sábado, 30 de diciembre de 2017

La Madre de Dios

Η Παναγία Ιεροσολυμίτισσα / Panagia Ierosolymitissa - Most Holy Lady of Jerusalem, very popular icon of the Theotokos because it overlooks the empty tomb of the Most Holy Theotokos at the Sepulcher of the Mother of God in GethsemaneLa contemplación del misterio del nacimiento del Salvador ha impulsado al pueblo cristiano no sólo a dirigirse a la Virgen santísima como a la Madre de Jesús, sino también a reconocerla como Madre de Dios. En la primera comunidad cristiana, mientras crece entre los discípulos la conciencia de que Jesús es el Hijo de Dios, resulta cada vez más claro que María es la Theotokos, la Madre de Dios. Se trata de un título que no aparece explícitamente en los textos evangélicos, aunque en ellos se habla de la «Madre de Jesús» y se afirma que él es Dios [56]. Por lo demás, presentan a María como Madre del Emmanuel, que significa Dios con nosotros [57]. Ya en el siglo III, como se deduce de un antiguo testimonio escrito, los cristianos de Egipto se dirigían a María con el nombre de laTheotokos [58].

En el siglo IV, el término Theotokos ya se usa con frecuencia tanto en Oriente como en Occidente. La piedad y la teología se refieren cada vez más a menudo a ese término, que ya había entrado a formar parte del patrimonio de fe de la Iglesia. Por ello se comprende el gran movimiento de protesta que surgió en el siglo V cuando Nestorio puso en duda la legitimidad del título «Madre de Dios» [59]. Esa verdad fue profundizada y percibida, ya desde los primeros siglos de la era cristiana, como parte integrante del patrimonio de la fe de la Iglesia, hasta el punto de que fue proclamada solemnemente en el año 431 por el concilio de Efeso. Cuando proclama a María «Madre de Dios», la Iglesia profesa con una única expresión su fe en el Hijo y en la Madre. Con la definición de la maternidad divina de María los Padres conciliares querían poner de relieve su fe en la divinidad de Cristo.

Las dificultades y las objeciones planteadas por Nestorio nos brindan la ocasión de hacer algunas reflexiones útiles para comprender e interpretar correctamente ese título. La expresión Theotokos,que literalmente significa «la que ha engendrado a Dios», a primera vista puede resultar sorprendente, pues suscita la pregunta: ¿cómo es posible que una criatura humana engendre a Dios? La respuesta de la fe de la Iglesia es clara: la maternidad divina de María se refiere sólo a la generación humana del Hijo de Dios y no a su generación divina. El Hijo de Dios fue engendrado desde siempre por Dios Padre y es consustancial con él. Evidentemente, en esa generación eterna María no intervino para nada. Así pues al proclamar a María «Madre de Dios», la Iglesia desea afirmar que ella es la «Madre del Verbo encarnado, que es Dios». Su maternidad, por tanto, no atañe a toda la Trinidad, sino únicamente a la segunda Persona, al Hijo, que, al encarnarse, tomó de ella la naturaleza humana.

«La maternidad es una relación entre persona y persona: una madre no es madre sólo del cuerpo o de la criatura física que sale de su seno, sino da la persona que engendra. Por ello, María, al haber engendrado según la naturaleza humana a la persona de Jesús que es persona divina, es Madre de Dios (...) En la Theotokos la Iglesia, por una parte, encuentra la garantía de la realidad de la Encarnación, porque "si la Madre fuera ficticia, sería ficticia también la carne (...) y serían ficticias también las cicatrices de la resurrección" [60]. Y, por otra, contempla con asombro y celebra con veneración la inmensa grandeza que confirió a María Aquel que quiso ser hijo suyo. La expresión «Madre de Dios» nos dirige al Verbo de Dios, que en la Encarnación asumió la humildad de la condición humana para elevar al hombre a la filiación divina. Pero ese título, a la luz de la sublime dignidad concedida a la Virgen de Nazaret proclama también la nobleza de la mujer y su altísima vocación» [61]. En suma, Dios trata a María como persona libre y responsable, no lleva a cabo la Encarnación de su Hijo sino después de haber obtenido su consentimiento y, así, «en María el Espíritu Santo realiza el designio benevolente del Padre. La Virgen concibe y da a luz al Hijo de Dios con y por medio del Espíritu Santo. Su virginidad se convierte en fecundidad única por medio del poder del Espíritu y de la fe» [62].

