sábado, 28 de enero de 2012

Jaffa

"Encontró allí a un hombre llamado Eneas, tendido en una camilla desde hacía ocho años, pues estaba paralítico. Pedro le dijo: “Eneas, Jesucristo te cura; levántate y arregla tu lecho.” Y al instante se levantó. Todos los habitantes de Lida y Sarón le vieron, y se convirtieron al Señor. Había en Joppe una discípula llamada Tabita, que quiere decir Gacela. Era rica en buenas obras y en limosnas que hacía. Por aquellos días enfermó y murió. La lavaron y la pusieron en la estancia superior. Lida está cerca de Joppe, y los discípulos, al enterarse que Pedro estaba allí, enviaron dos hombres con este ruego: “No tardes en venir a nosotros. Pedro partió inmediatamente con ellos. Así que llegó le hicieron subir a la estancia superior y se le presentaron todas las viudas llorando y mostrando las túnicas y los mantos que Tabita hacía mientras estuvo con ellas. Pedro hizo salir a todos, se puso de rodillas y oró; después se volvió al cadáver y dijo: “Tabitá, levántate.” Ella abrió sus ojos y al ver a Pedro se incorporó. Pedro le dio la mano y la levantó. Llamó a los santos y a las viudas y se la presentó viva. Esto se supo por todo Joppe y muchos creyeron en el Señor".” (Hechos de los Apóstoles 9, 31).
La importancia de la ciudad de Jaffa (Yafo, Ioppe), en la antigüedad, se debe principalmente a la presencia del puerto natural. Aquí llegó la madera de cedro del Líbano, necesaria para la fabricación del Templo en la época del Rey Salomón (2Cr 2, 16) y de Zorobobael (Es 3, 7). De Jaffa el profeta Jonás tomó la nave hacia Tarsis (Jon 1, 3). Los Hechos de los Apóstoles nos refieren la presencia de una comunidad de hebreos que creían en Jesús como el Mesías. Ellos fueron confortados de la visita del Apóstol Pedro, que en este lugar resucitó a una discípula de nombre Tabita. En Jaffa, en la casa de Simón el curtidor de pieles, Pedro tiene la célebre visión del mantel bajado del cielo que contenía toda clase de animales, puros e impuros. De aquí partió a su vez para Cesárea Marítima, para acoger en la Iglesia al Centurión romano Cornelio que fue el primero, entre los paganos, a convertirse con toda su familia (Hechos 10).
La Iglesia, dedicada a san Pedro que allí se encuentra, quiere conmemorar estos eventos. La construcción fue realizada por España, entre los años 1888 al 1894 sobre restos medievales de la ciudadela edificada por san Luis IX, rey de Francia, en el transcurso de la VI cruzada (1251). Fue el mismo rey que hizo venir a los Franciscanos a esta ciudad y les construyó una Iglesia y un convento. Del 1650 los Franciscanos han construido, en Jaffa, un hospicio para la acogida de peregrinos que, siempre más numerosos, desembarcaban en el puerto de la ciudad. En la Iglesia se pueden admirar los hermosos vitrales, hechos en Mónaco de Baviera por F.X. Zettler. El púlpito en madera finamente esculpido con algunas escenas evangélicas de Jesús con san Pedro. En el retablo se puede apreciar el cuadro que representa la visión que tiene san Pedro, hecho por Talarn, pintor catalán.
Es un sitio precioso que vale la pena visitar. Tiene sabor de primitiva cristiandad.

