sábado, 29 de septiembre de 2012

El milagro de la piscina de Betzata

"Después de esto había una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina, llamada en hebreo Betzata, que tiene cinco pórticos. En éstos yacía una muchedumbre de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Había allí un hombre que padecía una enfermedad desde hacía treinta y ocho años. Jesús, al verlo tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres ser curado? El enfermo le contestó: Señor; no tengo un hombre que me introduzca en la piscina cuando se mueve el agua; mientras voy desciende otro antes que yo. Le dijo Jesús: Levántate, toma tu camilla y anda. Al instante aquel hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar Aquel día era sábado. Entonces dijeron los judíos al que había sido curado: Es sábado y no te es lícito llevar la camilla. El les respondió: El que me ha curado es el que me dijo: Toma tu camilla y anda. Le interrogaron: ¿Quién es el hombre que te dijo: Toma tu camilla y anda? El que había sido curado no sabía quién era, pues Jesús se había apanado de la turba allí reunida" (Juan 5, 1-16).
La piscina en realidad es doble. Se trata de dos extensos estanques de planta ligeramente trapecial, separados entre sí por una estrecha franja de roca. Los antiguos pórticos rodeaban de forma continua ambas piscinas, de modo que en realidad eran cuatro, más un quinto, abierto a los dos lados, que separaba una piscina de otra.
Las dos piscinas gemelas no están exactamente en el mismo plano, pues la del norte se halla algo más elevada. Esto facilitaba el trasvase de agua de ésta a la de abajo. La profundidad de los estanques es de unos trece metros y sus paredes están revocadas de yeso, para evitar en lo posible filtraciones de agua. Ésta debía proceder de la lluvia y de la captación en aquella zona de vaguada, pero las aguas de una de las dos piscinas solían tomar un color rojizo, según la observación de Eusebio de Cesarea en el siglo IV.
Entre los dos estanques hay un canal, situado a ocho metros de altura desde el fondo de la  piscina alta, por el que solo pasaba el agua cuando el nivel de aquella excedía esa altura. Esto quiere decir que en determinadas ocasiones el agua entraba repentinamente en la piscina inferior. La entrada intermitente de ésta en la piscina baja provocaba una cierta turbulencia. A esto debía de estar asociada la creencia popular de que era entonces cuando se ponía más de manifiesto la especial virtud curativa de las aguas. Se han hallado las escaleras de piedra que desde los pórticos permitían descender hasta el agua. Todo indica que se trataba de un antiuguo lugar de baños. Además, la creencia de que el agua en ciertos estanques de Jerusalén poseía virtudes curativas estaba muy difundida.
Cfr. Conzález Echegaray, Arqueología..., p. 188.



sábado, 22 de septiembre de 2012

Últimos días de la peregrinación del Venerable Siervo de Dios Álvaro del Portillo

"Durante los días siguientes volvió varias veces a los dos Centros, y en cada uno celebró un día la Santa Misa: en uno el 20 y en el otro el 21.

El 18 celebró en un altar de la Basílica del Santo Sepulcro, y el 19 en la Basílica de la Natividad, en Belén. El día 19, sábado, era mi santo, y don Álvaro me felicitó en cuanto me vio, al bajar a desayunar.

Aquel día hubo por la tarde un encuentro en el hotel Paradise, en Belén, con más de cien personas entrelas que había cristianos, hebreos, musulmanes... Fue una reunión muy cordial: don Álvaro respondió con enorme cariño y delicadeza a las preguntas que le hicieron. Insistió en la necesidadde que árabes y judíos convivieran pacíficamente. Más tarde, en Jerusalén, visitó al Patriarca latino. Dos días después acudiría también a la Delegación apostólica.
El domingo 20 estuvimos por la mañana en Betania y por la tarde en Ain-Karin. A las 11 del día 22 de marzo don Álvaro concelebró en la iglesia del Cenáculo con don Javier, don Joaquín, don Alberto y Father Lawrence Richardson, otro sacerdote del Opus Dei que vivía en Jerusalén: iba a ser la última Misa de aquella peregrinación a los Santos Lugares, pero fue también —¡quién habría podido imaginarlo!— la última de don Álvaro en esta tierra. La homilía la pronunció don Javier. Don Álvaro nos dio la Comunión.