A partir del siglo V, poco después que el Concilio de Éfeso proclamara a María con el título deTheotokos, se comienza a atribuirla el título de Reina. Precisamente en la escena de la adoración de los Magos, san Mateo presenta a María a sus lectores judíos, implícta pero claramente, como la nueva gebiráh del reino mesiánico que Jesús va a instaurar con su venida al mundo. En efecto, si nos centramos en los aspectos marianos de este pasaje, advertimos dos características muy significativas. Por una parte, todo el pasaje de los Magos está centrado en el homenaje que se desea rendir al «Rey de los judíos»; un rey de la estirpe de David y profetizado como Rey-Mesías en el AT [63]. Y, por otra, la protagonista es María y el Niño, sabiendo que san Mateo tiene como protagonista de su Evangelio de la Infancia a san José. Aquí desaparece de la escena del relato, y no es razonable suponer que el santo Patriarca estuviera ausente en un momento tan importante y delicado.

Resultado de imagen de fotos más famosas de la Virgen en Belén, tierra santa«En la corte de Judá, la madre del rey ocupa un lugar honorífico y goza de ciertas prerrogativas. Se la llamará gebiráh [64], la que da origen al héroe (geber) que es el rey [65]. Betsabé será la primera "gran dama" en Israel. Sin que se pueda precisar exactamente su poder, está claro —si se compara la postración que hace ante David, su esposo [66], con la que recibe de Salomón, su hijo [67]—; que después de la muerte de David se transformaron por completo su relación con el poder real y su dignidad. A continuación, al comienzo de cada reinado en Judá, el autor del libro de los Reyes anotará con cuidado, al lado del nombre del rey, el nombre de su madre» [68]. Por esto, muchos estudiosos ven en estos dos detalles una intención teológica del hagiógrafo, que asocia a María en la función regia de su Hijo, como Madre del Rey [69].

[56] Cfr Ioh 20,28; cfr 5,18; 10,30.33. 
[57] Cfr Mt 1,22-23. 
[58] Concretamente con esta oración que se recoge en la Liturgia de las Horas: «Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios: no desoigas la oración de tus hijos necesitados; líbranos de todo peligro, oh siempre Virgen gloriosa y bendita». En la mitología pagana a menudo alguna diosa era presentada como madre de algún dios. Por ejemplo, Zeus, dios supremo, tenia por madre a la diosa Rea. Ese contexto facilitó, tal vez, en los cristianos el uso del título Theotokos, «Madre de Dios», para la madre de Jesús. Con todo, conviene notar que este título no existía, sino que fue creado por los cristianos para expresar una fe que no tenia nada que ver con la mitología pagana, la fe en la concepción virginal, en el seno de María, de Aquel que era desde siempre el Verbo eterno de Dios. 
[59] En efecto al pretender considerar a María sólo cómo madre del hombre Jesús, sostenía que sólo era correcta doctrinalmente la expresión «Madre de Cristo». Lo que indujo a Nestorio a ese error fue la dificultad que sentía para admitir la unidad de la persona de Cristo y su interpretación errónea de la distinción entre las dos naturalezas —divina y humana— presentes en él. El concilio de Éfeso en el año 431 condenó sus tesis y al afirmar la subsistencia de la naturaleza divina y de la naturaleza humana en la única persona del Hijo, proclamó a María Madre de Dios.