Curación del hijo del funcionario real en Caná

"Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis.» Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo.» Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive.» Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre. El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea" (Juan 4,46-53).
Numerosos testimonios nos hablan de un santuario edificado por los cristianos en Caná en memoria del primer milagro realizado por Jesús. Un peregrino anónimo del s. VI dice: “Habiendo salido de Séforis, después de tres millas llegamos a Caná, adonde el Señor fue a la boda, y nos sentamos sobre el mismo asiento, donde escribí el nombre de mis padres… todavía quedan dos hidrias; yo llené una de vino y, llevándola llena sobre la espalda, la ofrecí en el altar. En la misma fuente nos lavamos por devoción. Después fuimos a la ciudad de Nazaret”. Empujada por distintas necesidades, y en tiempos diversos, la tradición ha situado el recuerdo evangélico en diferentes lugares; pero a principios del siglo XVI, los peregrinos encuentran en Kefer Kenna una habitación subterránea a la cual se accede desde el interior de un edificio con columnas que ellos pensaban que fuera una iglesia construida por el emperador Constantino y su madre Elena. Columnas y capiteles reutilizados en el pórtico de la iglesia actual recuerdan con su estilo las sinagogas de siglo III-IV. Una inscripción en lengua aramea, encontrada bajo el pavimento de la iglesia, dice: “Bendita sea la memoria de José, hijo de Talhum, hijo de Butah, y sus hijos, que han hecho esta tabla (de mosaico). Que la bendición sea sobre ellos”.
Plano de la iglesiaLos franciscanos, presentes hace ya tres siglos en Caná con una pequeña propiedad, consiguieron rescatar el santuario en 1879 gracias al padre Egidio Geissler, fundador de la parroquia católica local de rito latino (cerca de 100 familias). En 1880 se construyó una pequeña iglesia y posteriormente se fue agrandando (1897-1905). En 1885 se construyó, a unos 100 metros de distancia, una capilla en honor de San Bartolomé (Natanael), uno de los doce discípulos, que era oriundo de Caná. Excavaciones arqueológicas dirigidas por el padre S. Loffreda en 1969 y por el padre E. Alliata en 1997 han sacado a la luz la sinagoga, construida sobre los restos de habitaciones precedentes (s. I-IV d.C.). Tenía un vestíbulo porticado y en el centro una gran cisterna conservada hasta nuestros días en el subsuelo de la iglesia actual. En el ábside septentrional de la iglesia se ha encontrado un ábside aún más antiguo que contiene un sepulcro (siglo V-VI). Tal sepulcro, además de algún otro indicio, parece indicar la presencia cristiana sobre el lugar durante la época bizantina. Vemos en la fotografía, en color gris, la primera iglesia franciscana, datada en 1880. En color verde el edificio medieval del siglo XIV. En rojo el lugar donde se encontraban los sepulcros bizantinos de los s. V y VI. En azul, las habitaciones privadas del siglo I al IV y, finalmente, en amarillo la sinagoga hebrea con su vestíbulo cuya construcción está datada del siglo IV al V.

sábado, 21 de enero de 2012

Naim

"Y sucedió que a continuación se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores.» Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: «Joven, a ti te digo: Levántate.» El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Y lo que se decía de él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina" (Lucas 7,11-17).

Como se puede observar en las fotografías la población de Naim se encuentra a las faldas del monte Tabor y, por tanto, muy cerca de Nazaret. Ahí es donde tuvo lugar el impresionante milagro de la resurrección del hijo de la viuda. Con las siguientes palabras Eusebio de Cesarea atestiguaba la permanencia del recuerdo sacro de este lugar en el s. IV. “La ciudad de Naím, donde el Señor resucitó al hijo de la viuda, se encuentra hasta hoy en la duodécima (en realidad, la quinta) milla desde el monte Tabor, junto Endor”. De los acontecimientos posteriores nos informa un testimonio anónimo, que podria datar del s.V-VI, recogido por el monje benedictino Pietro Diácono (s. XII), y que decia: “En la casa de la viuda, cuyo hijo fue resucitado, hay ahora una iglesia, y la sepultura donde le querían poner existe aún hoy”. Una iglesia muy bonita existía entonces en Naím en el s. XIV (fra Nicolò de Poggibonsi), pero desde el s. XVI todo quedo en ruinas. La iglesia actual, simple y modesta, fue construida en el 1881, sobre los restos de la antigua. Conserva dos preciosas pinturas de fines del s. XIX.
El cementerio antiguo debía de extenderse al oeste del pueblo, sobre las pendientes de la montaña, donde se ven diversas tumbas excavadas en la roca. Un sarcófago romano de piedra se conserva en la fachada de la iglesia. Los franciscanos de Tierra Santa, no sin las dificultades descritas por M. Sodar Vaulx, pudieron adquirir las ruinas y edificar en Naím una iglesia.
Una relación escrita en aquellos días y publicada en L'Osservatore Romano, y también en La Terra Santa de Florencia, nos índica los artífices que consiguieron realizar la construcción de la iglesia que rememora este milagro del Señor: ellos fueron Filippo de Montaltoveglio- que fue guardián de Nazaret-, fra Giuseppe Baldi -que fue procurador de Tierra Santa en Galilea-, y Pacífico Saleh -dragomán de Tierra Santa- que fue quién supo contener la mayor parte de las disputas con aquellos que querían obstaculizar tal obra. El narrador recuerda al “jefe del pueblo, honestísimo musulmán y de óptimo corazón” que “permitió coger agua de la única fuente vecina y coger piedras de su fondo: agua y piedras es cuanto se necesita en la construcción...”.

