sábado, 29 de mayo de 2010

Catedral ortodoxa rusa de la Santísima Trinidad

El monumental Complejo Ruso se construyó entre 1860 y 1864, para los peregrinos de ese país, que afluían entonces a Jerusalem en número mucho mayor que los de cualquier otro país. Antes de la Primera Guerra Mundial llegaban cada año unos 14.000 peregrinos rusos, algunos de los cuales hacían todo el recorrido a pie. Todos los materiales de construcción y el mobiliario se trajeron de Rusia, en los barcos de una línea naviera creada al efecto, que transportaba también a los peregrinos. La promotora y financiadora de este enorme proyecto fue la Sociedad Ortodoxa Imperial para Palestina, con sede en San Petersburgo. Su arquitecto y constructor fue el ruso Martín Ivanovich Eppinger. El complejo, de un estilo claramente influido por la arquitectura bizantina, ocupaba unas 7,5 hectáreas y comprendía la Catedral de la Santísima Trinidad, la residencia de la misión religiosa rusa ortodoxa, el edificio del consulado, un hospital y dos residencias para peregrinos. En 1870, el periódico Hajavatzelet comentaba sobre la Catedral: "es un edificio fabuloso que se encuentra en un sitio elevado". En los años 60, el Gobierno israelí adquirió todo el Complejo salvo la catedral y uno de los edificios. En estos predios se han construido los nuevos edificios de la Municipalidad de Jerusalem. En los antiguos edificios del Complejo Ruso están instalados ahora el Ministerio de Agricultura, los tribunales de primera y segunda instancia, el cuartel general de la policía de Jerusalén y la Sociedad para la Protección de la Naturaleza. El lugar donde se encuentra la Catedral de la Santísima Trinidad actualmente es el sitio con el mayor potencial de desarrollo en el centro de Jerusalén. Están en proyecto una explanada circular alrededor de la catedral, un centro comercial con aparcamiento subterráneo y la renovación de los edificios históricos.
Para ir a la zona hebrea paso muchas veces muy cerca de esta Catedral. Hoy en la fiesta de la Santísima Trinidad quería aprovechar para hablar de este edificio tan bonito, y que lleva el nombre del misterio de la Trinidad Beatísima.

sábado, 22 de mayo de 2010

El Espíritu Santo y Jerusalén, ciudad de las lenguas

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor al oírles hablar cada uno en su propia lengua. Estupefactos y admirados decían: «¿Es que no son galileos todos estos que están hablando?. Pues ¿cómo cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa? Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia,Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos les oímos hablar en nuestra lengua las maravillas de Dios» (Hc 2, 1-11).
Jerusalén es la ciudad de las lenguas: es centro, frontera y contraste. Es la ciudad de la paz o ciudad santa y a la vez punto hacia donde convergen todas las tensiones del mundo. Jerusalén es mosaico, no crisol. En Jerusalén están oriente y occidente presentes. Están las tres religiones: Judaismo, Cristianismo e Islám. Al Este está Palestina, al Oeste Israel.
A la vez es la Babel actual, donde se da -igual que entonces- la confusión de lenguas por el pecado. En Pentecostés sucedió lo contrario: cada uno escuchaba a los apostoles en su propia lengua. Se unificaron las lenguas. Fue así porque ellos obedecieron al Espiritu, no fueron contra Dios. Jerusalen es Babel y es el Espiritu. La que contemplamos ahora es la Jerusalén terrestre. Su símbolo es más grande que su realidad: quiere ser ciudad de paz y es ciudad de guerra. La Jerusalén celeste: es la que esperamos. La Jerusalén terrestre es símbolo de la celestial que significa la Iglesia gloriosa y desposada con Jesucristo.
En el día de Pentescostés podemos pedir al Espíritu Santo por la unidad de la Iglesia. Viviendo en esta ciudad es más fácil darse cuenta de su importancia y de la necesidad que tenemos los cristianos de estar unidos. Aunque hablemos en diversas lenguas debemos estar unidos, teniendo el mismo espíritu de Jesucristo. A pesar de esa diversidad si nos dejamos guiar por el Espíritu Santo todos nos entenderemos y lograremos esa ansiada unidad.