[60] San Agustín, Tract. in Ev. loannis, 8, 6-7. 
[61] AUG, 27-XI-1996. 
[62] CEC, 723; cfr Lc 1,26-38; Rom 4,18-21; Gal 4,26-28. 
[63] San Andrés de Creta es unos de los Padres de la Iglesia que más se distingue en la proclamación de la realeza de María. A Ella aplica las palabras del Salmo 44: «Atu derecha está la Reina con vestido recamado de oro y con variedad de adornos»: cfr Andrés de Creta, Homilías marianas, Ciudad Nueva, Madrid 1995, pp. 19-21. 
[64] Cfr 1 Reg 15,13. 
[65] Cfr 2 Sam 23,1. 
[66] Cfr 1 Reg 1,15-16. 
[67] Cfr 1 Reg 2,19. 
[68] J.P. Michaud, María en los Evangelios, Verbo Divino, "Cuadernos Bíblios", nº 77, 2ª ed., Estella 1992, p. 26. 
[69] Un breve resumen de la realeza de María se encuentra en A. Orozco, Madre de Dios y Madre nuestra, Rialp, Madrid 1996, pp. 59-64.

sábado, 23 de diciembre de 2017

Los ángeles anuncian la "Buena Nueva" a los pastores

Imagen relacionadaEntramos en la tercera y más importante parte del relato: «Había unos pastores por aquellos contornos, que dormían al raso y vigilaban por turno su rebaño durante la noche. De improviso un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de luz y se llenaron de un gran temor. El ángel les dijo: No temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre» (Lc 2,8-12). Estamos ante un típico anuncio angélico bíblico, que guarda gran parecido con los anuncios a Zacarías y a María, que ya comentamos. Hay una diferencia clara entre ellos: aquí no hay pregunta de aclaración de cómo se llevará a cabo el mensaje angélico, porque lógicamente ahora se trata del anuncio de algo que ya ha sucedido.

Siguiendo el texto de la narración podemos desglorsarlo en las siguientes etapas: la presentación (v. 8); la presencia del enviado divino (v. 9); el temor que despierta el enviado divino (v. 9); unas palabras de consuelo (v. 10); llega el mensaje (v. 11); y, finalmente, los signos que ratifican el mensaje (v. 12). Comienza, pues, a cumplirse lo que hemos escuchado a María en el Magnificat sobre los anawim, los pobres y los humildes. En efecto, los judíos incluían a los pastores entre los «publicanos y pecadores», por su ignorancia religiosa, inflingían continuamente las prescripciones de la Ley de Moisés, y se les consideraba testigos no válidos en los los juicios... Sin embargo, fueron los primeros invitados a ser testigos del mayor acontecimiento hasta entonces acaecido en el mundo. Jesús, rechazado por los «suyos», es acogido por los sencillos y rudos pastores, primeros destinatarios de la Buena Nueva de salvación. El Buen Pastor ha querido que los primeros en conocer su nacimiento en Belén fueran unos sencillos pastores que hacían la guardia nocturna de sus rebaños.

La aparición inesperada del «ángel del Señor», acompañada de la «gloria del Señor» [12], produjo un razonable temor en los pastores. El mensaje que les dirige es una invitación a la alegría, acompañada por una exhortación a vencer el miedo: «¡No temáis!». La noticia del nacimiento de Jesús representa para ellos, como para María en el momento de la Anunciación, el gran signo de la benevolencia divina hacia los hombres. Aunque toda esta escena está enmarcada en un ambiente universalista -la cita del Emperador y el censo para todo el mundo-, san Lucas se refiere sólo al pueblo (laos) judío.

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Se inicia, pues, una época nueva (hoy, semeron). El gran anuncio, hecho con cierta solemnidad y con claro sabor mesiánico -os ha nacido "un niño" [13]-, es el nacimiento de un Niño Salvador-Cristo-Señor, títulos que nos revelan la divinidad del Salvador del pueblo y esperado Mesías. Aunque los pastores no reclaman ningún signo, el ángel les da una triple señal: encontraréis a un niño; envuelto en pañales; y reclinado en un pesebre.

