sábado, 29 de diciembre de 2012

Un niño que es Dios

La Providencia de Dios había dispuesto los acontecimientos para que Jesús –el Verbo hecho carne, el Rey del mundo y el Señor de la historia– naciera rodeado de una pobreza total. Ni siquiera pudo gozar del mínimo de comodidades que una familia humilde podría haber preparado con afecto para el nacimiento de su hijo primogénito: solamente contó con unos pañales y un pesebre.

“No alcanzaremos jamás el verdadero buen humor, si no imitamos de verdad a Jesús; si no somos, como El, humildes. Insistiré de nuevo: ¿habéis visto dónde se esconde la grandeza de Dios? En un pesebre, en unos pañales, en una gruta. La eficacia redentora de nuestras vidas sólo puede actuarse con la humildad, dejando de pensar en nosotros mismos y sintiendo la responsabilidad de ayudar a los demás” (Es Cristo que pasa, 18).

“Lo mismo que se condimentan con sal los alimentos, para que no sean insípidos, en la vida nuestra hemos de poner siempre la humildad. Hijas e hijos míos –no es mía la comparación: la han usado los autores espirituales desde hace más de cuatro siglos– no vayáis a hacer como esas gallinas que, apenas ponen un solo huevo, atronan cacareando por toda la casa. Hay que trabajar, hay que desempeñar la labor intelectual o manual, y siempre apostólica, con grandes intenciones y grandes deseos –que el Señor transforma en realidades– de servir a Dios y pasar inadvertidos” (San Josemaría, Apuntes tomados en una meditación, 25-XII-1972).

J. Gil
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sábado, 22 de diciembre de 2012

Nace Dios en Belén

A comienzos del siglo I, Belén era una aldea que no contaría con más de un millar de habitantes. La formaban un reducido conjunto de casas diseminadas por la ladera de una loma y protegidas por una muralla que estaría en malas condiciones de conservación, o incluso desmoronada en buena parte, ya que había sido construida casi mil años antes. Sus habitantes vivían de la agricultura y la ganadería. Tenía buenos campos de trigo y cebada en el extenso llano al pie de la loma: tal vez a estos cultivos se debe el nombre de Bet-Léjem, que en hebreo significa “Casa del pan”. En los campos más cercanos al desierto, pastaban además rebaños de ovejas.

La pequeña aldea de Belén siguió contando los días de su monótona existencia agrícola y provinciana hasta que acaeció el inaudito acontecimiento que la haría famosa para siempre en el mundo entero. San Lucas lo relata con sencillez: "En aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto, para que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento fue hecho cuando Quirino era gobernador de Siria. Todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad. José, como era de la casa y familia de David, subió desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta" (Lc 2, 1-5).

Unos ciento cincuenta kilómetros separaban Nazaret de Belén. El viaje resultaría especialmente duro para María, en el estado en que se encontraba.

Las casas de Belén eran humildes y, como en otros lugares de Palestina, los vecinos aprovechaban las cuevas naturales como almacenes y establos, o bien las excavaban en la ladera. En una de estas grutas, nació Jesús: "Y sucedió que, estando allí, le llegó la hora del parto, y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el aposento" (Lc 2, 6-7).

J. Gil
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sábado, 15 de diciembre de 2012

La Basílica de la Natividad: algo de historia

Apoyándose en esta tradición, continuada y unánime, el emperador Constantino mandó construir una gran basílica sobre la gruta: fue consagrada el 31 de mayo del año 339, y en la ceremonia estuvo presente santa Elena, que había impulsado decididamente esta empresa.

En los muros y el pavimento todavía quedan restos de mosaicos de época bizantina. Foto: Alfred Driessen. Apoyándose en esta tradición, continuada y unánime, el emperador Constantino mandó construir una gran basílica sobre la gruta: fue consagrada el 31 de mayo del año 339, y en la ceremonia estuvo presente santa Elena, que había impulsado decididamente esta empresa.
No es mucho lo que se conserva de la primitiva basílica, que fue saqueada y destruida durante una sublevación de los samaritanos, en el año 529. Cuando se restableció la paz, Belén fue fortificada, y el emperador Justiniano mandó construir una nueva basílica, que se edificó en el mismo lugar de la primera, pero con mayores proporciones. Es la que ha llegado hasta nosotros, salvándose durante las diversas invasiones en las que fueron destruidos los otros templos de época constantiniana o bizantina. Se cuenta que los persas, que en el año 614 asolaron casi todas las iglesias y monasterios de Palestina, respetaron la basílica de Belén al encontrar en su interior un mosaico donde los Reyes Magos estaban representados vestidos a la usanza de su país. Igualmente, el templo salió casi incólume de la violenta incursión en Tierra Santa del califa egipcio El Hakim, en el año 1009, así como de los furiosos combates que siguieron a la llegada de los Cruzados en 1099.

Después de varias vicisitudes históricas que sería prolijo relatar, en 1347 se concedió a los franciscanos la custodia de la Gruta y la basílica. Actualmente siguen allí, aunque también detentan derechos sobre este lugar santo los ortodoxos griegos, sirios y armenos.

J. Gil
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sábado, 8 de diciembre de 2012

Belén y los primeros cristianos

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También los discípulos del Señor y los primeros cristianos fueron muy conscientes desde el principio de la importancia que había adquirido Belén. A mediados del siglo II, san Justino, que era natural de Palestina, se hacía eco de los recuerdos que se transmitieron de padres a hijos los habitantes de la aldea sobre la gruta, usada como establo, en que había nacido Jesús (Cfr. San Justino, Diálogo con Trifón, 78, 5). 

En los primeros decenios del siglo siguiente, Orígenes atestigua que el lugar donde nació el Señor era perfectamente conocido en la localidad, incluso entre quienes no eran cristianos: «En armonía con lo que en los evangelios se cuenta, en Belén se muestra la cueva en que nació [Jesús] y, dentro de la cueva, el pesebre en que fue reclinado envuelto en pañales. Y lo que en aquellos lugares se muestra es famoso aun entre gentes ajenas a la fe; en esta cueva, se dice, nació aquel Jesús a quien admiran y adoran los cristianos” (Orígenes, Contra Celso, 1, 51).

En tiempos del emperador Adriano, las autoridades del Imperio edificaron templos paganos en varios enclaves –por ejemplo, el Santo Sepulcro y el Calvario– venerados por los primeros cristianos, con el propósito de borrar los vestigios del paso de Cristo por la tierra: «Desde los tiempos de Adriano hasta el imperio de Constantino, por espacio de unos ciento ochenta años, en el lugar de la resurrección se daba culto a una estatua de Júpiter, y en la peña de la cruz a una imagen de Venus de mármol, puesta allí por los gentiles. Sin duda se imaginaban los autores de la persecución que, si contaminaban los lugares sagrados por medio de los ídolos, nos iban a quitar la fe en la resurrección y en la cruz” (San Jerónimo, Cartas, 58, 3).

Algo análogo pudo suceder en Belén, ya que el lugar donde nació Jesús fue convertido en un bosque sagrado en honor del dios Adonis. San Cirilo de Jerusalén vio los terrenos donde se encontraba la gruta cubiertos de árboles (San Cirilo de Jerusalén, Catequesis, 12, 20: «Hasta hace pocos años se trataba de un lugar poblado de bosque»), y san Jerónimo también se refiere al fallido intento de paganizar esta memoria cristiana con palabras no exentas de cierta ironía: «Belén, que es ahora nuestra, el lugar más augusto del orbe, aquel del que dijo el salmista: de la tierra ha germinado la Verdad (Sal 84, 12), estuvo bajo la sombra de un bosque de Thamuz, es decir, de Adonis, y en la cueva donde antaño dio Cristo sus primeros vagidos se lloraba al querido de Venus» (San Jerónimo,Cartas, 58, 3).

