sábado, 29 de agosto de 2009

Una peregrinación a Tierra Santa V

MARTES. Subimos en bus por la mañana al monte de los olivos y el plan consiste, en síntesis, en la visita de lo que se encuentra en el camino de descenso. Primero, el lugar de la Ascensión del Señor. Después la iglesia del paternoster. A continuación el lugar del Dominus flevit, desde donde existe una magnífica vista de la ciudad y donde Jesús lloró por ella (“Jerusalem, Jerusalem...”). Sigue el huerto de Getsemaní, ya en la parte baja de la ladera. Tenemos misa en la gruta del prendimiento, con un grupo de italianos que se nos une. Entramos seguidamente a la iglesia –casi podría decirse que enterrada- de la tumba de la Virgen. Comida. Tarde libre. Seis del grupo tomamos un taxi para visitar el museo del holocausto. La arquitectura me parece magnífica. El conjunto se ha construido prolongando artificialmente una colina, de forma tal que la edificación queda en parte como colgando. Después de pasar por las salas del horror y la locura del abismo moral humano, se sale a un mirador que resucita la esperanza en la vista de la creación. Para los judíos parece que a este motivo de esperanza debe añadirse otro: que en lo que se ve, las bellas montañas cercanas a Jerusalén, se tiene ahora un hogar de refugio, el Estado de Israel. Nos despedimos del Calvario y del sepulcro vacío. De forma inexplicable lo encontramos así, vacío, y pasamos a él como si estuviera esperándonos. Cenamos. No me acuesto. A las 2:00 h. salimos hacia el aeropuerto.
MIÉRCOLES. Fatigosas medidas de seguridad en el aeropuerto. El cansancio empieza a surtir efectos. Vuelo Telaviv-Madrid.
Colaboración: Jose María Rodríguez de Santiago

sábado, 22 de agosto de 2009

Una peregrinación a Tierra Santa IV

LUNES. Gólgota temprano. Cenáculo (gran habitación en la que no hay culto; debajo está -muy improbablemente- la tumba de David). Dormición de María (iglesia pagada por el Kaiser alemán; imagen de María dormida de tamaño natural, de madera y marfil; un hombre mayor de aspecto fantasmagórico y una chica que lee con ayuda de una vela cantan una fantástica polifonía a media voz en la oscuridad de una capilla lateral). Gallicanto (casa de Caifás, lugar del juicio y la condena por parte de la autoridad judía, prisión nocturna de Jesús que aparece en la foto). Subimos por viejos escalones que pisaría Jesús varias veces aquella noche. Misa en el Cenáculo franciscano (impresiona revivir la primera misa en el lugar de la primera misa). Torre de David (muy objetiva exposición pedagógica de la Historia de Jerusalén, en especial, por medio de maquetas). Comida y café. Salimos de Jerusalén por la puerta nueva y volvemos a entrar por la puerta de las ovejas (así se llama en el evangelio en el relato de la curación de la piscina de los cinco pórticos; hoy, puerta de los leones). Inmediatamente, a la derecha, encontramos la basílica de santa Ana y la piscina probática. Seguimos la calle y llegamos al solar de la antigua Torre Antonia (pretorio) y allí: la capilla de la flagelación, la capilla de la condena (la condena romana, de Pilatos) y el litóstrotos. Ahí comenzamos el via crucis por la via dolorosa. De camino pasamos por el paupérrimo convento de los etíopes. Terminamos en el Santo Sepulcro. Algo allí provoca un efecto embriagador, hipnótico, como si se entrara en otra dimensión de la realidad: pueden ser la penumbra entreverada por las luces mágicas y las velas colgantes, el humo de la procesión de franciscanos que cantan gregoriano con voz profunda y firme, la multitud de voces y de idiomas, algunos irreconocibles, las figuras de otro mundo como los monjes ortodoxos, o de este mundo como el policía israelí... Toco la piedra del calvario (en la foto se ve cómo salgo después de meter el brazo en el agujero donde estuvo la Cruz) y pasamos, después de la espera, al sepulcro del que salió vivo el que venció a la muerte, el sepulcro fracasado, que no pudo retener a su presa. Terminamos de visitar la iglesia en la que todo es real y fantástico, desorden histórico y ordenación cósmica. Jerusalén es en grande lo que la iglesia del santo sepulcro es en pequeño: mezcla, multitud de estratos históricos solapados, costumbres que se respetan para no perturbar un equilibrio inestable, desorden en armonía, voces que se pierden en el aire, actividad libre y vigilada... Volvemos rendidos a Casa Nova. Cena muy agradable en restaurante armenio.
Colaboración: Jose María Rodríguez de Santiago.

