sábado, 26 de mayo de 2012

Higueras e higos en la Bíblia

Tenía uno una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Entonces dijo al viñador: He aquí que hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo halló: córtala, ¿para qué ocupará aún la tierra en valde? El, entonces respondiendo, le dijo, Señor, déjala aun este año, que la excave y le ponga estiercol: y si da fruto se quedará; y si no, la cortarás después” (Luc.13:6-9).
Habla esta parábola del Señor de una higuera que por tres años no dio fruto, cuando su dueño esperaba encontrarlo. El cuidador de la viña sugirió tener paciencia con el árbol y propuso un cultivo adicional y echarle estiercol para ver si con esta nueva oportunidad la higuera daba higos. Es la única vez que sale la palabra estiercol en el evangelio. Es el abono que se echa a la higuera para ver si crece y da frutos. Se puede observar también que este árbol había sido plantada en medio de la viña, no en cualquier sitio. Esto se hace con frecuencia en Tierra Santa.
Veremos las citas de higos e higueras en en el Antiguo Testamento.Los higos fueron muy usados a lo largo de la historia de Israel, especialmente los higos secos. Abigail le llevó a David doscientas marquetas de higos (1 Sam. 25, 18).Una marqueta de higos se le dio al egipcio para revivirlo (1 Sam. 30, 12). Y marquetas de higos le fueron traídos a David cuando se encontraba en Hebrón en el tiempo del gran regocijo (1 Cron. 12, 40). Cuando el rey Ezequías estaba enfermo, Isaías le dijo que se pusiera una cataplasma de higos en el tumor,y el Señor lo sanó (2 Reyes 20, 7). Jeremías se refiere a las características del higo, afirmando que algunas de la propiedades de esta fruta pueden ser muy buenas, y por otro lado pueden ser muy malas. (Jer. 24, 1, 2).
En lo que se refiere a la higuera. Tenemos pasajes en los que los personajes se sientan bajo su propia higuera. Varias veces en el Antiguo Testamento se hace uso de esta expresión bajo la denominación de la parra. Se usa de varias maneras. En el próspero reino del rey Salomón se decía :"Y Judá e Israel vivían seguros, cada uno debajo de su parra y debajo de su higuera, desde Dan hasta Beer-seba, todos los días de Salomón" (1 Reyes 4, 25).
En definitiva, la higuera es una figura que se utiliza para hablar de que había prosperidad y paz en la tierra, y que cada familia disfrutaba la posesión de la heredad de su padre, que se simbolizaba por los frutos de la viña y de la higuera que cada uno poseía en su propia casa. El profeta Miqueas usó la expresión para referirse a la paz universal y la prosperidad que caracterizaban la venida de la Edad de Oro: "No alzará espada gente contra gente, ni más se ensayarán para la guerra. Y cada uno se sentará debajo de su vid y de su higuera y no habrá quien amedrente" (Miqueas 4:3, 4).