J. Gil
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sábado, 1 de diciembre de 2012

Belén: cuna de la dinastía davídica

Se calcula que Belén fue fundada por los cananeos hacia el año 3.000 antes de Cristo. Es mencionada en algunas cartas enviadas por el gobernador egipcio de Palestina al faraón, en torno al año 1.350 a. C. Después, la conquistaron los filisteos. En la Sagrada Escritura, se alude por primera vez a Belén – que por entonces se llamaba también Éfrata: la fértil– en el libro del Génesis, cuando se relata la muerte y sepultura de Raquel, la segunda esposa del patriarca Jacob: Raquel murió y fue sepultada en el camino de Éfrata, es decir, de Belén (Lc. 2, 7).

Más adelante, cuando se hizo el reparto de las tierras entre las tribus del pueblo elegido, Belén quedó asignada a la de Judá y fue cuna de David, el pastorcillo –hijo menor de una familia numerosa– elegido por Dios como segundo rey de Israel. A partir de entonces, Belén quedó unida a la dinastía davídica, y el profeta Miqueas anunció que allí, en esa pequeña localidad, nacería el Mesías: "Pero tú, Belén Éfrata, aunque tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser dominador en Israel; sus orígenes son muy antiguos, de días remotos. Por eso Él los entregará hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz. Entonces, el resto de sus hermanos volverá junto a los hijos de Israel. Él estará firme, y apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad del Nombre del Señor, su Dios; y ellos podrán reposar, porque entonces él será grande hasta los confines de la tierra" (Mi 5, 1-3).
En este texto encontramos varios elementos relacionados con las profecías mesiánicas de Isaías (Cfr. Is 7, 14; 9, 5-6; 11, 1-4.) y también con otros pasajes de la Escritura en los que se anuncia un futuro descendiente de David (Cfr. 2 S 7, 12; 12-16; Sal 89, 4). La tradición judía vio en las palabras de Miqueas un vaticinio sobre la llegada del Mesías, como ha quedado reflejado en varios lugares del Talmud(Cfr. Pesajim 51, 1 y Nedarim 39, 2). También san Juan, en su Evangelio, se hace eco de cuál era la opinión dominante entre los judíos del tiempo de Jesús acerca de la procedencia del Mesías: ¿no dice la Escritura que el Cristo viene de la descendencia de David y de Belén, la aldea de donde era David? ( Jn 7, 42).

Pero es en el Evangelio de san Mateo donde se cita explícitamente la profecía de Miqueas, cuando Herodes reúne a los sacerdotes y escribas para preguntarles dónde había de nacer el Mesías: en Belén de Judá –le dijeron–, pues así está escrito por medio del Profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo, Israel ( Mt 2, 5-6.).
J. Gil

sábado, 24 de noviembre de 2012

Cafarnaúm: la casa de Pedro y la sinagoga

Su identificación se basa en el conjunto de los datos proporcionados por las fuentes literarias y la arqueología. Fue construida a mediados del siglo I a.C. Se conserva prácticamente toda la planta, bastante amplia, con unos muros de hasta un metro de altura.

Es de construcción irregular y sencilla, rústica, pero formando un bloque cerrado con una sola puerta exterior en el noreste. Los pavimentos estaban construidos a base de un lecho de piedras cubiertas con una capa de tierra apisonada.

Esta 1ª fase subsistió hasta el siglo IV, si bien desde el siglo I d.C. experimentó ciertos cambios al convertirse en un lugar de veneración y culto de la primera comunidad cristiana, lo que se llama iglesia doméstica: el pavimento de tierra se sustituyó por un revestimiento de mortero blanco, además de la decoración de las paredes con pintura.

Restos de la casa de San Pedro. Cafarnaún Durante la 2ª fase la domus-ecclesia fue ampliada y reforzada por un gran arco central y se construyó un nuevo pavimento policromado y algunos muros se pintaron de nuevo.

Todo el bloque de la antigua vivienda se aíslo del resto del poblado por un muro de 11 metros de perímetro con forma trapezoidal, con dos puertas al Norte y al Sur.

A esta fase se refiere Egeria cuando dice: “En Cafarnaún, la casa del príncipe de los apóstoles ha sido convertida en Iglesia, y sus paredes están como entonces”. Esto indica que la reforma respetó la estructura original primitiva.

En la investigación aparecieron gran cantidad de fragmentos con restos de dibujo policromo y cantidad de grafitos en griego, arameo, latín,…, que demuestran el carácter cristiano de la casa de Pedro.

La 3ª fase se corresponde con la iglesia octogonal de mediados del siglo V, construida sobre la casa de Pedro. Tenía un templete central sobre el lugar de culto de la fase anterior y un pórtico exterior abierto que la circundaba por cinco de sus lados. El extremo oriental terminaba en un arco y ábside dentro del cual pueden verse restos del baptisterio. El pavimento era de mosaico, destacando el del octógono interior, que representa un pavo real.
La sinagoga se hallaba construida sobre una plataforma, lo que realzaba la blancura de sus piedras calcáreas, con una decoración muy atrevida, alejada de los cánones del judaísmo, que la hacía resaltar con respecto a las casas de basalto oscuro, lo que la convertía en símbolo de la riqueza y prestigio de la ciudad.
El edificio, de estilo helenístico-romano, se componía de dos partes principales: la sala de oración, de planta rectangular y tres naves, orientada en dirección N-S, y un patio porticado al este, de planta trapezoidal.

Las naves se hallaban separadas por las filas de columnas que sostenían los muros perimetrales y una galería de las mismas dimensiones que el deambulatorio. No es ésta la sinagoga en la que predicó Jesús, como se ha afirmado muchas veces y no hay seguridad de que la sinagoga del siglo IV esté en el emplazamiento exacto de la sinagoga construida por el centurión en el siglo I.

Es discutida la funcionalidad de una pequeña sala exterior cuadrada adosada al muro, aunque parece claro que tenía una dependencia estrecha con la sinagoga. También se ha discutido sobre el origen de algunos juegos conservados en ciertas losas del patio, aunque hay motivos para pensar que son de origen árabe.

La investigación arqueológica parece haber zanjado la polémica sobre el origen de la sinagoga. La estratigrafía muestra que el edificio principal y la salita norte fueron construidos a finales del siglo IV. En cambio el patio oriental fue construido en una segunda fase, avanzado ya el siglo V. Cerca de la puerta de salida todavía pueden verse algunas piedras de la sinagoga con la Menorá o Candelabro de Siete Brazos y un militar de tiempos de Adriano.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Cafarnaum, la ciudad de san Pedro

Cuando, a los pocos días, volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos, que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la Palabra". (Mc 2, 1-2)

El nombre Cafanaún es una palabra de origen semita, compuesta por kefar (pueblo) y Nahum (nombre de una persona). En la época de Jesús fue una de las ciudades más importantes situadas sobre el lago de Tiberiades.

Varios sucesos importantes de la vida de Jesús sucedieron aquí: la llamada de los discípulos, la curación de la suegra de Pedro, el milagro del paralítico, la curación del siervo del Centurión, la resurrección de la hija de Jairo, así como las primeras discusiones con los escribas y fariseos.

A mediados del siglo I d.C. se formó la comunidad de judeocristianos, llamados Nazarenos y conocidos en Cafarnaún como los Minim, nombre que los judíos daban a los herejes; ellos fueron los que conservaron la memoria de los lugares y tradiciones cristianas en Cafarnaún y otros lugares desde sus orígenes.

En el siglo V pasó a manos de una nueva comunidad de fieles no judíos, a quienes se debe la construcción la iglesia octogonal.

En el siglo VII tanto la sinagoga como la iglesia octogonal bizantina fueron abandonadas, lo que sugiere que Cafarnaún estuvo ocupada por musulmanes durante los dos siglos previos a su abandono total, en el siglo IX.