sábado, 15 de agosto de 2009

Una peregrinación a Tierra Santa III

SÁBADO. Hoy nos despedimos de Nazaret. Antes de montar en el bus entro un minuto a la casa de la Virgen. Bajamos por la ribera oeste del Jordán hasta el Mar Muerto. Visitamos las excavaciones del Qumran (se aprecia en la foto). Vemos una proyección sobre los esenios: puritos gnósticos (como dirían en México). Después nos bañamos en el Mar Muerto y nos cubrimos de barro negro. Es una experiencia única. Y llegamos a Jericó, un fantástico oasis verde y frondoso en medio de un desierto duro y bañado por la luz cegadora. Se ve desde allí la montaña de la Cuarentena. Comemos en un comercio “occidentalizado” donde venden cremas para la piel, sirven café espresso, preparan platos con sabor europeo y atraen a los “hijos de la decadencia” consumista occidental con un rótulo que a ellos les resulta familiar: “temptation center”, que, al menos en este caso, está justificado por el significado de la montaña nombrada, donde Jesús fue tentado. Subimos a Jerusalén. Queda claro por qué se emplea la expresión “subir” para referirse a la marcha a Jerusalén, al menos desde Jericó: el trayecto consiste en un fatigoso ascenso entre peñas desérticas. Llegamos y pasamos de largo, después de poder divisar por primera vez, desde la autopista, el templo con la reluciente cúpula dorada de la mezquita de Omar. Pasamos junto al cementerio donde está enterrado Theodor Herzl y junto al museo del holocausto.
Vamos a las “montañas de Judea”. Difícilmente podría expresarse de forma más sencilla y precisa el sitio al que llegamos nosotros y al que fue la Virgen a visitar a su prima en Ain Karim. Entramos en la iglesia construida sobre la casa donde nació Juan el bautista. Todo dentro recuerda a España: cerámica de Manises cubre por completo las paredes, pintura española con motivos de la vida y muerte de Juan, una imagen de María en el retablo, como podría verse en una iglesia andaluza... El templo tuvo estatuto internacional de extraterritorialidad a favor de España, al que se renunció hace treinta años. También esto es típicamente español. Después bajamos un trecho y subimos otro empinado hacia la iglesia de la visitación de la Virgen a su prima Isabel. Celebramos allí la misa. Volvemos a Jerusalén. Bajamos del bus para ver el exterior del parlamento israelí y el monumental candelabro de bronce de los siete brazos que regaló el Reino Unido al Estado de Israel. Entramos en la ciudad vieja por la puerta nueva y llegamos a nuestro alojamiento en la Casa Nova. Primera visita al Gólgota en la iglesia del santo sepulcro. La escena que puede contemplarse allí cada día a las 9 de la noche es indescriptible. Desde hace casi mil años un miembro de la aristocracia musulmana se encarga de cerrar la puerta de la iglesia a los cristianos a esa hora y se queda con la llave. A la mañana siguiente “les” abre la puerta. Naturalmente el acto tiene un contenido simbólico, que con facilidad puede imaginarse si se tiene en cuenta que el privilegio procede de una victoria militar. El personaje que ahora ejerce la facultad no tiene desperdicio: un andar algo altanero y aspecto distinguido, a pesar de que va en chanclas y vaqueros.
DOMINGO. Visita tempranera al Gólgota. Visita a Belén. El muro de cemento que aísla la zona por la que se entra, con dos controles: uno judío y otro palestino, puede compararse a una brecha en la carne. Misa en el monte de los pastores y visita al lugar donde nació Jesús (Fotografía del interior de la Basílica). Comida en la Casa Nova de Belén. Vamos a Betania, a la casa de Marta, María y Lázaro. Llegada a Jerusalén, entrada por la puerta de Sión. Paseo por el cardo máximo y el barrio judío. Templo y muro de las lamentaciones. Me pregunto si el rezo cristiano causará en los judíos una impresión tan rara como la que causa el judío (una oración acompañada del movimiento corporal) a los cristianos. Entramos al barrio musulmán. Conferencia en la sede de la Custodia de la Tierra Santa de los franciscanos. Cena y debate sobre el diálogo interreligioso.
Colaboración: Jose María Rodríguez de Santiago.

