sábado, 25 de marzo de 2017

Historia de la Tumba, del siglo V al X

Resultado de imagen de ancient photos holy sepulcherMás adelante, el peñasco del Gólgota se recortó por los lados norte y oeste, dando así lugar a una nueva construcción. En el año 614, Jerusalén fue conquistada por los persas. Quemaron la iglesia del Calvario y del Sepulcro. Arrasaron casi todas las iglesias. La totalidad de las reliquias fueron robadas, y muchas personas asesinadas. Pero para el año 622 el emperador Heraclio ya había recobrado el territorio, y forzado a los persas a devolver los trofeos de guerra. Entre ellos estaba el más precioso: la reliquia de la Santa Cruz. Así, en el 630, la Vera Crux fue restituida a la basílica del Santo Sepulcro. 

Pocos años después, en 638, se produce una nueva ocupación. Esta vez la protagonizan los sirios. El patriarca de Alejandría Eutichio —del siglo X— describió la conquista: «Omar ibn al-Khattab asedió la ciudad. Sofronio, el patriarca de Jerusalén, se entrevistó con él, y consiguió una carta de protección para la ciudad y sus habitantes. Omar ibn al-Khatab garantizó la salvaguardia de los lugares cristianos y prohibió a los suyos destruirlos o usarlos como viviendas» (Eutiquio de Alejandría. Anales, 17-28). 

En los siglos IX y X se produjeron diversos desastres en el Santo Sepulcro. El primero fue un violento terremoto que dañó la cúpula de la Anástasis. Más tarde, diversos incendios provocados: primero por los sirios y luego por los musulmanes. En 1009 el Califa de Egipto al-Hakim ordenó la destrucción completa de la iglesia. Empezaron por demoler la Tumba misma, la cúpula y las partes altas del edificio, hasta que los restos acumulados impidieron seguir demoliendo. Durante once años se les prohibió a los cristianos visitar los destrozos y rezar entre las ruinas. 

Pasado este tiempo, se firmó un tratado de paz entre el emperador Bizantino Argirópulos y el sucesor de al-Hakim: se declaró y quedó estipulada la reconstrucción del Santo Sepulcro. Los trabajos comenzaron bajo el emperador Constantino Monómaco. Los arquitectos llegaron a la conclusión de que era imposible restaurar la totalidad de la estructura constantiniana. Así pues, optaron por conservar solamente la Anástasis, con un ancho ábside hacia el este y varias pequeñas capillas. Estos trabajos finalizaron en 1048. La basílica estaba reconstruida, aunque Jerusalén seguía en poder de los árabes musulmanes.

Santiago Quemada

sábado, 18 de marzo de 2017

Historia de la Tumba en los primeros siglos

Resultado de imagen de columns holy sepulcherTras la muerte y resurrección de Jesús, los cristianos de la Iglesia madre de Jerusalén acudían a rezar a los lugares santos. Pronto comenzaron grandes dificultades en la ciudad. En el año 70, Jerusalén fue sitiada y destruida por Tito. Más adelante, en el 135, el emperador Adriano sofocó otra revuelta, y decidió destruir la ciudad de Jerusalén. Su finalidad era borrar los lugares que podrían ocasionar nuevos disturbios entre los judíos. Prohibió la presencia judía en la nueva ciudad, y cambió su nombre por el de «Aelia Capitolina». 

Después de estos desastres, una comunidad cristiana gentil siguió viviendo en Jerusalén, y aseguró la continuidad en la veneración de los lugares santos. Posteriormente esto resultaría clave para su localización e identificación. Adriano había rellenado la cantera con inmundicias y escombros. Después de nivelar el terreno construyó —exactamente en el lugar del Calvario— un templo a Venus, diosa del amor.

Lo relataba Eusebio de Cesarea en el siglo IV: «Sucedió entonces que personas impías y ateas, pensaron retirar por completo de la vista de los hombres estos lugares. Suponían, dentro de su locura, que así podrían enterrar la verdad. Con ese fin trajeron una cantidad de desechos desde lejos, y con mucho esfuerzo recubrieron totalmente el lugar; luego, habiendo llevado esto a una altura moderada, lo pavimentaron con piedras, escondiendo la cueva sagrada bajo el masivo montón. Después, como si su intento se hubiera llevado exitosamente a cabo, edificaron sobre esta base, un verdadero sepulcro de almas, mediante la construcción de un altar de ídolos sin vida para el espíritu impuro, al cual llaman Venus» (Eusebio de Cesarea. De vita Costantini III, XXVI).