En la investigación arqueológica se han encontrado restos de ocupación de la época en que empezó a extenderse la vida urbana, a comienzos del tercer milenio antes de Cristo. No se han encontrado restos de la Edad de Hierro, pero sí del periodo persa, helenístico, romano y bizantino, periodos de mayor expansión del poblado.

En 1838 comenzaron las excavaciones arqueológicas y en 1894 las ruinas de la sinagoga y parte de su entorno fueron adquiridas por la Custodia de Tierra Santa, con lo que los franciscanos evitaron el destrozo de las ruinas por parte de los beduinos.

Las investigaciones arqueológicas tomaron un nuevo impulso en la primera década del siglo XX. En 1905 excavaron en la sinagoga los alemanes Kohl y Watzinger, labor continuada por el franciscano Wendelin von Menden; el franciscano Gaudencio Orfali comenzó a descubrir la iglesia octogonal y a reconstruir la sinagoga.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Método Polis para enseñar idiomas

El método Polis se inspira en cuatro modelos de enseñanza de idiomas que han resultado especialmente eficaces:
1) Los ulpanes de hebreo en Israel, que han permitido a centenares de miles de nuevos inmigrantes dominar en tiempo récord una lengua considerada difícil, gracias a un proceso de inmersión total en el idioma y a una implicación constante de los estudiantes en el proceso de aprendizaje. Es el llamado método natural: se emplea en la clase exclusivamente el idioma enseñado y no se recurre a ninguna traducción al inglés o al hebreo.

2) El método «Reacción Física Inmediata» (Total Physical Response), según el cual el aprendizaje de idiomas extranjeros debe hacerse siguiendo el proceso a la vez físico y oral de adquisición de la lengua madre, en el que a las fases de aprendizaje pasivo siguen otras de aprendizaje activo. Del mismo modo que un niño se comunica físicamente con sus padres antes de poder hacerlo verbalmente, el adulto en fase de aprendizaje de una lengua extranjera es animado a sugerir tanto a través de gestos como de palabras la comunicación de un enunciado.

Este método es especialmente útil en las dos primeras sesiones de aprendizaje, cuando una persona descubre un nuevo idioma en el nivel uno. En esos casos, viene bien que el profesor tenga a un asistente para esas dos primeras clases. En youtube se puede ver cómo se emplea este método en la primera clase de griego. http://www.youtube.com/watch?v=tJrGaOF-bOw

Más adelante, incluso en niveles más avanzados, viene bien recurrir a este método de manera puntual, cuando se descubre un nuevo tiempo verbal. En castellano por ejemplo, par aprender el pretérito, se le puede decir a un estudiante: Ven. Cuando haya venido, se le pregunta: ¿Qué hiciste? Y contesta: Vine.
Entonces el profesor dice: Viniste y pregunta a la clase: ¿Qué hizo?. Todos: Vino
Después se repite la operación llamando a dos estudiantes, para usar el plural. Y se vuelve a hacer lo mismo con una serie de verbos de la misma conjugación, para que asimilen el pretérito.

En Polis se aplica también el instrumento de la «Reacción Física Inmediata» a las llamadas lenguas «muertas», que nos proponemos enseñar como lenguas vivas. Poniendo en práctica todas las facultades cognoscitivas del alumno, se facilita el aprendizaje de la gramática y del vocabulario, y esto permite, al cabo de dos años académicos, leer y comprender un texto sencillo griego o latino sin diccionario y sin traducción.
3) El método del Story Telling. Consiste en contar una historia, adaptada al nivel de vocabulario y morfología que conozcan los estudiantes. Uno o dos estudiantes pueden constituirse en actores de la historia, y a medida que el profesor la va contando, ellos actúan lo narrado. Cada dos frases, el profesor hace varias preguntas sobre lo contado, que son muy sencillas de responder y desarrollan en el estudiante los esquemas sintácticos y el vocabulario. Las frases tienen que ser sencillas y fáciles de entender.

Ejemplo: Profesor: ¨Había una vez un rey en Suecia que tenía dos hijos.¨
Preguntas a los estudiantes: ¿Cuántos hijos tenía el rey?
¿Dónde estaba el rey que tenía dos hijos?

Este método es muy efectivo para desarrollar la competencia lingüística de los alumnos. Se le puede dedicar una sesión de 45 minutos por semana, en cuanto los alumnos tengan un mínimo de vocabulario. Al final de la sesión, se le puede pedir a un alumno que cuente toda la historia.

4) El trabajo por grupos de tres alumnos. Para multiplicar el tiempo en el que el alumno habla el idioma en clase, viene bien hacer, cada dos horas, sesiones de 20 minutos en los que los alumnos hablan entre sí a partir de un esquema que se escribe en la pizarra o dándoles a los alumnos unas fichas con preguntas para que se hagan preguntas unos a otros. El profesor va entonces de grupo en grupo, corrigiendo sólo los errores principales. Lo esencial aquí es que hablen, y poco a poco se irán limando los errores.

sábado, 3 de noviembre de 2012

La purificación de la Virgen


Maqueta del Templo de Herodes que se encuentra en el Israel Museum. FOTO: ALBERTO PERAL- ISRAEL TOURISM.
Maqueta del Templo de Herodes que se encuentra en el Israel Museum. FOTO: ALBERTO PERAL- ISRAEL TOURISM.
Todavía impresionados por las palabras de Simeón, a las que siguió el encuentro con la profetisa Ana, san José y la Virgen se dirigirían a la puerta de Nicanor, situada entre el atrio de las mujeres y el de los israelitas. Subirían las quince gradas de la escalinata semicircular para presentarse ante el sacerdote, que recibiría las ofrendas y bendeciría a la joven esposa mediante un rito de aspersión. Con esa ceremonia quedó rescatado el Hijo y purificada la Madre.

 
–¿Te fijas?, escribió san Josemaría contemplando la escena. Ella –¡la Inmaculada!– se somete a la Ley como si estuviera inmunda.
¿Aprenderás con este ejemplo, niño tonto, a cumplir, a pesar de todos los sacrificios personales, la Santa Ley de Dios?
¡Purificarse! ¡Tú y yo sí que necesitamos purificación! –Expiar, y, por encima de la expiación, el Amor. –Un amor que sea cauterio, que abrase la roña de nuestra alma, y fuego, que encienda con llamas divinas la miseria de nuestro corazón.(Santo Rosario, IV misterio gozoso).


La Iglesia condensa los aspectos de este misterio en su oración litúrgica: “Dios todopoderoso y eterno, te rogamos humildemente que, así como tu Hijo unigénito, revestido de nuestra humanidad, ha sido presentado hoy en el templo, nos concedas, de igual modo, a nosotros la gracia de ser presentados delante de ti con el alma limpia” (Cfr. Misal Romano, Oración colecta en la fiesta de la Presentación del Señor).

J. Gil
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sábado, 27 de octubre de 2012

El recinto del Templo: el encuentro con Simeón

San José y la Virgen no se detuvieron allí. Atravesando por las puertas de Hulda el muro que dividía el atrio, y dejando atrás el soreg –la balaustrada que delimitaba la parte prohibida a los gentiles bajo pena de muerte–, finalmente llegaron al recinto del templo, al que se entraba por el lado oriental. Probablemente fue entonces, en el atrio de las mujeres, cuando el anciano Simeón se les aproximó. Había ido allí movido por el Espíritu (Lc 2, 27), seguro de que aquel día vería al Salvador, y lo buscaba entre la multitud. Vultum tuum, Domine, requiram! , repetía San Josemaría al final de su vida para expresar su afán de contemplación. 

Mentiría si negase que me mueve tanto el afán de contemplar la faz de Jesucristo.Vultum tuum, Domine, requiram. Buscaré, Señor, tu rostro. Me ilusiona cerrar los ojos, y pensar que llegará el momento, cuando Dios quiera, en que podré verle, no "como en un espejo y bajo imágenes oscuras… sino cara a cara"(1 Cor, 13-12) (San Josemaría, Apuntes tomados en una reunión familiar, 10-IV-1974). 