sábado, 8 de agosto de 2009

Una peregrinación a Tierra Santa II

VIERNES. Sueño reparador. En bus al mar de Galilea. Día cálido de primavera. Misa al aire libre junto a la iglesia del monte de las bienaventuranzas. Un lugar de paz infinita. Miro al lago y no me extraña que el Hijo de Dios eligiera esta tierra para entrar en la Historia de los hombres. Entramos en la iglesia de planta octogonal. Seguimos en las orillas del lago. Visitamos la iglesia de la multiplicación de los panes y de los peces, con sus mosaicos. Después, muy cerca, la iglesia del primado de Pedro, en la playa donde tuvo lugar la aparición de Jesús resucitado que relata Juan (“Pedro, ¿me amas más que éstos?”). En todos los sitios leemos los pasajes correspondientes del evangelio. Vamos entonces a Cafarnaúm, a las excavaciones donde se encuentra la casa de Pedro. Encima hay una construcción moderna que la protege ingeniosamente. Enfrente está la sinagoga. Empieza a apretar el calor. Tomamos un barco y cruzamos navegando a la orilla del otro lado. El agua está tranquila, muy tranquila. Comemos en un restaurante explotado por un Kibbutz. Ambiente veraniego. Montamos en bus, vamos a la salida del río Jordán del mar de Galilea, desde donde sigue su curso hacia el Mar Muerto. En la orilla del río rezamos, algunos se descalzan y meten los pies allí, otros llenan botellitas con agua del Jordán. Salimos hacia Caná. Después de la visita a la iglesia tomamos un vasito de vino. Volvemos a Nazaret. En total, el recorrido de hoy ha consistido en una vuelta completa al lago: de Nazaret a la costa norte, recorrido de la costa este y retorno a Nazaret bordeando la costa sur. Por la noche refresca algo; vino y guitarra.

Colaboración: Jose María Rodríguez de Santiago.

sábado, 1 de agosto de 2009

Una peregrinación a Tierra Santa I

JUEVES. Salida de la T4 de Barajas. Vuelo Madrid-Barcelona y Barcelona-Tel Aviv. Llegamos al amanecer. Me detienen en el control de entrada del aeropuerto, por motivo para mí desconocido. Me dejan salir a los 20 minutos. Viaje en bus a Nazaret. El cura José menciona la teología del “aquí” como contexto interpretativo de la experiencia que vendrá. Desayuno en Casa Nova. Visita a la basílica de la Anunciación, a la casa de José, a la fuente de María –conservada en el interior de una iglesia ortodoxa- y regreso por el zoco. Todo parece moro, muy moro. Comida. Don Luis, José y yo nos instalamos en la casa de las Hermanas de Nazaret. Misa en la casa de María. Resulta muy emocionante leer allí el evangelio de Lucas: “desposada con José”, que vivía apenas unas manzanas más arriba en el pueblo. Salida al monte Tabor. Subida desde el pueblo en taxi. Lectura del pasaje de la transfiguración de Marcos en la basílica. Vista de Naím y el precioso valle –que recorría Jesús cuando iba a Jerusalén- desde el mirador. Es una lástima que el día esté tan nublado, aunque no llueve. Vuelta a Nazaret. Cae el cansancio sobre nosotros en el bus. Cena en Casa Nova. Guitarra y un chupito. Oímos el último canto de los muhaidines de increíble semejanza a una saeta. Diez minutos de adoración del Señor en la basílica. Se lee en castellano y alemán el pasaje de la “nueva Jerusalén” del Apocalipsis.

Colaboración: Jose María Rodríguez de Santiago