Pocas horas después estábamos ya en el avión, de vuelta a Roma. Durante el vuelo enfoqué con la cámara de vídeo a don Álvaro y empecé a filmarle. Don Álvaro estuvo mirando sonriente al objetivo y,en cierto momento, hizo un gesto afectuoso de saludo —o de despedida— con la mano. Hacia las ocho de la noche, el más joven de la tripulación nos ofreció algo de beber. Don Álvaro y don Javier se interesaron por su familia, por su trabajo, por sus aficiones..., y le explicaron algunos aspectos del espíritu de la Obra. En el aeropuerto de Ciampino esperaban varias familias con ramos de flores. Don Álvaro estuvo muy cariñoso con todos.
Me acosté poco después de llegar a casa, y hacia las 3 de la mañana me llamó don Javier: don Álvaro no se encontraba bien. Cuando llegué a la habitación, don Álvaro presentaba dificultad para respirar. En seguida perdió la conciencia. Le apliqué oxígeno. No tenía apenas pulso. Al tratamiento farmacológico siguieron maniobras de reanimación cardiopulmonar, sin respuesta. Tuve que decirle a don Javier que don Álvaro se moría. Don Javier le dio varias veces la absolución y le administró la unción de enfermos. Hacia las 4 de la mañana, y a la pregunta de don Javier de si don Álvaro había muerto no tuve más remedio que responder afirmativamente. Besé el rostro amable y sin vida de don Álvaro, con la seguridad de que desde el cielo me sonreía".
Dr. José María Araquistain

sábado, 15 de septiembre de 2012

Primeros días de la peregrinación del Venerable Siervo de Dios Álvaro del Portillo

"A primera hora de la tarde del 14 de marzo de 1994 salimos del aeropuerto de Ciampino, con destino a Tel Aviv, don Álvaro, don Javier Echevarría, don Joaquín Alonso y yo. Don Álvaro hacía aquel viaje a Tierra Santa por su gran amor a Jesucristo, es decir, por devoción, pero también por un motivo pastoral, pues desde hacía poco había algunos fieles del Opus Dei que vivían y trabajaban en Jerusalén y desarrollaban allí una incipiente labor apostólica. El viaje había sido costeado por un amigo como regalo a don Álvaro por su 80 cumpleaños. Nunca agradeceré bastante el privilegio de haber podido acompañar a don Álvaro durante aquellos días, que me permitieron vivir una experiencia familiar irrepetible en un clima sereno de cariño humano y buen humor.
El embajador de Uruguay en Israel, Aníbal Díaz, había puesto su coche a disposición de don Álvaro. El día 15 nos dirigimos con ese coche de Tel Aviv a Nazaret pasando por el Monte Carmelo. En Haifa, una turista portorriqueña reconoció a don Álvaro y le pidió que permitiera a su marido fotografiarla con él. Don Álvaro accedió. Escenas parecidas se repetirían en los días siguientes. Ya enNazaret, por la tarde, don Álvaro celebró la Santa Misa en la basílica de la Anunciación. En la homilía habló del Misterio de la Encarnación y también del dolor como regalo de Dios: sin duda pensaba en Aníbal, que en aquel momento padecía una grave enfermedad y que asistía a la Misa con su esposa.