Gráfico de
Gráfico de "National Geographic"


Por fin, Simeón reconoció al Mesías en el Niño, lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo: –Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz, según tu palabra: porque mis ojos han visto tu salvación, la que has preparado ante la faz de todos los pueblos (Lc 2, 28-31).

 
«En esta escena evangélica –enseña Benedicto XVI– se revela el misterio del Hijo de la Virgen, el consagrado del Padre, que vino al mundo para cumplir fielmente su voluntad (cfr. Hb 10, 5-7). Simeón lo señala (...) y anuncia con palabras proféticas su ofrenda suprema a Dios y su victoria final (cfr. Lc 2, 32-35). Es el encuentro de los dos Testamentos, Antiguo y Nuevo. Jesús entra en el antiguo templo, él que es el nuevo Templo de Dios: viene a visitar a su pueblo, llevando a cumplimiento la obediencia a la Ley e inaugurando los tiempos finales de la salvación» (Benedicto XVI, Homilía en la celebración de las Vísperas de la fiesta de la Presentación del Señor, 2-II-2011).


Simeón bendijo a los jóvenes esposos y después se dirigió a Nuestra Señora: mira, este ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel, y para signo de contradicción –y a tu misma alma la traspasará una espada–, a fin de que se descubran los pensamientos de muchos corazones (Lc 2, 34-35). En el ambiente de luz y alegría que rodea la llegada del Redentor, estas palabras completan cuanto Dios ha ido dando a conocer: recuerdan que Jesús nace para ofrecer una oblación perfecta y única, la de la Cruz (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 529). En cuanto a María, «su papel en la historia de la salvación no termina en el misterio de la Encarnación, sino que se completa con la amorosa y dolorosa participación en la muerte y resurrección de su Hijo. Al llevar a su Hijo a Jerusalén, la Virgen Madre lo ofrece a Dios como verdadero Cordero que quita el pecado del mundo» (Benedicto XVI, Homilía durante la Misa en la fiesta de la Presentación del Señor, 2-II-2006).

J. Gil
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sábado, 20 de octubre de 2012

La ruta de la Sagrada Familia al Templo


Zona de excavaciones arqueológicas al sur del Monte del Templo. Foto: Leobard Hinfelaar
Zona de excavaciones arqueológicas al sur del Monte del Templo. Foto: Leobard Hinfelaar
Santa María y san José habrían peregrinado a Jerusalén en su niñez, y por tanto ya conocerían el Templo cuando, cumplidos los días de su purificación, fueron con Jesús para presentarlo al Señor (Lc 2, 22). Eran necesarias varias horas para cubrir a pie o a lomos de cabalgadura los diez kilómetros que separan Belén de la Ciudad Santa. Quizá tendrían impaciencia por cumplir una prescripción de la que pocos sospechaban su verdadero alcance: «la Presentación de Jesús en el Templo lo muestra como el Primogénito que pertenece al Señor» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 529). Con el fin de recordar la liberación de Egipto, la Ley de Moisés ordenaba la consagración a Dios del primer hijo varón (Cfr. Ex 13, 1-2 y 11-16); sus padres debían rescatarlo mediante una ofrenda, que consistía en una cantidad de plata equivalente al jornal de veinte días. La Ley también determinaba la purificación legal de las madres después de haber dado a luz (Cfr. Lv 12, 2-8); María Inmaculada, siempre virgen, quiso someterse con naturalidad a este precepto, aunque de hecho no estaba obligada.


La ruta hasta Jerusalén sigue en ligero descenso la ondulación de las colinas. Cuando ya estaban cerca, desde algún recodo verían perfilado el monte del Templo en el horizonte. Herodes había hecho duplicar la superficie de la explanada construyendo enormes muros de contención –algunos de cuatro metros y medio de espesor– y rellenando las laderas con tierra o con una estructura de arcos subterráneos. Formó así una plataforma cuadrangular cuyos lados medían 485 metros en el oeste, 314 en el norte, 469 en el este y 280 en el sur. En el centro, rodeado a su vez de otro recinto, se levantaba el Templo propiamente dicho: era un bloque imponente, recubierto de piedra blanca y planchas de oro, con una altura de 50 metros.


El camino desde Belén iba a parar a la puerta de Jaffa, situada en el lado oeste de la muralla de la ciudad. Desde ahí, varias callejuelas llevaban casi en línea recta hasta el Templo. Los peregrinos solían entrar por el flanco sur. A los pies de los muros había numerosos negocios donde san José y la Virgen podían comprar la ofrenda por la purificación prescrita a los pobres: un par de tórtolas o dos pichones. Subiendo por una de las amplias escalinatas y cruzando la llamada Doble Puerta, se accedía a la explanada a través de unos monumentales pasillos subterráneos.


El pasadizo desembocaba en el atrio de los gentiles, la parte más espaciosa de aquella superficie gigantesca. Estaba dividido en dos zonas: la que ocupaba la ampliación ordenada por Herodes, cuyo perímetro exterior contaba con unos magníficos pórticos; y la que correspondía a la extensión de la explanada precedente, cuyos muros se habían respetado. Atronado siempre por rumores de multitudes, el atrio acogía indistintamente a cuantos querían congregarse en el lugar, extranjeros e israelitas, peregrinos y habitantes de Jerusalén. Este bullicio se mezclaría además con el ruido de los obreros, que seguían trabajando en muchas zonas aún sin terminar.

J. Gil
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sábado, 13 de octubre de 2012

El templo de Jerusalén. Historia de la ciudad Santa

"Cumplido el tiempo de la purificación de la Madre, según la Ley de Moisés, es preciso ir con el Niño a Jerusalén para presentarle al Señor" (Santo Rosario, IV misterio gozoso).
Vista del Monte del Templo desde el “Dominus Flevit”: el lugar donde, según la tradición, Jesús anunció que el templo sería destruido. FOTO: LEOBARD HINFELAAR
Vista del Monte del Templo desde el “Dominus Flevit”: el lugar donde, según la tradición, Jesús anunció que el templo sería destruido. FOTO: LEOBARD HINFELAAR

Para un cristiano, la Ciudad Santa reúne los recuerdos más preciosos del paso por la tierra de Nuestro Salvador, porque en Jerusalén Jesús murió y resucitó de entre los muertos. Fue también escenario de su predicación y milagros, y de las horas intensas que precedieron a su Pasión, en las que instituyó la locura de Amor de la Eucaristía. En ese mismo lugar –el Cenáculo– nació la Iglesia que, reunida en torno a María, recibió el Espíritu Santo el día de Pentecostés.

El torrente Cedrón desde el Monte de los Olivos.  FOTO: ALFRED DRIESSEN
El torrente Cedrón desde el Monte de los Olivos. FOTO: ALFRED DRIESSEN

Historia de la Ciudad Santa

Pero el protagonismo de Jerusalén en la historia de la salvación ya había comenzado mucho antes, con el reinado de David, entre los años 1010 y 970 antes de Cristo. Por su situación topográfica, la ciudad había permanecido durante siglos como un enclave del pueblo jebuseo inexpugnable para los israelitas en su conquista de la tierra prometida. Ocupaba la cima de una serie de colinas dispuestas como peldaños en orden ascendente: en la parte sur de la zona más elevada –conocida todavía hoy con los nombres de Ofel o Ciudad de David–, se encontraba la fortaleza jebusea; en la parte norte, el monte Moria, que la tradición judía identificaba con el lugar del sacrificio de Isaac (Cfr. Gn 22, 2; y 2 Cro 3, 1).

El macizo, con una altura media de 760 metros sobre el nivel del mar, estaba rodeado por dos torrentes profundos: el Cedrón por el lado oriental –que separa la ciudad del monte de los Olivos–, y el Ginón o Gehenna por el oeste y el sur. Los dos se unían con un tercero, el Tiropeón, que atravesaba las colinas de norte a sur.