El Calvario y el Sepulcro permanecieron enterrados casi dos siglos. En el año 325, durante el primer concilio de Nicea, el obispo de Jerusalén Macarios, pidió al emperador Constantino que destruyera los templos paganos edificados encima de los lugares sagrados de la ciudad. El emperador decretó su demolición, y ordenó también profundizar hasta encontrar la roca del Calvario y el Sepulcro.

Imagen relacionadaRefiere este momento Eusebio de Cesarea: «Apenas la superficie original del piso, que estaba debajo de la tierra, apareció inmediata y contrariamente a todas las expectativas, el venerable y respetado monumento a la Resurrección de Nuestro Señor fue descubierto. Entonces realmente esta santísima cueva presentó una fiel similitud con Su regreso a la vida, en que después de haber yacido enterrado en la oscuridad, de nuevo emergió hacia la luz» (Eusebio de Cesarea. De vita Costantini III, XXVIII). 

La construcción de la basílica constantiniana supuso un cambio completo en la topografía del lugar. Los arquitectos aislaron la Tumba del resto de la cantera en los lados norte y oeste. De este modo, el sepulcro, que se encontraba en la fachada oeste de las murallas de la cantera, quedó aislado en el centro. En medio quedaba un amplio espacio vacío. 

Santa Elena se dirigió a Jerusalén con intención de encontrar la Vera Crux. Contaba con los trabajadores que su hijo, el emperador Constantino, le había proporcionado. Estuvo excavando alrededor de la roca del Calvario. Y allí descubrió, finalmente, la Cruz verdadera. Lo comprobó a través de un enfermo que, al tocar el madero auténtico donde murió el Señor, quedó curado de inmediato. En esta estrecha cavidad de la roca, santa Elena halló también los clavos y el título de la condena (Cfr. Jn 19, 19-22).

Santiago Quemada

sábado, 11 de marzo de 2017

Apertura de la Tumba: momento muy especial

Resultado de imagen de waiting for the opening of the tomb in jerusalemEl de finales de octubre de 2016 era, por tanto, un momento muy especial: lo presenciaron el Patriarca Teófilo III, con una pequeña delegación de religiosos y científicos. El padre fray Dobromir Jasztal, vicario custodial, estaba allí en representación del Custodio que se hallaba fuera del país. También se encontraban presentes fray David Grenier, secretario de Tierra Santa, y otros tres frailes, entre ellos el padre Eugenio Alliata, arqueólogo del Studium Biblicum Franciscanum. También asistió, por parte de la Custodia, el arquitecto Osama Hamdam, miembro de la comisión científica del proyecto. Así mismo, una pequeña delegación de armenios, encabezada por el obispo Sévan, además de los coptos del Santo Sepulcro. En total unos cincuenta religiosos y la Sociedad National Geografic, que disponía de la exclusiva sobre las fotografías.

Después de presenciar los hechos, los expertos realizaron algunas declaraciones interesantes. Por ejemplo, el arqueólogo Fredrik Hiebert, comentó: “Estoy completamente sorprendido. Me tiemblan un poco las rodillas porque no me esperaba esto. No podemos asegurarlo al cien por ciento, pero parece prueba visible de que la localización de la Tumba no ha cambiado con el tiempo, algo que científicos e historiadores se han preguntado desde hace décadas”.

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También, los investigadores confirmaron que, dentro del Edículo del siglo XVIII en el que se encuentra la Tumba, se han encontrado las paredes de piedra caliza originales de la cueva. Han decidido abrir una ventana en la pared sur del santuario, de forma que pueda ser visible una de las paredes de la cueva.

Lo primero que encontraron fueron las distintas capas con material de relleno. Posteriormente hallaron una segunda baldosa de mármol con una cruz esculpida en la superficie. Esta pertenece a la época de los Cruzados. Finalmente, se ha descubierto intacto el mencionado lecho fúnebre original de piedra caliza, donde fue depositado el cuerpo de Jesucristo.

