sábado, 30 de julio de 2016

Peregrinación del beato Álvaro a Tierra Santa. 17 de marzo

 Blessed-Alvaro-in-Jerusalem El 17 de marzo de 1994, el beato Álvaro y sus acompañantes emprendieron el viaje de Nazareth a Caná de Galilea, lugar donde visitaron la iglesia donde se recuerdan el episodio de las Bodas. Allí leyeron el relato correspondiente del Evangelio de San Juan. 

Siguieron su camino para el Monte Tabor, donde celebraron la Santa Misa, en la capilla de Moisés del Santuario. Antes, en el coche, habían leído y meditado los textos evangélicos de la Transfiguración del Señor. Al bajar del Monte quiso don Álvaro que se recogiesen algunas flores campestres de aquel lugar, para llevarlas a Roma.

Siguieron su camino hacía Jerusalén por la carretera del valle del Jordán. Antes de pasar por Jericó leyeron los textos del Evangelio de la curación del ciego (el “Domine, ut videam! Que tanto repitió San Josemaría desde que notó la llamada del Señor) y el del encuentro con Zaqueo. Precisamente se pararon a la entrada de Jericó junto a un sicomoro que allí había.

 Blessed-Alvaro-celebrates-mass-in-Mount-Tabor Que esto nos sirva también a nosotros para acordarnos de que, como Zaqueo, hemos de hacer esfuerzos para tratar al Señor; y si hacemos ese esfuerzo, no dejaremos nunca de escuchar su llamada.

Después, siguieron su camino hacia Jerusalén y desde el coche divisaron el monte de las tentaciones. Al llegar a la Ciudad Santa, Don Álvaro quiso visitar y hacer oración en la Basílica del Santo Sepulcro. Conmovido de emoción, se arrodilló y colocó su frente sobre la piedra del Santo Sepulcro. Fue un rato de prolongado silencio, absorto el beato en el Misterio de la Muerte y Resurrección del Señor. Pasó a visitar el lugar del Calvario y, a pesar de sus años y dificultades físicas, se arrodilló y echó adelante su cabeza para besar y poner las manos en el agujero que la tradición considera como el lugar donde estuvo clavada la Cruz de Jesucristo.

Uno de los acompañantes de don Álvaro en este viaje, Mons. Joaquín Alonso, recuerda una anéctoda de ese día:

 Blessed-Alvaro-postcard-to-the-Vatican El 17 de marzo, don Alvaro escribió varias postales, para mandar un recuerdo desde Tierra Santa a sus hijas e hijos de Roma y a personas de la Santa Sede. Ese mismo día y el siguiente echamos al correo las cartas. Mi sorpresa fue que al día siguiente de llegar a Roma, cuando ya el Señor había llamado a don Álvaro a la vida eterna, me di cuenta de que se me había quedado en la cartera, sin echar al correo, una de las postales que escribió el 17: justo la que dirígía a Mons. Stanislaw Dziwisz, para que le hiciera llegar al Santo Padre su constante recuerdo y oraciones desde Jerusalén. La leí y que me quedé conmovido: don Álvaro pedía a don Stanislaw que hiciera llegar al Papa el deseo de ser (lo decía en plural) fideles "usque ad mortem". No resistí a fotocopiar el texto, antes de hacer llegar enseguida la postal a don Stanislaw. Fueron éstas las últimas palabras que don Álvaro dirigió al Papa.

sábado, 23 de julio de 2016

Peregrinación del beato Álvaro a Tierra Santa. 16 de marzo

El beato Álvaro bendice a un grupo de peregrinos en Tabgha. Viste una la estola empleada por el Papa Pablo VI que le dejaron en el lugarEl 16 de marzo de 1994, el beato Álvaro y sus acompañantes visitaron el lugar de la multiplicación de los panes y los peces junto al lago Tiberíades. Allí rezó don Álvaro y quiso colocar su cruz pectoral y el rosario sobre la piedra que está debajo del altar de la iglesia. Se detuvo a contemplar aquellos campos y el lago que rodean el lugar.