Cuando David tomó Jerusalén, se estableció en la fortaleza y realizó diversas construcciones (Cfr. 2 Sam 5, 6-12), a la vez que la constituyó capital del reino. Además, con el traslado del Arca de la Alianza, que era el signo de la presencia de Dios entre su pueblo (Cfr. 2 Sam 6, 1-23.), y la decisión de edificar en honor del Señor un templo que le sirviera de morada (Cfr. 2 Sam 7, 1-7. También 1 Cro 22, 1-19; 28, 1-21; y 29, 1-9), la convirtió en el centro religioso de Israel. Según las fuentes bíblicas, su hijo Salomón empezó las obras del Templo en el cuarto año de su reinado, y lo consagró en el undécimo (Cfr. 1 Re 6, 37-38.), es decir, hacia el 960 a. C. Aunque no es posible llegar a las evidencias arqueológicas –por la dificultad de realizar excavaciones en esa zona–, su edificación y su esplendor están descritos con detalle en la Sagrada Escritura (Cfr. 1 Re 5, 15 – 6, 36; 7,13 – 8, 13; y 2 Cro 2, 1 – 5, 13).


Lugar de encuentro con Dios

El Templo era el lugar del encuentro con Dios mediante la oración y, principalmente, los sacrificios; era el símbolo de la protección divina sobre su pueblo, de la presencia del Señor siempre dispuesto a escuchar las peticiones y a socorrer a quienes acudieran a Él en las necesidades. Así queda manifiesto en las palabras que Dios dirigió a Salomón:
Gráfico de
Gráfico de "National Geographic"

Gráfico de "National Geographic": http://ngm.nationalgeographic.com

He escuchado tu oración y he elegido este lugar como Templo para mis sacrificios (...). Desde ahora mis ojos estarán abiertos y mis oídos atentos a la plegaria hecha en este lugar. Pues ahora he elegido y he santificado este Templo para que permanezca mi nombre en él eternamente, y mis ojos y mi corazón estarán siempre ahí. Si tú caminas en mi presencia como caminó tu padre David, cumpliendo todo lo que te he mandado y guardando mis normas y mis decretos, Yo consolidaré el trono de tu realeza como establecí con tu padre David: «No te faltará un descendiente como soberano de Israel». Pero si vosotros me abandonáis y no guardáis mis decretos y mis mandatos como os he propuesto, sino que seguís y dais culto a otros dioses, y os postráis ante ellos, Yo os arrancaré de la tierra que os he dado, apartaré de mi vista el Templo que he consagrado a mi nombre y haré de vosotros motivo de burla y de fábula entre todos los pueblos. Este Templo, que era tan excelso a los ojos de los que pasaban ante él, se convertirá en ruinas (2 Cro 7, 12-21. Cfr. 1 Re 9, 1-9).

La historia de los siguientes siglos muestra hasta qué punto se cumplieron estas palabras. Tras la muerte de Salomón, el reino se dividió en dos: el de Israel al norte, con capital en Samaría, que fue conquistado por los asirios en el año 722 a. C.; y el de Judá al sur, con capital en Jerusalén, que fue sometido a vasallaje por Nabucodonosor en el 597. Su ejército arrasó finalmente la ciudad, incluido el Templo, en el año 587, y deportó la mayor parte de la población a Babilonia.

Antes de esta destrucción de Jerusalén, no faltaron los profetas enviados por Dios que denunciaban el culto formalista y la idolatría, y urgían a una profunda conversión interior; también después recordaron que Dios había condicionado su presencia en el Templo a la fidelidad a la Alianza, y exhortaron a mantener la esperanza en una restauración definitiva. De este modo, fue creciendo la convicción inspirada por Dios de que la salvación llegaría por la fidelidad de un siervo del Señor que obedientemente tomaría sobre sí los pecados del pueblo.

El segundo templo y la llegada de los romanos

No tuvieron que pasar muchos años para que los israelitas sintieran de nuevo la protección del Señor: en el año 539 a. C., Ciro, rey de Persia, conquistó Babilonia y les dio libertad para que regresaran a Jerusalén. En el mismo lugar donde había estado el primer Templo, se edificó el segundo, más modesto, que fue dedicado en el año 515. La falta de independencia política durante casi dos siglos no impidió el desarrollo de una intensa vida religiosa. Esta relativa tranquilidad continuó tras la invasión de Alejandro Magno en el 332 a. C., y también durante el gobierno de sus sucesores egipcios, la dinastía ptoloméica.
Gráfico: J. Gil
Gráfico: J. Gil

La situación cambió en el año 200 a. C., con la conquista de Jerusalén por parte de los Seléucidas, otra dinastía de origen macedonio que se había establecido en Siria. Sus intentos de imponer la helenización al pueblo judío, que culminaron con la profanación del Templo en el 175, provocaron un levantamiento. El triunfo de la revuelta de los Macabeos no sólo permitió restaurar el culto del Templo en el 167, sino que propició que sus descendientes, los Asmoneos, reinasen en Judea.

En el año 63 a. C., Palestina cayó en manos del general romano Pompeyo, dando inicio a una nueva época. Herodes el Grande se hizo nombrar rey por Roma, que le facilitó un ejército. En el 37, tras afianzarse en el poder por medios no exentos de brutalidad, conquistó Jerusalén y empezó a embellecerla con nuevas construcciones: la más ambiciosa de todas fue la restauración y ampliación del Templo, que llevó a cabo a partir del 20 a. C.

La destrucción del Templo

Jesucristo había profetizado que del Templo no quedaría piedra sobre piedra (cfr. Mt 24, 2; Mc 13, 2; Lc 19, 44 y 21, 6). Esas palabras se cumplieron en el año 70, cuando fue incendiado durante el asedio de las legiones romanas. Cincuenta años más tarde, sofocada la segunda sublevación y expulsados los judíos de Jerusalén bajo pena de muerte, el emperador Adriano ordenó construir una nueva ciudad sobre las ruinas de la antigua. La llamó Aelia Capitolina. Sobre las ruinas del Templo, fueron levantados monumentos con las estatuas de Júpiter y del mismo emperador.

En el siglo IV, cuando Jerusalén se convirtió en una ciudad cristiana, se construyeron numerosas iglesias y basílicas en los Lugares Santos. Sin embargo, el monte del Templo quedó abandonado, aunque se permitió el acceso a los judíos un día al año para rezar a los pies del muro occidental, ante lo que se conoce todavía hoy como el muro de las Lamentaciones.

La expansión del islam, que llegó a Jerusalén en el 638, seis años después de la muerte de Mahoma, cambió todo. Los primeros gobernantes centraron su atención en la explanada del Templo. Según una tradición, Mahoma habría ascendido al cielo desde ahí. Pronto se construyeron dos mezquitas: en el centro, sobre el lugar que antaño podría haber ocupado el Santo de los Santos, la de la Cúpula de la Roca, terminada el año 691, que conserva aún la arquitectura original; al sur, donde estaba el mayor pórtico de la época de Herodes, la de Al-Aqsa, que se acabó en el 715, aunque ha sufrido varias restauraciones importantes a lo largo de su historia.
Desde entonces, exceptuando los breves reinos de los cruzados de los siglos XII y XIII, los musulmanes siempre han detentado el derecho sobre el lugar: denominado Haram al-Sharif –el Santuario Noble-, lo consideran el tercero más sagrado del islam, después de la Meca y Medina.

* * *

Los Hechos de los Apóstoles nos han transmitido numerosos testimonios de cómo los Doce y los primeros cristianos acudían al Templo para orar y dar testimonio de la resurrección de Jesús ante el pueblo (cfr. Hch 2, 46; 3, 1; 5, 12.20-25). Al mismo tiempo, se reunían en las casas para la fracción del pan (cfr. Hch 2, 42 y 46), es decir, para celebrar la Eucaristía: desde el inicio, eran conscientes de que «la época del templo ha pasado. Llega un nuevo culto en un templo no construido por hombres. Este templo es su Cuerpo, el Resucitado que congrega a los pueblos y los une en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre» (Joseph Ratzinger/Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Desde la Entrada de Jerusalén hasta la Resurrección, pp. 33-34).