sábado, 15 de mayo de 2010

Iglesia del Pater Noster, posible lugar de la Ascensión

Unos metros más al norte, en el lugar donde se conserva el recuerdo de la Ascensión de Jesús, la rica y piadosa matrona romana, Pomenia, levantó un edificio octagonal, denominado Imbomon (en la colina), que fue destruido por los persas y reconstruido por los cruzados con el nombre de Iglesia de la Ascensión. Dentro del edículo estaba la piedra sobre la cual, según la tradición, se posaron los pies de Jesucristo. Con Saladino, en 1187, la iglesia fue transformada en mezquita, y hoy no quedan del antiguo edificio más que el edículo y algunos restos. En un lugar muy cercano, a unos 100 metros, sobre las ruinas de la basílica de la Eleona los cruzados erigieron la Iglesia del Pater Noster. En el claustro del actual convento carmelita, construido sobre las ruinas de la iglesia del s. IV, está escrito el Padrenuestro en muchas lenguas.
En la parte alta del Monte de los Olivos tuvo lugar la Ascensión del Señor y allí se encuentra la gruta y Basílica donde según la tradición Jesús enseñó a rezar el Padre Nuestro. La gruta está protegida a la sombra de un monasterio de Carmelitas de clausura, fundado en 1868 por la princesa de la Tour d'Auvergne, llamado Pater Noster. Según una tradición muy antigua, Jesús y sus apóstoles estuvieron repetidas veces en este lugar. La gruta está junto al camino que desde antiguo unía a Betania y Betfagé con Jerusalén. Según dicha tradición, Jesús instruyó aquí a sus apóstoles sobre muchas cosas y les enseñó el Padre Nuestro, además de hablarles del fin del mundo y la destrucción de Jerusalén. Desde aquí se veía perfectamente Jerusalén, antes de que se levantaran las construcciones que hay delante. El recuerdo debía ser fuerte para que santa Elena tomara la determinación de construir aquí una basílica el año 326, con el nombre de Eleona. Esta constaba de tres naves y estaba precedida de un gran atrio con cuatro pórticos y orientada hacia el este. La gruta quedó como cripta bajo el presbiterio de la basílica. La tradición de este lugar es constante. Los testimonios antiguos se han visto multiplicados desde la Edad Media. El lugar no ha cambiado pero sí desaparecieron las construcciones antiguas. La Eleona construida por decisión de Santa Elena, fue destruida por los persas en el año 614. No obstante, continuó el culto en la cripta, como consta por algunos testimonios posteriores. En el s. XII el peregrino ruso Daniel dice haber visitado, a la distancia de un tiro de piedra de la Ascensión, una gran iglesia bajo cuyo altar está la gruta donde Cristo enseñó a sus discípulos el Pater Noster». En 1345 el agustino Santiago de Verona encontró ya destruida la iglesia cruzada. Gracias a las excavaciones arqueológicas llevadas cabo en 1910 por los Padres Blancos, con la colaboración del dominico P. Vincent, de la Escuela Bíblica de Jerusalén, conocemos la planta de la primera basílica, la de Santa Elena, cuyos restos fueron recubiertos de nuevo. Únicamente en lo que fue la cripta pueden verse una parte de la antigua gruta del lado oeste, y restos de ábside de la cripta bizantina, del lado Este. En 1.920 se comenzó a construir una iglesia dedicada al Sagrado Corazón, que quedó sin terminar, pero que produjo algunos daños en la misma gruta y fue causa de que se mutilase el pórtico occidental del claustro del monasterio.
El recuerdo de la oración enseñada por el Maestro ha motivado que las paredes del claustro aparezcan cubiertas con la oración que nos enseño el Señor, escrita en la lengua nativa de un gran número de pueblos de todo el mundo. Es imposible saber exactamente el lugar de la Ascensión. Fue en la cima del monte de los Olivos, y este lugar está en lo más alto. Muy bien pudo ser aquí. En cualquier caso al mirar al cielo es fácil imaginarse al Señor subiendo, y recordar esas palabras que les dijo a los discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto» (Lc 24, 46-53).

sábado, 8 de mayo de 2010

Jerusalén, la ciudad santa

"El ángel me transportó en espíritu a un monte altísimo y me enseño la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios. Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido. Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel. A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y a occidente tres puertas. El muro tenía doce cimientos, que llevaban doce nombres: los nombres de los Apóstoles del Cordero. Templo no vi ninguno, porque es su templo el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero. La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero"(Apocalipsis 21, 10-14. 22-23).
Esta es la segunda lectura del VI domingo de Pascua. Podemos hablar de la ciudad de Jerusalén, que prefigura la Jerusalén Celeste, el Paraiso que nos espera si somos fieles. Esta ciudad es el punto central entre Europa, Asia y Africa: por Tierra Santa pasan todas las aves migratorias y por Tierra Santa pasó el hombre cuando salió de Africa: Rift valley. De la misma manera, Jerusalén se mostraba en los mapas de la Edad Media como el centro del mundo. Jerusalén es una ciudad de contrastes: aquí viven personas de distintos países. A la vez hay dos partes centrales y dos idiomas distintos: el hebreo y el árabe. Al Este se encuentra Palestina, y al Oeste Israel. Al Norte se encuentra la vertiente mediterránea y fértil, al Sur la vertiente seca y desértica. A la vez es Patria y Exilio. Patria, pues es el lugar ansiado por todos los judíos que dicen cada año, en el laila seder : ha shaná habaá beyerushalayim. Patria también de todos los Palestinos que nacieron allí y llevan tantas generaciones en esta Tierra. Destierro a la vez, pues los Palestinos no tienen estado propio en Jerusalén, son apátridas en su ciudad. También destierro para muchos judíos, pues vienen de fuera, de otras tierras donde vivían.
Es la ciudad de la paz (Urusalim: significado etimológico. También Melkisedek, ¨rey de justicia¨, rey de Salem), y la ciudad de la unión de los fieles (cfr. Isaías: todos los pueblos vendrán a Jerusalén) . Pero a la vez es la ciudad de la guerra y de la división religiosa.
Todo esto se junta en una sola ciudad. Como se puede apreciar, se trata de un lugar del mundo muy especial. Aprovecho la ocasión para pedir oraciones por esta ciudad, por la paz en este lugar, que prefigura la paz en el mundo.