sábado, 14 de enero de 2012

Los cristianos en Israel a comienzos de 2012

DemographieRecogemos a continuación unas estadísticas sobre el número de cristianos que viven en Israel actualmente, es decir de los datos que hay a comienzos del año 2012. En total viven en Israel alrededor de 154.500 cristianos, lo que representa el 2% de la población del Estado de Israel. Estos datos han sido proporcionados por la Oficina Central de Estadísticas de Israel. El 80,4% de los cristianos en Israel son árabes. El resto está formado principalmente por cristianos que inmigraron a Israel con los miembros judíos de sus familias en virtud de la Ley de Retorno (se cuenta también a sus hijos nacidos en Israel). La mayoría de estos llegó con la ola de inmigración del decenio iniciado en 1990, provenientes de la antigua Unión Soviética. Las ciudades con mayor número de cristianos árabes son Nazaret (unos 22.200), Haifa (13.800), Jerusalén (11.600) y Shfaram (9.300). Estos han sido contados desde finales de 2010. El número promedio de hijos en las familias cristianas es de 2,2. Lo que se corresponde con el número de niños en familias judías (2,3) y constituye una tasa menor que en las familias musulmanas (3,1). El porcentaje de desempleo entre los cristianos mayores de 15 años fue del 4,9% (4,8% en hombres y 5,1% en mujeres). La tasa de crecimiento de la población cristiana es del 0,9% (1% para los cristianos árabes y 0,7% para los demás cristianos), frente al 1,7% de la población judía y el 2,7% de población musulmana. El promedio de edad de las parejas cristianas en su primer matrimonio fue de 29,1 años en 2009, es decir, un año y medio más que los matrimonios judíos, dos años más que los drusos y cerca de tres años y medio más que los musulmanes. El número medio de integrantes de los hogares cristianos se estima en 3,5 personas, lo que es ligeramente superior al de las familias judías (3,1); pero muy por debajo del tamaño de los hogares de la población musulmana, con un promedio de 5,0 personas.
Estos datos ofrecen una de las mejores explicaciones a la pregunta de porqué están disminuyendo paulatinamente el número de cristianos en Tierra Santa.





jueves, 5 de enero de 2012

Quienes eran los Reyes Magos

Según Erodoto (siglo 5 a.C.), Magos –en griego mágoi- habrían sido una casta de los Medos, pertenecientes a la clase de los sacerdotes, estudiosos de libros sagrados y dedicados a la observación del cielo. En cambio la investigación historiográfica más reciente sitúa su origen con más probabilidad en Babilonia y Persia. En el Antiguo y en el Nuevo Testamento con el nombre de Magos se hacía referencia a personas dedicadas a la magia, entendida en sentido amplio. Mateo no habla de Rey, ni han sido así definidos por los Padres de la Iglesia más antiguos. En cualquier caso, ya Tertuliano -al inicio del 200- escribió que los Magos de oriente eran considerados Reyes. La explicación puede estar en el deseo de aplicar las profecías, como la de Isaías: «Las naciones serán guiadas por tu luz, y los reyes, por tu amanecer esplendoroso» (Is 60,3), y también la profecía de un Salmo: «Por razón de tu templo en Jerusalén Los reyes te ofrecerán dones» (Sal 68,29). Pronto, en la cristiandad se les empezó a llamar Reyes Magos, también para mostrar su importancia y, con su adoración, la sumisión de los potentes de la tierra al Dios hecho Niño.
Los personajes en cuestión eran casi con toda certeza de religión zoroastriana, y cultivaban la observación del firmamento. Posiblemente serían astrólogos, en el sentido que este nombre indicaba para su época, es decir, en su acepción sirio-babilónica, y no helénica. Recordamos que en el origen de la tradición mesopotámica las apariciones del cielo eran vistas como algo para reflexionar y, en ocasiones, como una anticipación de lo que iba a suceder en la tierra, pero sin implicaciones de carácter casual y astrolátrico. De los Magos no se conoce el número: la tradición cristiana representa dos en un fresco del siglo IV en las catacumbas de san Marcelino y san Pedro en Roma. Con respecto a los nombres de los Reyes, a partir del siglo VII, se encontraron fuentes a favor de los nombres Gaspar, Melchor y Baltasar, como refiere el venerable Beda (673-735), quien también señala que el tercero era negro. Sus presuntos restos se encontaron en Persia, fueron transportados a Constantinopla por santa Elena o por el emperador Zenon, y posteriormente transferidos a Milán en el siglo V. Después fueron llevados definitivamente a Colonia en el siglo XII, donde existe hasta ahora un sepulcro objeto de gran veneración.

"Stella di Betlemme", artículo publicado en la revista "Scienza e Fede", por Michele Crudele.