J. Gil
www.es.josemariaescriva.info

sábado, 6 de octubre de 2012

Viajar a Tierra Santa el año de la fe


El Santo Padre, con la carta apostólica "Porta Fidei", del 11 de octubre de 2011, proclamó un Año de la fe, que comenzará el 11 de octubre de 2012, y concluirá el 24 de noviembre de 2013, Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Celebramos este año de la fe coincidiendo con el 50º aniversario del Concilio Vaticano II y el 20º Aniversario de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. Esto no es casualidad, ya que Benedicto XVI nos propone dedicar un tiempo a la reflexión y el redescubrimiento de la fe y tanto el Catecismo como el Concilio son instrumentos muy valiosos para conocer mejor la doctrina de la Iglesia y los fundamentos de nuestro credo.

En este año el santo padre quiere ofrecernos la oportunidad de profundizar en nuestro conocimiento de Cristo para conseguir dos objetivos fundamentales: que nuestra adhesión a Jesucristo sea más sincera y real, y por otro lado, que ese conocer mejor nuestra fe y reafirmarnos en ella, nos lleve a ser testigos del amor de Dios y seamos así apóstoles de la buena nueva, ejemplos del gozo de ser Cristianos.

En relación a esta carta del Santo Padre, la congregación para la Doctrina de la fe nos da una serie de indicaciones para el mejor aprovechamiento de esta gracia de la Iglesia. Entre los consejos propuestos están las peregrinaciones a Roma y Tierra Santa.
La peregrinación a Tierra Santa es un privilegio, una invitación del Señor a conocer los lugares donde vivió, murió y resucitó, un encuentro con Jesucristo vivo, escuchando sus Palabras desde el mismo lugar donde fueron pronunciadas y una ocasión para sentir de manera única el Evangelio. La peregrinación a Tierra Santa supone una experiencia de fe que todo cristiano debería vivir, al menos una vez en la vida.

Se recorren los lugares de la infancia y vida pública de Jesucristo. La visita a Nazaret, donde Él creció. Caná, lugar de su primer milagro. Y Cafarnaún, desde donde irradió sus tres años de vida pública. Especialmente emocionante es la travesía en barco por el Mar de Galilea, el mismo en el que Jesús navegó con sus discípulos y caminó sobre las aguas. También la visita al Río Jordán, donde se pueden renovar las promesas bautismales.
En Belén todos los días son Navidad. Allí se puede hacer el mismo recorrido que hicieron los pastores para adorar al Niño, desde el campo de los Pastores hasta la Basílica de la Natividad, construida en el mismo lugar donde estuvo el pesebre.
Jerusalén es la ciudad Santa. Allí se pueden recrear las últimas horas de la vida de Jesucristo, desde la institución de la Eucaristía hasta su pasión, muerte y resurrección.


sábado, 29 de septiembre de 2012

El milagro de la piscina de Betzata

"Después de esto había una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina, llamada en hebreo Betzata, que tiene cinco pórticos. En éstos yacía una muchedumbre de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Había allí un hombre que padecía una enfermedad desde hacía treinta y ocho años. Jesús, al verlo tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres ser curado? El enfermo le contestó: Señor; no tengo un hombre que me introduzca en la piscina cuando se mueve el agua; mientras voy desciende otro antes que yo. Le dijo Jesús: Levántate, toma tu camilla y anda. Al instante aquel hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar Aquel día era sábado. Entonces dijeron los judíos al que había sido curado: Es sábado y no te es lícito llevar la camilla. El les respondió: El que me ha curado es el que me dijo: Toma tu camilla y anda. Le interrogaron: ¿Quién es el hombre que te dijo: Toma tu camilla y anda? El que había sido curado no sabía quién era, pues Jesús se había apanado de la turba allí reunida" (Juan 5, 1-16).
La piscina en realidad es doble. Se trata de dos extensos estanques de planta ligeramente trapecial, separados entre sí por una estrecha franja de roca. Los antiguos pórticos rodeaban de forma continua ambas piscinas, de modo que en realidad eran cuatro, más un quinto, abierto a los dos lados, que separaba una piscina de otra.
Las dos piscinas gemelas no están exactamente en el mismo plano, pues la del norte se halla algo más elevada. Esto facilitaba el trasvase de agua de ésta a la de abajo. La profundidad de los estanques es de unos trece metros y sus paredes están revocadas de yeso, para evitar en lo posible filtraciones de agua. Ésta debía proceder de la lluvia y de la captación en aquella zona de vaguada, pero las aguas de una de las dos piscinas solían tomar un color rojizo, según la observación de Eusebio de Cesarea en el siglo IV.
Entre los dos estanques hay un canal, situado a ocho metros de altura desde el fondo de la  piscina alta, por el que solo pasaba el agua cuando el nivel de aquella excedía esa altura. Esto quiere decir que en determinadas ocasiones el agua entraba repentinamente en la piscina inferior. La entrada intermitente de ésta en la piscina baja provocaba una cierta turbulencia. A esto debía de estar asociada la creencia popular de que era entonces cuando se ponía más de manifiesto la especial virtud curativa de las aguas. Se han hallado las escaleras de piedra que desde los pórticos permitían descender hasta el agua. Todo indica que se trataba de un antiuguo lugar de baños. Además, la creencia de que el agua en ciertos estanques de Jerusalén poseía virtudes curativas estaba muy difundida.
Cfr. Conzález Echegaray, Arqueología..., p. 188.



sábado, 22 de septiembre de 2012

Últimos días de la peregrinación del Venerable Siervo de Dios Álvaro del Portillo

"Durante los días siguientes volvió varias veces a los dos Centros, y en cada uno celebró un día la Santa Misa: en uno el 20 y en el otro el 21.

El 18 celebró en un altar de la Basílica del Santo Sepulcro, y el 19 en la Basílica de la Natividad, en Belén. El día 19, sábado, era mi santo, y don Álvaro me felicitó en cuanto me vio, al bajar a desayunar.

Aquel día hubo por la tarde un encuentro en el hotel Paradise, en Belén, con más de cien personas entrelas que había cristianos, hebreos, musulmanes... Fue una reunión muy cordial: don Álvaro respondió con enorme cariño y delicadeza a las preguntas que le hicieron. Insistió en la necesidadde que árabes y judíos convivieran pacíficamente. Más tarde, en Jerusalén, visitó al Patriarca latino. Dos días después acudiría también a la Delegación apostólica.
El domingo 20 estuvimos por la mañana en Betania y por la tarde en Ain-Karin. A las 11 del día 22 de marzo don Álvaro concelebró en la iglesia del Cenáculo con don Javier, don Joaquín, don Alberto y Father Lawrence Richardson, otro sacerdote del Opus Dei que vivía en Jerusalén: iba a ser la última Misa de aquella peregrinación a los Santos Lugares, pero fue también —¡quién habría podido imaginarlo!— la última de don Álvaro en esta tierra. La homilía la pronunció don Javier. Don Álvaro nos dio la Comunión.