La primera señal viene a decirles que el Mesías prometido, que es Dios y Salvador, no viene con fuerza y poder, sino inerme y débil, próximo o semejante a nosotros y que salvará a todos compartiendo nuestra misma condición y vida. La segunda señal, es interpretada por unos como una alusión a la realeza del niño; por otros, como acogida cariñosa de María y José; e incluso para otros, llega simplemente para decirnos que viene a la tierra como cada uno de nosotros, naciendo de una madre. Finalmente, la tercera señal -reclinado en un pesebre- es, para unos, un referente del sepulcro donde será enterrado; otros ven un paralelismo antitético con Is 1,3 [14]: los pastores, primicia del pueblo escogido, obedecen al mandato evangélico y conocen el pesebre del Señor; y, finalmente, según otros lo que pretende es sólo ratificar que el recién nacido desciende de David.

Acto seguido, el evangelista interrumpe el hilo de la narración y muestra otro hecho portentoso que completa el mensaje. Los cielos de Belén se llenaron entonces de ángeles cantores que alaban al Señor por el nacimiento de un Niño: «De pronto apareció junto al ángel una muchedumbre de la milicia celestial, que alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad» (Lc 2,13-14). El cántico de los ángeles revela a los pastores lo que ya María había expresado en su Magnificat: el nacimiento de Jesús es el signo del amor misericordioso de Dios, que se manifiesta especialmente a los pobres y humildes. De algún modo nos recuerda aquella teofanía que narra el profeta Isaías, en la que oyó cantar a un coro de serafines [15]. La «gloria» expresa el honor que se debe tributar a la Majestad de Dios. La «paz», en cambio, indica el efecto que va a tener el nacimiento del Niño: es decir, la felicidad que nos trae el amor de Dios para su pueblo por la llegada del Mesías.

Imagen relacionadaA la invitación del ángel los pastores responden con entusiasmo y prontitud: «luego que los ángeles se apartaron de ellos hacia el cielo, los pastores se decían unos a otros: Vayamos hasta Belén, y veamos este hecho que acaba de suceder y que el Señor nos ha manifestado» (Lc 2,15). Deciden comprobar ocularmente el mensaje angélico. También quieren obedecer con presteza y su búsqueda tiene éxito: «vinieron presurosos, y encontraron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre» (Lc 2,16).

La Madre muestra con alegría a los pastores a su Hijo primogénito [16]. Es un acontecimiento decisivo en sus vidas. «Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas acerca de este niño» (Lc 2,17). Después de la admirable experiencia del encuentro con la Madre y su Hijo, los pastores se convierten en los primeros evangelizadores de todos los tiempos. «Y todos los que escucharon se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho» (Lc 2,18).

¡Qué importante es que existan estos mensajeros del gozo que anuncian la venida del Señor! Sin esta llamada permanente y este «regocijo» de los mensajeros, tal vez olvidáramos la actualidad de la venida de Señor. Mensajeros fueron los profetas, mensajeros fueron los autores humanos de la Sagrada Escritura; mensajeros son -y serán siempre- en la Iglesia los santos y todos aquellos impulsados por el Espíritu Santo.


[12] En el tercer Evangelio la «gloria del Señor» (doxa Kyriou) es el signo característico de la presencia de Dios en la tradición sacerdotal (cfr. Ex 24,10) y está relacionada con la glorificación pascual de Cristo por parte del Padre (cfr Lc 9,26.31.32; 21,27). Ahora bien, «por la iluminación del Espíritu -comenta san Basilio- contemplamos propia y adecuadamente la gloria de Dios; y por medio de la impronta del Espíritu llegamos a aquel de quien el Espíritu Santo es impronta y sello» (Sobre el Espíritu Santo, 6).
[13] Cfr Is 9,6.
[14] «Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no discierne».
[15] «Santo, santo, santo Yahwéh Seboat, llena está toda la tierra de tu gloria» (Is 6,3).
[16] LG, 57.