Después de que los expertos trabajaran en el lugar, se ha concluido que el subsuelo de la iglesia se encuentra muy afectado a causa de la humedad. Por tanto, se requieren nuevas obras para evitar que sigan las humedades. Para esto es necesario que se llegue a un nuevo acuerdo entre las distintas comunidades cristianas del Santo Sepulcro.

La pregunta surge natural: ¿este lugar es realmente tan santo? ¿Qué certeza hay de que aquí realmente haya estado enterrado el cuerpo de Cristo? La mejor respuesta a estas preguntas es el conocimiento de la historia de este sitio. Probablemente no haya otro lugar del mundo con una historia tan azarosa. Tanto interés por parte de todo el mundo ya de por si supone una clara señal de la importancia histórica del emplazamiento. Este ha sido uno de los lugares más disputados de la historia.

Santiago Quemada

sábado, 4 de marzo de 2017

Reparaciones en el Edículo y Tumba de Jesucristo

Empezamos el tiempo de cuaresma, preparación para la Pasión y Resurrección de Jesucristo. El Señor después de su muerte fue enterrado en un sepulcro excavado en roca. Al tercer día resucitó de entre los muertos. A lo largo de este tiempo fuerte de penitencia nos ayudará acudir a este lugar Santo y a su hora, como decía decía san Juan Pablo II, en la encíclica Ecclesia de Eucaristía, n. 4: “«La hora santa, la hora de la redención del mundo. Cuando se celebra la Eucaristía ante la Tumba de Jesús, en Jerusalén, se retorna de modo casi tangible a su “hora”, la hora de la cruz y de la glorificación”.

El lugar central del cristianismo es el Santo Sepulcro. En la Basílica de Jerusalén se encuentra el lugar del Calvario, donde murió Jesucristo, y la Tumba o el Sepulcro donde fue depositado su cuerpo, y desde donde resucitó al tercer día. La Tumba está cubierta por un edículo que recubre dos estancias: la antesala al Sepulcro, y la pequeña estancia donde se encuentra la Tumba. La palabra Edículo procede del latín aedicule o «casa pequeña». Así narran el evangelio de san Juan el momento en el que dan sepultura al cuerpo de Jesús.

«Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque ocultamente por temor a los judíos, rogó a Pilato que le dejara retirar el cuerpo de Jesús. Y Pilato se lo permitió. Vino, pues, y retiró su cuerpo. Nicodemo, el que había ido antes a Jesús de noche, vino también trayendo una mezcla de mirra y áloe, como de cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos, con los aromas, como es costumbre dar sepultura entre los judíos. En el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo en el que todavía no había sido sepultado nadie. Como era la Parasceve de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús» (Jn 19, 38-42).

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En los últimos años se ha visto cómo este Edículo que recubría la Tumba de Cristo se encontraba en muy mal estado. Era urgente hacer algo para su reparación. Las autoridades judías amenazaban con la clausura del lugar por amenaza de ruina. Después de bastantes conversaciones entre las distintas comunidades cristianas, finalmente, se llegó a un acuerdo. Han hecho falta doscientos años para que católicos, griegos ortodoxos y armenios convinieran en la reparación del Edículo que recubre la Tumba de Jesucristo.

Se encargó esta restauración a los expertos de la Universidad Nacional Técnica de Atenas. Este equipo ha estado trabajando seis meses en el lugar del Edículo. Fue el día 26 de octubre cuando accedieron a la superficie de la Tumba con el fin de retirar la losa que la cubre. Todo el proceso duró unas sesenta horas. El fin era estudiar el interior del Sepulcro para reparar los posibles daños existentes.

Esta operación de apertura de la losa que cubre la Tumba se realizó por primera vez en la era moderna: desde 1810 la losa no había sido retirada. La anterior ocasión a esta fecha tuvo lugar en 1555, bajo la dirección del custodio Bonifacio de Ragusa, cuando también él recibió la autorización para efectuar reformas en el Edículo. Entonces también se habían encontrado signos parecidos a los actuales en los que se veía el deterioro provocado por el paso del tiempo.

Santiago Quemada