El día 16 por la mañana estuvimos en la iglesia del Primado de Pedro; más tarde en el monte de las Bienaventuranzas, donde Don Álvaro celebró la Misa; después en Cafarnaún... Por la tarde hicimos media hora de oración a la orilla del mar deTiberiades. Don Álvaro, don Javier y don Joaquín se sentaron sobre un tronco caído. Don Joaquín leyó algunos pasajes del Evangelio sobre la presencia de Jesucristo en aquel lugar. Don Alberto Steinworth —uno de los sacerdotes del Opus Dei que vivían en Jerusalén— y yo nos acomodamos en una roca, detrás de don Álvaro.Tuve la neta sensación de que aquel momento era importante, y procurando no distraerles hice algunas tomas de vídeo. Junto a la orilla se veía también a una religiosa y, en otro lugar, a un religioso. Cuando ya nos íbamos, llegaron cuatro chicos jóvenes de diferentes razas y se pusieron a rezar juntos en voz baja. En el camino de vuelta arrancamos hojas de algunas plantas como recuerdo.

Al día siguiente, 17 de marzo, viajamos de Nazaret a Jerusalén pasando por el MonteTabor, donde don Álvaro celebró la Misa. En Jerusalén, después de rezar en el Santo Sepulcro y en el Calvario, don Álvaro acudió a los dos Centros del Opus Dei que había en la ciudad".
Dr. José María Araquistain

viernes, 7 de septiembre de 2012

Ayn Karem, lugar de la Visitación.

Por aquellos días, María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a isabel. y cuando oyó isabel el saludo de maría, el niño saltó en su seno, e isabel quedó llena dl espíritu santo; y exclamando en voz alta dijo: - bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de vientre. ¿de dónde a mi tanto bien, que venga la madre de mi señor a visitarme?...” (lucas, 1, 41-43).
Ain Karem, que se traduce como "Fuente del Viñedo", es un pueblecito situado en las cercanías de Jerusalén, al oeste de la ciudad nueva y a unos 6 kilómetros de la Puerta de Jaffa. En este pueblo es donde la tradición ha venido recordando dos hechos relatados en el evangelio de San Lucas: la Visitación de María a su prima Isabel y el nacimiento de Juan Bautista. Precisamente fue la visita de la Virgen la que dio nombre a la principal iglesia de la aldea.
San Lucas es, como ya queda dicho, el único evangelista que describe el encuentro entre las dos mujeres, en el cual María pronunció las palabras inmortales que conocemos como el Magnificat. Zacarías, el esposo de Isabel, era sacerdote del Templo de Jerusalén, y fue mientras se encontraba en el servicio allí que apareció ante él el ángel Gabriel para anunciarle el embarazo de Isabel, pero Zacarías fue tan incrédulo que se quedó sin habla hasta el nacimiento de su hijo, Juan, el llamado Bautista.

Cerca de la iglesia, en el centro de la aldea, se encuentra el Manantial de Nuestra Señora María, donde se dice que la Virgen pudo descansar antes del ascenso final a la casa de su prima. Una artística verja delimita la propiedad franciscana, articulada en torno un patio interior cuya pared derecha está totalmente cubierta por el Magnificat en numerosos idiomas. Es una forma de honrar a María y, con ella, alabar a Dios con palabras distintas, pero con los mismos sentimientos de ella, uniendo las voces de todos los pueblos de la tierra. En este lugar hay dos iglesias superpuestas, obra del arquitecto y terciario franciscano A. Barluzzi; ambas están igualmente decoradas con frescos de Vagarini.
Desde el patio se entra directamente en la capilla inferior o cripta, detrás del pórtico oriental. Los frescos representan el encuentro de María e Isabel, Zacarías ofreciendo el incienso en el Templo y, a la derecha, Isabel protegiendo al niño Juan de la muerte decretada por Herodes. Al fondo del pequeño túnel abovedado hay una antigua cisterna. A la izquierda de la entrada al patio hay una escalera que sube hasta la iglesia superior. Ésta está construida sobre los cimientos de la iglesia cruzada. Los frescos del muro sur representan, de adelante hacia atrás: el concilio de Éfeso, donde se proclamó la maternidad divina de María; María Refugio nuestro; María mediadora en la bodas de Caná; María Socorro de los cristianos en la batalla de Lepanto; y Duns Scoto defendiendo la inmaculada concepción de la Virgen.