sábado, 16 de diciembre de 2017

Nacimiento de Jesús en Belén

Resultado de imagen de Belén. Tierra SantaSan Lucas quiso situar en la Historia el suceso del nacimiento de Jesús. «En los planes de Dios, a la Encarnación, realizada en la intimidad, seguía el Nacimiento, también en el silencio y la humildad. Sólo se comunica de inmediato a unos pobres pastores de los contornos de Belén, a unos sabios de Oriente, los Magos, y a muy pocas personas más. Aparentemente no había sucedido nada relevante. Pero, de hecho, se había producido el sesgo más importante en la historia de los hombres. Y sigue la paradoja divina: el Omnipotente, el Amo de universo, se nos muestra con el encanto y la debilidad de un niño, que necesita de todos» [1]. El relato lucano consta de tres partes. La primera, describe el tiempo y circunstancias del hecho, fijando así su marco histórico; la segunda, cuenta brevemente el nacimiento; y la tercera, relata la adoración de los pastores. El evangelista destaca hasta tal punto esta última, que las dos primeras vienen a ser como su prólogo.

«En aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto, para que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento fue hecho cuando Quirino era gobernador de Siria. Todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad. José, como era de la casa y familia de David, subió desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta» (Lc 2,1-5). Desde el año 27 a.C., cuando el Senado Romano le concedió el título de Augusto, gobernó el Imperio hasta el 14 d.C. El empadronamiento entre los romanos tenía una doble finalidad: por una parte, se trataba de conocer el número de habitantes del Imperio; por otra, servía para la distribución y pago de los tributos. El edicto (dogma) se promulgó para la oikoumene, es decir, para «todo el mundo» dentro de las fronteras del Imperio.

La costumbre romana era censarse cada uno en su lugar de residencia. Es muy posible que Roma concediese una cierta autonomía para que cada uno se censara en su ciudad de origen, como era frecuente entre los pueblos orientales. Esto obliga a José, «de la casa y familia de David», y a María, su esposa [2], a «subir» [3] desde Nazaret, donde vivían, «a la ciudad de David, que se llama Belén» [4]. Para los escrituristas, en estos versículos se hace referencia velada a la profecía de Miqueas [5]. La providencia de Dios [6] crea la constelación perfecta que se requiere para el acto central de la historia de mundo. El Mesías debe no solamente descender de la estirpe de David, por medio de José, sino también nacer en la ciudad de David. El decreto del Emperador romano debe contribuir a ello. Es Dios quien mueve los hilos de la historia para el cumplimiento de las profecías del AT, de manera que los acontecimientos de la época y la normalidad del comportamiento de María y José, conducen a la Sagrada Familia al lugar donde debe nacer el Mesías.

El relato de san Lucas presenta algunas anotaciones, aparentemente poco importantes, con el fin de estimular al lector a una mayor comprensión del misterio de la Navidad y de los sentimientos de la Virgen al engendrar al Hijo de Dios. «Y sucedió que, estando allí, le llegó la hora del parto, y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el aposento» (Lc 2,6-7).

Resultado de imagen de Belén. Tierra SantaLa descripción del acontecimiento del parto, narrado de forma breve y sencilla, presenta a María participando fiel e intensamente en los planes divinos con aquella disponibilidad plena, que ya manifestó en la Anunciación. El Verbo del Padre viene al mundo para salvarnos, en el silencio de la tierra, sin espectáculo, rodeado tan sólo de los cuidados amorosos de María y de José, únicos testigos oculares del evento. La expresión «primogénito» (prototokon) debe entenderse aquí como «unigénito» (monogenés), porque María no tuvo más hijos, si bien la ley mosaica exigía la donación a Yahwéh del «primer hijo» [7], y «primogénito» expresa también legalmente el derecho de primogenitura [8].

A continuación, el autor sagrado refiere dos cosas: la primera es un hecho totalmente normal: «lo envolvió en pañales»; y la otra es bastante extraña: «y lo recostó en un pesebre», aportando enseguida su explicación: «porque no hubo lugar para ellos en el aposento (katalyma) [9]». Se trata de una afirmación que recuerda el texto del prólogo de san Juan: «vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron» [10], y anticipa proféticamente los numerosos rechazos que Jesús sufrirá en su vida terrena.