Pocas horas después estábamos ya en el avión, de vuelta a Roma. Durante el vuelo enfoqué con la cámara de vídeo a don Álvaro y empecé a filmarle. Don Álvaro estuvo mirando sonriente al objetivo y,en cierto momento, hizo un gesto afectuoso de saludo —o de despedida— con la mano. Hacia las ocho de la noche, el más joven de la tripulación nos ofreció algo de beber. Don Álvaro y don Javier se interesaron por su familia, por su trabajo, por sus aficiones..., y le explicaron algunos aspectos del espíritu de la Obra. En el aeropuerto de Ciampino esperaban varias familias con ramos de flores. Don Álvaro estuvo muy cariñoso con todos.
Me acosté poco después de llegar a casa, y hacia las 3 de la mañana me llamó don Javier: don Álvaro no se encontraba bien. Cuando llegué a la habitación, don Álvaro presentaba dificultad para respirar. En seguida perdió la conciencia. Le apliqué oxígeno. No tenía apenas pulso. Al tratamiento farmacológico siguieron maniobras de reanimación cardiopulmonar, sin respuesta. Tuve que decirle a don Javier que don Álvaro se moría. Don Javier le dio varias veces la absolución y le administró la unción de enfermos. Hacia las 4 de la mañana, y a la pregunta de don Javier de si don Álvaro había muerto no tuve más remedio que responder afirmativamente. Besé el rostro amable y sin vida de don Álvaro, con la seguridad de que desde el cielo me sonreía".
Dr. José María Araquistain

sábado, 15 de septiembre de 2012

Primeros días de la peregrinación del Venerable Siervo de Dios Álvaro del Portillo

"A primera hora de la tarde del 14 de marzo de 1994 salimos del aeropuerto de Ciampino, con destino a Tel Aviv, don Álvaro, don Javier Echevarría, don Joaquín Alonso y yo. Don Álvaro hacía aquel viaje a Tierra Santa por su gran amor a Jesucristo, es decir, por devoción, pero también por un motivo pastoral, pues desde hacía poco había algunos fieles del Opus Dei que vivían y trabajaban en Jerusalén y desarrollaban allí una incipiente labor apostólica. El viaje había sido costeado por un amigo como regalo a don Álvaro por su 80 cumpleaños. Nunca agradeceré bastante el privilegio de haber podido acompañar a don Álvaro durante aquellos días, que me permitieron vivir una experiencia familiar irrepetible en un clima sereno de cariño humano y buen humor.
El embajador de Uruguay en Israel, Aníbal Díaz, había puesto su coche a disposición de don Álvaro. El día 15 nos dirigimos con ese coche de Tel Aviv a Nazaret pasando por el Monte Carmelo. En Haifa, una turista portorriqueña reconoció a don Álvaro y le pidió que permitiera a su marido fotografiarla con él. Don Álvaro accedió. Escenas parecidas se repetirían en los días siguientes. Ya enNazaret, por la tarde, don Álvaro celebró la Santa Misa en la basílica de la Anunciación. En la homilía habló del Misterio de la Encarnación y también del dolor como regalo de Dios: sin duda pensaba en Aníbal, que en aquel momento padecía una grave enfermedad y que asistía a la Misa con su esposa.

El día 16 por la mañana estuvimos en la iglesia del Primado de Pedro; más tarde en el monte de las Bienaventuranzas, donde Don Álvaro celebró la Misa; después en Cafarnaún... Por la tarde hicimos media hora de oración a la orilla del mar deTiberiades. Don Álvaro, don Javier y don Joaquín se sentaron sobre un tronco caído. Don Joaquín leyó algunos pasajes del Evangelio sobre la presencia de Jesucristo en aquel lugar. Don Alberto Steinworth —uno de los sacerdotes del Opus Dei que vivían en Jerusalén— y yo nos acomodamos en una roca, detrás de don Álvaro.Tuve la neta sensación de que aquel momento era importante, y procurando no distraerles hice algunas tomas de vídeo. Junto a la orilla se veía también a una religiosa y, en otro lugar, a un religioso. Cuando ya nos íbamos, llegaron cuatro chicos jóvenes de diferentes razas y se pusieron a rezar juntos en voz baja. En el camino de vuelta arrancamos hojas de algunas plantas como recuerdo.

Al día siguiente, 17 de marzo, viajamos de Nazaret a Jerusalén pasando por el MonteTabor, donde don Álvaro celebró la Misa. En Jerusalén, después de rezar en el Santo Sepulcro y en el Calvario, don Álvaro acudió a los dos Centros del Opus Dei que había en la ciudad".
Dr. José María Araquistain

viernes, 7 de septiembre de 2012

Ayn Karem, lugar de la Visitación.

Por aquellos días, María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a isabel. y cuando oyó isabel el saludo de maría, el niño saltó en su seno, e isabel quedó llena dl espíritu santo; y exclamando en voz alta dijo: - bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de vientre. ¿de dónde a mi tanto bien, que venga la madre de mi señor a visitarme?...” (lucas, 1, 41-43).
Ain Karem, que se traduce como "Fuente del Viñedo", es un pueblecito situado en las cercanías de Jerusalén, al oeste de la ciudad nueva y a unos 6 kilómetros de la Puerta de Jaffa. En este pueblo es donde la tradición ha venido recordando dos hechos relatados en el evangelio de San Lucas: la Visitación de María a su prima Isabel y el nacimiento de Juan Bautista. Precisamente fue la visita de la Virgen la que dio nombre a la principal iglesia de la aldea.
San Lucas es, como ya queda dicho, el único evangelista que describe el encuentro entre las dos mujeres, en el cual María pronunció las palabras inmortales que conocemos como el Magnificat. Zacarías, el esposo de Isabel, era sacerdote del Templo de Jerusalén, y fue mientras se encontraba en el servicio allí que apareció ante él el ángel Gabriel para anunciarle el embarazo de Isabel, pero Zacarías fue tan incrédulo que se quedó sin habla hasta el nacimiento de su hijo, Juan, el llamado Bautista.

Cerca de la iglesia, en el centro de la aldea, se encuentra el Manantial de Nuestra Señora María, donde se dice que la Virgen pudo descansar antes del ascenso final a la casa de su prima. Una artística verja delimita la propiedad franciscana, articulada en torno un patio interior cuya pared derecha está totalmente cubierta por el Magnificat en numerosos idiomas. Es una forma de honrar a María y, con ella, alabar a Dios con palabras distintas, pero con los mismos sentimientos de ella, uniendo las voces de todos los pueblos de la tierra. En este lugar hay dos iglesias superpuestas, obra del arquitecto y terciario franciscano A. Barluzzi; ambas están igualmente decoradas con frescos de Vagarini.
Desde el patio se entra directamente en la capilla inferior o cripta, detrás del pórtico oriental. Los frescos representan el encuentro de María e Isabel, Zacarías ofreciendo el incienso en el Templo y, a la derecha, Isabel protegiendo al niño Juan de la muerte decretada por Herodes. Al fondo del pequeño túnel abovedado hay una antigua cisterna. A la izquierda de la entrada al patio hay una escalera que sube hasta la iglesia superior. Ésta está construida sobre los cimientos de la iglesia cruzada. Los frescos del muro sur representan, de adelante hacia atrás: el concilio de Éfeso, donde se proclamó la maternidad divina de María; María Refugio nuestro; María mediadora en la bodas de Caná; María Socorro de los cristianos en la batalla de Lepanto; y Duns Scoto defendiendo la inmaculada concepción de la Virgen.

Las excavaciones realizadas por el arqueólogo franciscano Bagatti en 1937 demostraron que el sitio estuvo ocupado desde el siglo XII a.C., hasta el periodo Bizantino, durante el cual se transformó en un lugar de culto cristiano. Probablemente la existencia de dos lugares de culto cristianos separados no tengan otra explicación que la de exaltar por igual el nacimiento de Juan y la visita de María a su prima.


sábado, 1 de septiembre de 2012

Iglesia de san Juan Bautista. Ayn Karem

"Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan". Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.  Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?" Porque la mano del Señor estaba con él. Entonces Zacarías, su padre, quedó lleno del Espíritu Santo y dijo proféticamente. "Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su Pueblo, y nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor, como lo había anunciado mucho tiempo antes por boca de sus santos profetas, para salvarnos de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian. Así tuvo misericordia de nuestros padres y se acordó de su santa Alianza, del juramento que hizo a nuestro padre Abraham de concedernos que, libres de temor, arrancados de las manos de nuestros enemigos, lo sirvamos en santidad y justicia bajo su mirada, durante toda nuestra vida. Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor preparando sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados; gracias a la misericordiosa ternura de nuestro Dios, que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente, para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz". El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel". (Lc 1, 57-80).
La iglesia está construida en el lugar tradicional de la casa de Zacarías e Isabel, padres de Juan Bautista, y sobre restos de la iglesia bizantina del siglo IV. Fue levantada por los cruzados y restaurada por los franciscanos en 1675.