Llegaron luego a la playa de Pedro, rememorando la pesca milagrosa, el encuentro de los discípulos con Cristo Resucitado, el “Simón, ¿me amas?…”. En estas ocasiones, don Álvaro siempre solía recordar los comentarios que había oído a San Josemaría a lo largo de tantos años a su lado. Entraron en la iglesia, después de haberse santiguado con agua del lago. Quiso besar la piedra que sirvió de mesa a Jesucristo y a los discípulos. También sobre esta piedra quiso colocar cruces y rosario. Un franciscano de la Custodia de aquel Santo lugar trajo a don Álvaro una estola empleada por el Papa Pablo VI en su visita a aquella iglesia y le pidió que se la pusiera y bendijera a los peregrinos que estaban allí. Don Álvaro lo hizo enseguida. Quiso que recitáramos allí un Credo y rezáramos por el Papa.

Después fueron a la Basílica de las Bienaventuranzas e hicieron un rato de oración antes de celebrar la Santa Misa en el altar mayor. Al salir, don Álvaro se quedaba admirando desde allí, con gran recogimiento, el lago y los campos por los que Jesucristo había pasado. Siguieron a Cafarnaun, donde vieron la casa de Pedro y la sinagoga. Quiso que allí, después de leer textos del Evangelio relativos a aquel lugar, volvieran a recitar un Credo y rezaran una oración a San Josemaría (entonces Beato), pidiendo por la Iglesia.

Don Álvaro tenía el deseo de volver por la tarde al lago de Genesaret y poder hacer un buen rato de oración en barca, en medio del lago. Trataron de buscar al final de la mañana a alguien que les alquilara una barca. Fue una búsqueda larga y no consiguieron encontrar lo que querían. Durante este rato de búsqueda se descargó la batería del coche y tuvieron que esperar bastante tiempo, hasta que una persona que pasaba les ayudó. Se hizo tarde y tuvieron que renunciar a la barca. Sin embargo, volvieron por la tarde a la costa del lago, en Tabgha. Y allí, en la orilla, sentados sobre un tronco, hicieron un rato de oración, leyendo textos del Evangelio relativos a hechos de Jesucristo en el lago de Genesaret.

Después, pensó también en algo que comentó muchas veces: que el Señor, después de la pesca milagrosa, dijo a los Apóstoles: ahora seréis pescadores de hombres; y ellos dejaron todo y siguieron a Jesús. Don Álvaro se refería al "relictis omnibus": a saber dejar de una vez todas las cosas, a despojarse de los pequeños ídolos que cada uno de nosotros tiene, para ofrecerle al Señor la vida con generosidad.

Cuando uno de los que le acompañaba le preguntó si quería que al día siguiente intentaran de nuevo alquilar una barca para hacer la oración, él respondió: No, hijo mío, sólo era un capricho.

sábado, 16 de julio de 2016

Peregrinación del beato Álvaro a Tierra Santa. 15 de marzo

dap-anunciacionEn la mañana del martes 15 de marzo, don Álvaro y sus acompañantes salieron en coche hacia Haifa. Allí visitaron el Monte Carmelo y rezaron en el Santuario “Stella Maris” y en la gruta de San Elías. Al terminar, fueron hacia Nazareth.

Por la tarde, después de comer, visitaron la iglesia y la gruta donde se dice que vivió San José. También vistaron la “fuente de la Virgen” donde, según la tradición, la Virgen iba a buscar agua. Finalmente, asistieron a la Basílica de la Anunciación, donde además de hacer un rato de oración y celebraron la Misa en el altar de la gruta. Allí se conserva el lugar donde el Arcángel Gabriel visitó a la Virgen María. Don Álvaro hizo la homilía, conmovido, recordando el “Hic Verbum caro factum est”, que a su vez está inscrito en el altar de la gruta.