sábado, 1 de mayo de 2010

La barca de Jesús

Después de la Resurrección del Señor los discípulos estuvieron los primeros días de Pascua en Jerusalén. Después fueron al mar de Galilea. Allí tuvieron unos preciosos encuentros con el Señor. Recordando el mar de Galilea y todo lo que le rodea, nos fijamos ahora en las barcas que entonces lo cruzaban. Sabemos cómo serían pues, una antigua barca de pescadores construida en el siglo I, fue descubierta en 1986, durante una inusual bajada en el nivel de las aguas del Lago Kinéret. El bote de 8 metros de largo se preservó gracias a el lodo del fondo del lago. Se encontraron en él diversos complementos, entre los que se incluyen una lámpara de aceite y una olla. Apodada "la barca de Jesús", la embarcación ha sido cuidadosamente preservada y actualmente es exhibida en el cercano kibutz Guinosar. Los habitantes fueron responsables de tan insigne hallazgo. Es cierto que no podemos saber si Jesús empleó esta barca o no, pero probablemente la vio, pues éste es un lago pequeño y no había muchos barcos. Su descubrimiento tuvo lugar en 1986 por dos hijos de un pescador de la costa noroeste -del también llamado en la Biblia lago Genesaret o de Tiberíades- supuso toda una hazaña y razón de orgullo para esa granja comunal israelí. Contaban los que lo presenciaron que el mar retrocedió de forma extraordinaria, hasta el punto de que sabían que iban a encontrar barcazas antiguas, pero nunca imaginaron que encontrarían algo tan bonito. Esto lo contaba uno de los hermanos Luftan, que fueron quienes la descubrieron. Tras la fuerte sequía que hubo ese año, y que provocó el descenso de las aguas del lago, los hermanos rastrearon su fondo en busca de vestigios antiguos, como hicieron también otros lugareños. Entonces encontraron varios clavos sujetos a unos trozos de madera. Eran parte de la nave que logró sobrevivir al paso del tiempo, gracias a que quedó sepultada y protegida por el barro, lo que impidió que el oxígeno descompusiera la madera del armazón. Fue milagroso, porque las embarcaciones de madera no sobreviven en agua dulce tantos siglos. Es la barca más antigua hallada en estas circunstancias. La embarcación fue extraída por expertos y voluntarios de la Dirección de Antigüedades de Israel tras una extraordinaria excavación arqueológica que duró once días, y que requirió titánicos esfuerzos y no poca creatividad. Para facilitar su transporte y evitar que la madera se desintegrara, fue cubierta con un caparazón de poliuretano espumoso y fibra de vidrio, que protegió su débil y anegado casco. Durante catorce años fue minuciosamente limpiada en una piscina especialmente construida en el kibutz para su conservación. Allí fue sometida a una solución química que deshizo la costra y deshidrató la madera con una cera sintética, endureciendo así su casco. De 8,2 metros de largo por 2,3 metros de ancho y 1,2 metros de altura, se exhibe hoy en día a una temperatura de 21 grados centígrados y un 60 por ciento de humedad ambiente, y gracias a un armazón de acero que apuntala sus endebles vigas. Compuesta por doce tipos de madera -principalmente de cedro y roble- es un modelo típico de las antiguas construcciones de caparazón propias del Mediterraneo. Fue empleada tanto para el transporte de personas -hasta 15- como para la pesca. Fue descubierta a 300 metros de la aldea Magdala, de donde era oriunda María Magdalena, lugar en el que también se encontró un mosaico que representa una barca del siglo I y que se proyecta junto al hallazgo para dar una idea de cómo eran este tipo de botes.
Los arqueólogos piensan que la barca debió de ser similar a la que utilizaron los judíos en la batalla naval de Migdal (nombre hebreo de Magdala) o las que usaron Simón, Andrés, Santiago y Juan cuando el Señor les llamó y, después de la Resurrección cuando fueron a pescar y Él les esperaba en la orilla. Cuánto nos ayuda ver esta barca para irnos con la imaginación a esas escenas del Evangelio, y contemplar a Jesús con los discípulos en el lago. El Señor ha querido que llegue hasta hoy esta barquichuela para que nos metamos en ella con Él y vayamos mar adentro en nuestra entrega, en nuestra búsqueda de la santidad y en nuestro afán apostólico.