Con los detalles del viaje y del parto, el evangelista nos presenta el marco de austeridad y pobreza, propio del reino mesiánico que ahora comienza: un reino sin honores ni poderes terrenos [11]. El Niño debe nacer en la pobreza del mundo -no es casual que no haya sitio en la posada-, para participar así desde el principio en su pobreza. Y si con este desprendimiento -un establo y un pesebre- se manifiesta todo el esplendor del cielo, es sólo para, desde el gran canto de alabanza, remitir a la gente sencilla al signo más adecuado: en la hora suprema del cumplimiento, ésta es la señal: «encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Entre la gloria más resplandeciente de arriba y la pobreza más extrema de abajo, se da, sin embargo, una perfecta correspondencia y unidad. María da a luz en una situación de escasez y penuria: no puede dar al Hijo de Dios ni siquiera lo que suelen ofrecer las madres a un recién nacido; al contrario, debe acostarlo «en un pesebre», una cuna improvisada que contrasta con la dignidad del «Hijo del Altísimo». Finalmente, la expresión «para ellos» indica un rechazo tanto para el Hijo como para su Madre e indica que Ella ya estaba asociada al destino de sufrimiento de su Hijo, participando en su misión redentora.


[1] J.M. Casciaro-J.M. Monforte, Jesucristo, Salvador de la Humanidad. Panorama bíblico de la salvación, Eunsa, 2ª ed., Pamplona 1997, p. 132.
[2] El evangelista nos informa indirectamente que ya se habían celebrado la nupcias entre María y José, al usar el término gynaiki (esposa), en lugar de emnesteumene (prometida) que utilizó en Lc 1,27 en la Anunciación.
[3] La palabra «subir» (anabainein) es el término designado de forma usual para ir a las montañas de Judea, y en particular a Jerusalén. Y para ir a Belén, que está muy cerca, lo normal era pasar por la Ciudad Santa.
[4] Cfr 1 Sam 20,6.
[5] Cfr Mich 5,2. El evangelista usa términos empleados en el contexto de la profecía, como «dar a luz», «tiempo del parto», «pastores / pastorear», «gloria de Yahwéh / gloria del Señor», paz, etc.
[6] Cfr J. Morales, El Misterio de la Creación, Eunsa, Pamplona 1994, pp. 285-296. «El hombre recibe seguridad en la Providencia no principalmente a partir de una visión racional sobre la armonía del universo, sino por la proximidad a Jesús y la meditación de su vida» (p. 290). Es más, «el equilibrio del alma que ha encontrado a Dios en sí misma, y está abismada en Él, desafía todos los poderes creados. Está situada en el centro único donde convergen las líneas de fuerza de la Providencia» (Un cartujo, La Trinidad y la vida interior, Rialp, 3ª ed., Madrid 1992, p. 90.
[7] Cfr Ex 13,12; 34,19; Num 13,13.
[8] Cfr Ex 25,29-33; Dt 21,15-17.
[9] El término katalyma sugiere la idea de un lugar en el que uno «se pone aparte» -corresponde al término latino diversorio- para encontrar donde comer y refugiarse. ¿Se puede decir que en Lc 2,17 era un albergue? No se puede fijar con exactitud su significado porque podría traducirse con varios sinónimos: mesón, albegue, hospedería, posada, etc. Por ejemplo, la «posada» en la que entra el buen samaritano es llamada pandojéidon (Lc 10,34).
[10] Ioh 1,11.
[11] Jesús lo ratificará en su Vida pública, diciendo de sí mismo: «el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza» (Lc 9,58).

sábado, 9 de diciembre de 2017

La casa de san José

Continuando a lo largo de la carretera –a ambos lados de la misma se pueden ver diversos cementerios cristianos modernos correspondientes a los diferentes ritos–, tras un pequeño trayecto se llega a una capilla situada en el margen derecho: es la “Casa de san José”.