Las excavaciones realizadas por el arqueólogo franciscano Bagatti en 1937 demostraron que el sitio estuvo ocupado desde el siglo XII a.C., hasta el periodo Bizantino, durante el cual se transformó en un lugar de culto cristiano. Probablemente la existencia de dos lugares de culto cristianos separados no tengan otra explicación que la de exaltar por igual el nacimiento de Juan y la visita de María a su prima.


sábado, 1 de septiembre de 2012

Iglesia de san Juan Bautista. Ayn Karem

"Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan". Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.  Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?" Porque la mano del Señor estaba con él. Entonces Zacarías, su padre, quedó lleno del Espíritu Santo y dijo proféticamente. "Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su Pueblo, y nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor, como lo había anunciado mucho tiempo antes por boca de sus santos profetas, para salvarnos de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian. Así tuvo misericordia de nuestros padres y se acordó de su santa Alianza, del juramento que hizo a nuestro padre Abraham de concedernos que, libres de temor, arrancados de las manos de nuestros enemigos, lo sirvamos en santidad y justicia bajo su mirada, durante toda nuestra vida. Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor preparando sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados; gracias a la misericordiosa ternura de nuestro Dios, que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente, para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz". El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel". (Lc 1, 57-80).
La iglesia está construida en el lugar tradicional de la casa de Zacarías e Isabel, padres de Juan Bautista, y sobre restos de la iglesia bizantina del siglo IV. Fue levantada por los cruzados y restaurada por los franciscanos en 1675.

Bajo el pórtico puede verse, a través de una rejilla, una especie de cripta en donde se conserva un mosaico bizantino, que tiene reproducida la aclamación: ”Salud, mártires de Dios”, que podría aludir a los monjes asesinados por los samaritanos en la sublevación del siglo VI.

La iglesia es de tres naves y cúpula en el crucero. En la capilla situada al fondo de la nave norte hay una gruta que se cree fue parte de la casa de Zacarías e Isabel. Debajo del altar puede leerse una inscripción latina, que traducida dice así:”Aquí nació el Precursor de Dios”. Los muros de la iglesia están recubiertos de azulejos de la Comunidad Valenciana, traídos durante el reinado de Isabel II. Los lienzos que decoran los muros son pintura española de distintas escuela. Sobresale el cuadro que representa la degollación de Juan Bautista, de Ribalta, encima de la puerta de la sacristía; la gran cantidad de obras españolas se debe a que este santuario fue propiedad de España hasta 1980, cuando el gobierno lo cedió a la Santa Sede. Recientemente se ha descubierto una cueva que formó parte de un complejo sistema de agua del siglo VIII a.C., consistente en un gran depósito de agua, o cisterna de 20 metros de profundidad, revocado, tres piscinas al aire libre…
Se cree que se reutilizó como lugar de culto donde se bautizaba en el siglo I siguiendo un ritual; es decir, desde Juan Bautista hasta el siglo II. Más tarde, según los investigadores, se estableció allí una comunidad de monjes que perpetuó la memoria del Bautista, por lo que recibe el nombre de Cueva de Juan Bautista. Como alusivo al Bautista se interpreta un grafito donde aparece un personaje con nimbo en torno a la cabeza, un bastón en la mano izquierda y la mano derecha alzada en ademán de proclamación. Puede considerarse un paralelo iconográfico otro grafito hallado en Nazaret, donde el personaje considerado como el de Juan Bautista, tiene en la mano un estandarte con la cruz cósmica. En el patio exterior de la Iglesia puede verse, escrito en multitud e idiomas, el Benedictus (la oración que recitó Zacarías cuando recuperó el habla, después del nacimiento de su hijo Juan).
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