para el éxito del asedio, Silva sólo empleó soldados de confianza, dejando a los esclavos y a los auxiliares otros menesteres, como el aprovisionamiento de agua y otras labores de mantenimiento general.
Respecto a los accesos, sólo existían dos senderos que ascendían hasta la fortaleza. Uno de ellos, el "Camino de la Serpiente", consistía en un angosto y escarpado sendero que ascendía sinuosamente por el flanco oriental a lo largo de 30 estadios -5,2 kilómetros-, cuya estrechez y acusada pendiente imposibilitaba un asalto sobre Masada. El segundo acceso era otro estrecho camino situado en la ladera occidental y custodiado desde la fortaleza, aunque era menos tortuoso, de forma que Silva optó por esta vía. Así, después de numerosos y vanos intentos por abrir una brecha en las murallas de Masada, ordenó construir una rampa (agger) que ascendiera hasta su lado occidental, desde un promontorio denominado la Roca Blanca (Λευκέ), situado a 300 codos -unos 150 metros- por debajo de la cumbre de Masada. La construcción duró varias semanas, tras utilizar miles de toneladas de piedras y tierra apisonada ubicadas sobre una pendiente de origen natural preexistente, de forma que así quedó construída una de las mayores estructuras de asedio conocidas en época romana. Finalmente la rampa alcanzó unos 196 m de base y 100 m de altura, con un 51% de pendiente. Josefo no registra ninguna acción importante de los sicarios para impedir el avance romano, a diferencia de lo ocurrido en otros asedios anteriores contra fortalezas judías, como por ejemplo en Maqueronte, y cuya causa podría ser la progresiva falta de medios de los sicarios para combatir al ejército sitiador romano. También se ha especulado con la posibilidad de que la rampa hubiera sido erigida por los esclavos judíos del ejército romano, por lo cual los sicarios se habrían mostrado reacios a atacar a otros judíos debido a sus creencias.
Unos tres meses después de haberse iniciado su construcción, y siete meses después de iniciarse el asedio, la rampa fue finalmente terminada en la primavera del año 73, contando en su cumbre con una plataforma cuadrada de 22 metros de lado. Sobre ella se situó una torre de asedio -reforzada con hierro, y de unos 30 metros de altura- junto al exterior de la muralla de Masada, y mientras los artilleros de los pisos superiores de la torre disparaban sus escorpiones y balistas para mantener el parapeto libre de sicarios, un ariete situado en el piso inferior de la torre golpeaba continuamente la muralla hasta que se consiguió abrir una brecha. Sin embargo, los legionarios descubrieron que los sicarios habían construido una segunda muralla a continuación del parapeto exterior. Cuando el ariete comenzó a golpear esta segunda muralla, los romanos comprobaron que había sido erigida con capas alternas de piedras y madera, de forma que ésta absorbía los golpes del ariete e incluso así se fortalecía, tal como Julio César había comprobado en sus asedios en la Galia un siglo antes; es ésta la razón por la cual este tipo de estructura recibió el nombre de muralla gala (murus gallicus) desde entonces. Esa misma tarde Silva canceló las embestidas del ariete y envió a un grupo de hombres armados con antorchas para incendiar la muralla interior, que comenzó a arder rápidamente a lo largo de su estructura. No obstante, comenzó a soplar un fuerte viento desde el norte, y de cara al ejército romano, que amenazó la maquinaria de asedio. Pero finalmente cambió de sentido y avivó las llamas, lo cual fue interpretado como un buen augurio. Entonces Silva ordenó montar una fuerte guardia que custodiara la muralla incendiada, para así evitar que los judíos escaparan por la noche a través de la brecha, ya que su intención era lanzar el asalto definitivo al día siguiente.
Dentro de Masada, los sicarios fueron conscientes de que el asalto final del ejército romano llegaría con el nuevo día. Según el relato de Josefo, el entonces líder de los sicarios, Eleazar ben Yair, reunió esa noche a sus hombres en el palacio occidental, pronunciando un discurso donde propuso darse muerte ellos mismos para evitar ser hechos prisioneros y vendidos como esclavos. De esta forma, dado que el suicidio como tal es denostado por las leyes del judaísmo, los hombres mataron a sus familias, y posteriormente eligieron por suertes a diez de ellos para quitar la vida al resto. Finalmente, entre estos diez eligieron de nuevo a uno que acabó con la vida de los demás, y antes de darse muerte prendió fuego a la fortaleza, excepto a los depósitos de víveres, para así demostrar a sus enemigos que actuaban por resolución, no por desesperación. A la mañana siguiente los legionarios romanos colocaron pasarelas sobre la muralla incendiada e irrumpieron en la fortaleza, preparados para combatir a los sicarios, pero se encontraron con un silencio sepulcral y la visión del fuego y de los cuerpos sin vida de sus enemigos. Únicamente hallaron con vida a una anciana y una mujer, parienta de Eleazar, que se habían refugiado junto a sus hijos en una de las galerías subterráneas que conducía a las cisternas, siendo quienes relataron las últimas palabras que el líder sicario pronunció a sus hombres. Impresionados por la resolución de los sicarios, los romanos perdonaron la vida a los supervivientes, escribiendo Josefo sobre este episodio: "Cuando allí se toparon con el montón de muertos, no se alegraron, como suele ocurrir con los enemigos, sino que se llenaron de admiración por la valentía de su resolución y por el firme menosprecio de la muerte que tanta gente había demostrado con sus obras". Flavio Josefo da como fecha tradicional de la caída de Masada el día 15 de Jántico o Nisán, el primer día de Pésaj, del quinto año de la rebelión judía, el año 3833 en el calendario hebreo. En el calendario juliano esta fecha se situaría en el mes de abril del año 73, ofreciéndose días tan dispares como el 14, el 16 o incluso el 10 de abril. Otros análisis mencionan la posibilidad de que la conquista de la fortaleza pudiera haber sucedido en la primavera del año 74, un año después de lo tradicionalmente aceptado. Se fundamenta con la presencia en Masada de monedas acuñadas en Ascalón en el verano del año 73, o en inscripciones epigráficas que narran el cursus honorum de Silva, y que discuten que fuera gobernador de Judea antes de abril de ese mismo año. Si se acepta la fecha del 15 de Jántico, la correspondencia con el calendario juliano para ese año establecería la fecha del 31 de marzo del año 74.