sábado, 19 de mayo de 2012

El arca de la alianza: abu Gosh

"Así pues, David, los ancianos de Israel y los jefes de millares fueron a traer el arca de la alianza de Yahvé, desde la casa de Obededón, con alborozo. Y habiendo Dios ayudado a los levitas portadores del arca de la alianza de Yahvé, sacrificaron siete becerros y siete carneros. David iba revestido de un manto de lino fino, lo mismo que todos los levitas que portaban el arca, los cantores y Quenanías, el jefe que dirigía el traslado. Llevaba también David sobre sí un efod de lino. Todo Israel subía el arca de la alianza de Yahvé entre clamores y resonar de cuernos, trompetas y címbalos, y haciendo sonar los salterios y las cítaras" (1 Cronicas, 15, 21-28).
Se nos presenta a David como Rey, pero también como sacerdote por pertenecer a la tribu de Leví, los escogidos de entre los judíos para ejercer este ministerio. Ellos eran encargados de realizar las funciones sagradas, las más santas, las que tocaban más directamente con las cosas que se referían al culto divino. En este lugar, Abu Gosh, que está a unos 10 kilómetros de Jerusalén, se conmemora este pasaje del Antiguo Testamento: el traslado del arca de la alianza a Jerusalén. Explicamos ahora brevemente el origen del sacerdocio en el Antiguo Testamento, que será la prefiguración de los que somos ahora sacerdotes de la nueva alianza.
Para cuidar del Santuario y del culto y ayudar al pueblo a dar gloria a Dios y a servirle con nobles y santos sentimientos, el Señor escogió personas sagradas de la tribu de Leví, una de las doce tribus. A Aarón y a sus descendientes primogénitos Dios los constituyó Sumos Sacerdotes; a los demás descendientes de Aarón les confirió la dignidad sacerdotal; y a la descendencia de los demás miembros de la tribu de Leví les confió la misión de ayudar a los sacerdotes en el sagrado ministerio. El sumo Sacerdote tenía el privilegio de entrar en el Sancta Sanctorum, para ofrecer el sacrificio por sí y por el pueblo un día al año. También podía consultar a Dios en circunstancias extraordinarias. A los sacerdotes les estaban encomendados todos aquellos ministerios que no eran de la exclusiva competencia del sumo Sacerdote: llevar el Arca de la Alianza y todos los demás objetos sagrados; ofrecer sacrificios y orar por el pueblo; bendecirle, instruirle en la Ley y exhortarle al fiel cumplimiento de la misma.
La excelencia y dignidad del sacerdocio era tan grande que Dios quiso dar al pueblo una señal visible de la elección de Aarón y sus hijos mediante una consagración especial que duraría siete días. Moisés hizo lo que Yahvé le mandó y reunió al pueblo. “Después hizo que se acercaran Aarón y sus hijos y los lavó con agua. Vistió a Aarón la túnica, se la ciñó, le vistió la sobreveste y el efod, que le ciñó con el cinturón del efod, atándoselo; le puso el pectoral con los urim y tummin; cubrió su cabeza con la tiara, poniendo en la parte anterior de ella la diadema de oro, la diadema de la santidad, como le había mandado Yahvé; y tomando luego el óleo de la unción, ungió el tabernáculo y cuanto en él había, y lo consagró. Derramó el óleo de unción sobre la cabeza de Aarón, y le ungió, consagrándole. Hizo que se acercaran los hijos de Aarón y les vistió sus túnicas, los ciñó y les puso sus tiaras, como lo había mandado Yahvé. Hizo traer un novillo para el sacrificio por el pecado. Moisés lo degolló, y tomando su sangre, untó con su dedo los cuernos del altar todo en torno, y lo purificó, derramando la sangre al pie del altar, y lo consagró para hacer sobre él el sacrificio expiatorio. (...) Moisés lo degolló, tomó su sangre y untó con ella el lóbulo de la oreja derecha de Aarón, el pulgar de su mano derecha y el de su pie derecho” . Esto era señal de que en adelante debían dedicar toda su actividad al desempeño de su sagrado ministerio. Con lo restante de la sangre roció alrededor del altar, y mezclando la sangre con óleo roció a Aarón y a sus hijos y las vestiduras de ellos, significando así su consagración total al Señor. Después celebraron un banquete sellando de esta manera la unión íntima con el Señor. Repitió esta misma ceremonia con todos sus pasos otros seis días.

sábado, 12 de mayo de 2012

La tienda del encuentro.

Después que el pecado rompiera la unión con Dios, el Creador decidió salvar a la humanidad, y lo hizo a través de una serie de etapas. En primer lugar la alianza que hizo con Noe después del diluvio expresa el comienzo de la historia de la salvación. Más tarde el Señor elige a Abraham para hacerlo padre de un gran pueblo, que será el pueblo de Dios. Luego llegamos a la etapa de los patriarcas, elegidos por Dios para conducir a su pueblo. Después Dios constituye a Israel como su pueblo salvándole de la esclavitud de Egipto. Establece con él la alianza del Sinai y le da a través de Moisés su Ley para que le sirva como único Dios, esperando la venida del Mesías, el Salvador prometido. Mientras caminaba Moisés con el pueblo de Dios por el desierto en pos de la tierra prometida, el Señor le mandó construir en el desierto una estancia donde se le adorara, una casa que simbolizara la majestad de Dios y la alianza con su pueblo. Este templo movible en el desierto se llamaba “el Tabernáculo”. Se componía del Santuario y del Atrio. El Santuario era una gran tienda de campaña cuyo interior estaba dividido por un velo en dos partes: el Santo o “Sancta” y el Santísimo o “Sancta Santorum”. El recinto exterior del Santuario era el Atrio, que estaba rodeado por sesenta columnas de madera. Al Sancta Sanctorum sólo tenía acceso el sumo Sacerdote, al Sancta los sacerdotes, y al Atrio todo el pueblo pues allí estaba —dentro de ese recinto— el altar donde se ofrecían los sacrificios o altar de los holocaustos. Este altar se encontraba en el exterior: era una plataforma con un enrejado de bronce en su interior y que servía de parrilla. De los cuatro ángulos superiores salían siete cuernos también de bronce. A la plataforma más grande subía el sacerdote, y lo hacía a través de una pequeña rampa que había para acceder fácilmente al altar.
El lugar más sagrado, donde habitaba la gloria de Dios, era el Sancta Sanctorum. Este era exactamente cúbico. En medio de él se guardaba el mayor tesoro del pueblo: el Arca de la Alianza y el propiciatorio. El Arca era de madera de Setín y estaba revestida exterior e interiormente de oro purismo. Tenía cuatro anillas de oro en los ángulos por las cuales pasaban dos varas de madera de Setín, doradas, que nunca debían retirarse y que servían para transportar el Arca. En el Arca quedaron depositadas las tablas de la Ley, el vaso con el maná, y más tarde la vara de Aarón. El propiciatorio cubría el Arca, era lo que la tapaba y protegía. Se trataba de una plancha de oro purísimo sobre la que estaban dos querubines de oro repujado, puestos frente a frente, ladeados, y con sus alas extendidas protegiendo el Arca y señalando a la vez el centro de la misma. Se llama propiciatorio pues por ahí se derramaba la sangre de los sacrificios. Encima del propiciatorio estaba la nube, que era la gloria de Dios. La nube se llamaba “el Kabod”, que significa “la gloria”.
El Sancta era la otra parte de la tienda de campaña, de menor importancia que el Sancta Sanctorum, pero que también era un lugar sagrado. En esta habitación se colocaba la mesa con los panes de la proposición. Encima de la mesa se ponían en dos pilas de seis —sobre dos platos— doce tortas delgadas, según el número de las tribus de Israel. También se colocaban sobre esta mesa unas vasijas de oro con vino, que se ofrecía a Dios derramándose en el altar de los holocaustos al quemarse el incienso. Frente a esta mesa se colocaba el candelabro de oro de siete brazos, que debía arder día y noche delante del Señor. Y más cercano al velo del Sancta Santorum estaba situado el altar del incienso, que era de oro.
Todo el Antiguo Testamento encierra profunda relación con el Nuevo Testamento. La Iglesia de Cristo como el Tabernáculo es un todo majestuoso, armónico, que es de Dios. Sus más preciosos tesoros son los que están escondidos en el Arca que simboliza el Sagrario, donde está Cristo. Las tablas de la Ley eran de piedra, mientras que la ley de Cristo es de amor, viene del corazón y es el Evangelio, la nueva Ley del amor traída por Cristo. La mesa de los panes de la proposición es el pan del cielo, el Santísimo Sacramento. El candelabro es el Evangelio y sus siete brazos simbolizan los siete dones del Espíritu Santo y los siete Sacramentos. El altar de los holocaustos es el madero de la Cruz