Bajo el pórtico puede verse, a través de una rejilla, una especie de cripta en donde se conserva un mosaico bizantino, que tiene reproducida la aclamación: ”Salud, mártires de Dios”, que podría aludir a los monjes asesinados por los samaritanos en la sublevación del siglo VI.

La iglesia es de tres naves y cúpula en el crucero. En la capilla situada al fondo de la nave norte hay una gruta que se cree fue parte de la casa de Zacarías e Isabel. Debajo del altar puede leerse una inscripción latina, que traducida dice así:”Aquí nació el Precursor de Dios”. Los muros de la iglesia están recubiertos de azulejos de la Comunidad Valenciana, traídos durante el reinado de Isabel II. Los lienzos que decoran los muros son pintura española de distintas escuela. Sobresale el cuadro que representa la degollación de Juan Bautista, de Ribalta, encima de la puerta de la sacristía; la gran cantidad de obras españolas se debe a que este santuario fue propiedad de España hasta 1980, cuando el gobierno lo cedió a la Santa Sede. Recientemente se ha descubierto una cueva que formó parte de un complejo sistema de agua del siglo VIII a.C., consistente en un gran depósito de agua, o cisterna de 20 metros de profundidad, revocado, tres piscinas al aire libre…
Se cree que se reutilizó como lugar de culto donde se bautizaba en el siglo I siguiendo un ritual; es decir, desde Juan Bautista hasta el siglo II. Más tarde, según los investigadores, se estableció allí una comunidad de monjes que perpetuó la memoria del Bautista, por lo que recibe el nombre de Cueva de Juan Bautista. Como alusivo al Bautista se interpreta un grafito donde aparece un personaje con nimbo en torno a la cabeza, un bastón en la mano izquierda y la mano derecha alzada en ademán de proclamación. Puede considerarse un paralelo iconográfico otro grafito hallado en Nazaret, donde el personaje considerado como el de Juan Bautista, tiene en la mano un estandarte con la cruz cósmica. En el patio exterior de la Iglesia puede verse, escrito en multitud e idiomas, el Benedictus (la oración que recitó Zacarías cuando recuperó el habla, después del nacimiento de su hijo Juan).
http://www.primeroscristianos.com/

viernes, 24 de agosto de 2012

Peregrinación de ciegos a Tierra Santa


Recibí la visita en casa de D. Julián Díez-Antoñanzas, amigo de Zaragoza, que pertenece a la Sociedad sacerdotal de la Santa Cruz y es párroco en esa ciudad. Ante mi asombro me contó que venía de peregrinación con un grupo de ciegos. Le hice varias preguntas para saber cómo era la peregrinación a Tierra Santa de una persona que no podía ver. Después he leído una entrevista que le hicieron sobre esta peregrinación y me gustaría reproducirla por su interés.
"D. Julián, ¿puede una persona ciega aprovechar una peregrinación religiosa a Tierra Santa, cuando parece que todo se basa en poder “ver” los distintos lugares en los que se desarrolló la vida de Jesús?
A los ciegos les gusta viajar, incluso “ver” películas (así se expresan ellos). A través del sonido se hacen una idea bastante real de las cosas. Están acostumbrados a pasar por los lugares sin especiales indicaciones. Por eso creo que para un ciego es más fácil “conectar” con la tierra de Jesús que para alguien que ve, porque no le distraen los edificios modernos, los coches, los postes de la luz… El ciego siente la geografía, paladea el clima, asocia los sonidos naturales a los que escuchó Nuestro Señor… Saben que están en un lugar santo, los guías y acompañantes les describen las cosas, y eso les ayuda mucho. Tocan, palpan la piedra, porque para ellos el sentido del tacto es esencial. Y con su imaginación completan el cuadro.
¿Tuvieron algún problema en la entrada al país?
Desde el propio viaje en avión en una aerolínea israelí hasta la llegada al aeropuerto fuimos tratados de modo excelente por las autoridades de Israel. Pusieron todo tipo de facilidades y amablemente agilizaron los trámites.
Jesucristo curó a varios ciegos a lo largo de su vida. ¿Se ha producido también algún milagro estos días?
Al llegar a Jerusalén varios empezaron a pedir en tono de broma “llévenos a Siloé, que para eso hemos venido…”. No se podía ir al lugar donde el Señor curó al ciego de nacimiento, pero entonces advertí que los ciegos tienen mucho sentido del humor, que les gusta hacer bromas relacionadas con su limitación.
Y lo cierto es que ellos iban a ver con los ojos de la fe, y creo que han cumplido sobradamente su deseo. Han regresado muy removidos religiosamente, y todos con la convicción de que habían “visto” la tierra del Señor.
Uno de los peregrinos ha dejado escrito: “Junto al Cenáculo pudimos tocar el relieve en bronce que representa al colegio apostólico, acariciando la figura del Señor que hace de puerta del Sagrario”. ¿La fe necesita de los sentidos?
Sí. La Encarnación y los Sacramentos son la materialización del amor de Dios para que podamos palparlo con los dedos. Junto al Cenáculo recorrieron un gran retablo en bronce con las figuras de los apóstoles y de Jesús en la Última Cena. Pudieron palpar la gruta de la Encarnación, que está cerrada para los peregrinos, pero a ellos les dejaron. Nos impresionó mucho, cuando cerraron la Basílica, cómo en silencio uno por uno entraban para tocar las paredes, la estrella donde indica que el Verbo se hizo carne...
Les impactó poder mojar sus manos con el agua del Jordán, y también tuvieron el privilegio de tocar uno de los olivos más antiguos de Getsemaní, porque el hermano franciscano custodio del lugar les permitió pisar el jardín con la condición de que no arrancaran ninguna hoja. Se abrazaban al olivo centenario y salían emocionados. Esa noche hicieron una hora de adoración ante el Santísimo delante de la roca de la agonía, y también pudieron confesarse. Fue uno de los momentos más impresionantes.
"Ellos iban a ver con los ojos de la fe, y creo que han cumplido sobradamente su deseo"¿Cómo se vive el espíritu del Opus Dei, tan unido a la vida ordinaria, en una ocasión extraordinaria como ha sido esta peregrinación?
Es muy fácil vivirlo en una peregrinación a Tierra Santa. En realidad, vivir las normas del plan de vida y el espíritu de servicio es lo ordinario, y más con estas personas. Y hay que tener en cuenta que el espíritu de peregrinación también es ordinario, porque es espíritu de vigilancia, de conversión, de estar en camino hacia Dios… Eso puede vivirse en cualquier circunstancia.
¿Qué ha aprendido de estas personas ciegas?
A mirar con más profundidad las cosas, a contemplar, a captar aspectos que el bullicio de la vida en ocasiones no deja ver con claridad. Ellos perciben con todo su ser, porque cuando uno no puede ver con los ojos se esfuerza con el resto de su persona.
Además, los ciegos son personas muy organizadas, necesitan tener siempre cada cosa en su sitio, y son muy puntuales, facilitaron la peregrinación al máximo; diez minutos antes de cada cita ya estaban todos preparados.
Supieron prescindir de las comodidades de los hoteles para estar en las residencias de los franciscanos, junto a los lugares sagrados, y poder emplear el tiempo libre en pasar (siempre acompañados) a los lugares sagrados. Y también era muy contagiosa su alegría, su sentido del humor; rebosaban felicidad.

Fuente:Artículo de la web Opus Dei