Una vez nacido el Niño, la Sagrada Familia permaneció todavía algún tiempo en Belén, donde tuvo lugar la circuncisión (Lc 2,21). Y, transcurrido el tiempo establecido por la ley mosaica, la Virgen y san José, con el Niño, subieron a Jerusalén para cumplir los ritos de la purificación (Lc 2,22). Por otro lado, los Magos visitaron al Niño Jesús “en la casa” (Mt 2,11).

Por tanto, que la Sagrada Familia vivió un tiempo en Belén tras el nacimiento de Jesús es un hecho atestiguado por el Evangelio; y que estuviera alojada en una casa de la ciudad es muy verosímil. No existe ninguna dificultad en este cambio de la gruta por una casa: san José procedía de Belén y probablemente tenía allí parientes o amigos que, conocedores de su pobreza, fueron generosos con él y lo ayudaron.

En la Edad Media se trató de localizar este recuerdo de san José en Belén. La búsqueda se desarrolló siempre en la parte este de la población, entre la Gruta de la Leche y el Campo de los Pastores, probablemente siguiendo una antigua tradición local. La fijación de la memoria tendrá lugar a mediados del siglo XIV, según el testimonio de dos peregrinos florentinos (Jorge Gucci y Leonardo Frescobaldi). A partir de entonces, la localización quedó determinada para siempre.

La moderna capilla (1890) se levanta sobre roca firme y sobre otras construcciones precedentes recordadas por muchos peregrinos. Todavía hoy se puede ver, a los pies del ábside, una parte de la roca; tras el altar se observa también una peña que tal vez formaba parte del antiguo altar. La “Casa de san José” queda así recordada con esta capilla gracias al legado de Ernestina Audebert. El 20 de marzo de 1893 la iglesia fue bendecida solemnemente por el Padre Custodio de Tierra Santa, fray Santiago Ghezzi.

sábado, 2 de diciembre de 2017

Rusia ayuda a financiar en Belén la llamada "calle Estrella"

El gobierno de Rusia financiará con 4 millones de dólares la restauración y reconstrucción del centro de Belén, en particular la calle Estrella, una de las vías comerciales más antiguas de la ciudad, que se extiende de norte a sur a través de la urbe vieja.

Según declaró a la agencia Sputnik el jefe de la oficina de representación de Rusia ante la Autoridad Nacional Palestina, Aydar Aganin, los trabajos comenzarán en septiembre de este año y se harán en colaboración con el Ministerio de Economía palestino y el Ayuntamiento de la ciudad, presidido hasta el mes de mayo por la católica Vera Baboun, quien cumplió un mandato de cinco años desde 2012.

La calle Estrella, de alrededor de un kilómetro de longitud, forma parte desde el año 2012 de la lista del patrimonio mundial de la humanidad de la Unesco como Ruta de los Peregrinos. Tiene su inicio en la rotonda de la sede de la Acción Católica y termina en el arco llamado Zarrarah, también conocido por los lugareños como la Puerta de Damasco, una antigua entrada a la ciudad.

Por el camino de la estrella también pasó la Sagrada Familia, a su llegada a la ciudad de Belén para el nacimiento de Jesús.

Durante su visita a Moscú (cuando se reunió con el presidente ruso, Vladimir Putin), el presidente palestino, Mahmud Abbas, fue recibido en el Monasterio de San Daniel por Cirilo, el Patriarca de Moscú y de todas las Rusias. 

En dicho encuentro, que tuvo lugar el 12 de mayo, el Patriarca Ciriso reiteró al presidente Abbas que la preocupación por la protección de los lugares sagrados “está dentro del corazón de cada ortodoxo”, y que “a lo largo de la historia de su presencia en Tierra Santa, la Iglesia rusa siempre ha tratado de ayudar al pueblo palestino, incluso con la construcción de escuelas y centros médicos. 

Luego hubo un tiempo en que la Iglesia no pudo llevar a cabo esta misión. Estamos orgullosos de que hoy en día Rusia esté continuando la misión humanitaria en los territorios palestinos”.