sábado, 5 de mayo de 2012

Tempestades mar de Galilea

“Subiendo después a una barca, le siguieron sus discípulos. Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y se acercaron y le despertaron diciendo: ¡Señor, sálvanos que perecemos! Jesús les respondió: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, increpó a los vientos y al mar, y se produjo una gran bonanza. Los hombres se admiraron y dijeron: ¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?" (Mt 8, 23-27).
Citaré unas palabras de el famoso arqueólogo J. Gonzalez Echegaray sobre las tormentas en el mar de Galilea: "El hecho de que el lago se encuentre en un entorno montañoso, especialmente por el norte, donde el Hermón con su cima nevada de 2.750 m. es visible desde el agua los días despejados y, sobre todo, la profunda depresión de la superficie de es-te lago, a más de 200 m. por debajo del no lejano Mar Mediterráneo, crea con frecuencia una inestabilidad en el clima, normalmente caluroso y tranquilo, que se traduce en la presencia inesperada de un fuerte viento, que encrespa las olas, las cuales en ocasiones pueden sobrepasar hasta los 2 m. de altura. Estas tormentas repentinas se producen, sobre todo en ve-rano, a la caída de la tarde con vientos procedentes de Oeste y no suelen durar mucho tiempo, mientras que en invierno lo pueden hacer con los vientos que bajan de los altos del Golán, menos violentos, pero más duraderos. En el evangelio se describen ambas tormentas, la más vio-lenta y efímera del Oeste al atardecer (Mt 8, 23-27; Mc 4, 35-41; Lc 8, 22-25) y la otra más persistente, ya de noche, aun-que la dirección del viento en este caso es dudosa (Mt 14, 24-34; Mc 6, 45-51; Jn 6, 16-21)".
También el mismo arqueólogo explicaba el tipo de barca que ulizarían, y que se puede conocer bien tanto por el dibujo de una de ellas en un bello mosaico descubierto en el puerto de Tariquea, como por el inestimable hallazgo de una auténtica barca, cuya datación por el Carbono-14 es de principios del siglo 1 d. C. , y que fue encontrada entre el fango de la orilla junto al quibutz Ginnosar, a unos dos Km. al norte de Tariquea-Mágdala. El hallazgo se produjo en 1986. "Tenía un mástil para la vela cuadrada, que permitía la navegación por la fuerza del viento, a la que unía el desplazamiento por la fuerza de los remos. En la popa tenía un pequeño puente para guardar los aparejos de pesca y los sacos que servían de lastre. Estas embarcaciones, de las que según Josefo había unas 200 en el lago, eran plurivalentes, siendo utilizadas tanto para pesca, como para el transporte. Solían llevar también un pequeño esquife o bote auxiliar, del que nos habla el evangelio (Jn 6, 22). Durante la tempestad que amenazó con hundir la nave en que iba Jesús, éste se hallaba dormido en el castillo de popa, recostada su cabeza en uno de los sacos de arena (Mc 4, 38)".
En efecto, en ocasiones peregrinos que han podido navegar en algún barco por el mar de Galilea, me han contado cómo de repente se levantaba el viento y el barco comenzaba a zarandearse. Me decían que les había ayudado mucho a situarse en la repentina tempestad que se levantó mientrás Jesús dormía, el susto de los discípulos, y la impresión de éstos cuando el Señor realizó el milagro increpando a los vientos y al mar.