Entre algunas cosas que dijo durante la Homilía, comentó: “En esta gruta, ahí abajo, donde está marcada la señal, el Verbo se hizo carne. El Dios todopoderoso, infinitamente grande, toma carne humana. ¿Dónde? En un hogar lleno de pobreza. ¿Y en dónde nació también? En otra gruta, que ahora, con el paso de los años, está muchos metros debajo de la tierra. Ahí ha estado el Señor. Ahí nació el Señor. ¿Para qué? Para darnos a nosotros la vida. Él se hizo mortal, viviendo de esa manera —y después, muriendo como murió—, para que nosotros pudiésemos vivir”.

Desde que comenzó este viaje por Tierra Santa, don Álvaro quiso que leyeran en voz alta los textos del Evangelio relacionados con los diversos Santos Lugares y así hicimos. Todas estas visitas fueron precedidas o acompañadas de esta lectura y meditación del Santo Evangelio.

Después de la cena, al planear el día siguiente, Don Álvaro dejó entrever que le gustaría rezar en una barca en el mar de Tiberíades, y decía: “si hace falta, yo a mis 80 años también remaré”.

sábado, 9 de julio de 2016

Peregrinación del beato Álvaro a Tierra Santa. 14 de marzo

DAP-aduanasEl 14 de marzo de 1994, el beato Álvaro del Portillo, el más estrecho colaborador de San Josemaría y su primer sucesor, comienza una peregrinación de siete días a Tierra Santa.

Durante el trayecto hasta Tel Aviv, rezaba y conversaba con el copiloto y sus acompañantes, expresando la gran alegría que le daba esta ocasión de visitar los Santos Lugares y de estar con sus hijas e hijos que habían ido a trabajar a aquella tierra en circunstancias no fáciles. 
Según cuenta el actual Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría, esa misma tarde en el avión cuando divisaron la costa de Israel, don Álvaro, siguiendo el ejemplo de san Josemária, dijo contento: “Vamos a rezar las tres Avemarías por la Tierra Santa”. A su vez, dijo una jaculatoria encomendando a todas las personas con quienes se encontraría en las andanzas por aquella tierra de Cristo: “Sancta Maria Terrae Sanctae, ora pro nobis!“.

Al llegar al aeropuerto de Tel Aviv, a las 20,30 hora local, les esperaban el Vicario de la Prelatura en Jerusalén, don Alberto Steinvort, y otras personas del Opus Dei, entre ellas un matrimonio uruguayo, Aníbal Díaz y Laura. Él era Embajador de Uruguay en Israel. Estaban felices de tener a don Álvaro con ellos esos días.

martes, 5 de julio de 2016

Los cinco lugares más especiales para un cristiano en Jerusalén

1. Explanada del templo
La Virgen y san José fueron a Jerusalén para presentar al Niño en el Templo, y entregar la ofrenda para el sacrificio. Establecía la Antigua Ley que se rescatara de este modo al hijo primogénito. La explanada del templo es uno de los lugares en los que podemos afirmar con mayor seguridad que el Señor estuvo muchas veces. 

Hoy día es posible visitar la explanada en dos horas distintas durante el día, también se puede visitar lo que queda del muro del templo. Y son visitables los túneles que se hallan debajo de la antigua muralla del templo. Al recorrerlos se camina sobre el mismo suelo de la época de Jesucristo. En aquel entonces el nivel estaba varios metros por debajo del pavimento actual de la explanada.


2. Cenáculo
Las habitaciones que hoy veneramos como «el Cenáculo» son de la época cruzada: de ese momento es la construcción de la actual sala gótica. Además de las paredes, el techo y las columnas, todavía hoy se conservan algunos detalles de ese periodo. Hay un capitel en el baldaquino de la escalera que desciende a la planta inferior. Representa al pelícano alimentando a sus polluelos con su propia sangre.

En este emplazamiento han tenido lugar algunos de los acontecimientos más grandes de la Iglesia: los regalos de la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio. Después de resucitado, el Señor se apareció allí a los discípulos en varias ocasiones. 

También se hallaban reunidos con la Virgen en el mismo sitio cuando recibieron al Espíritu Santo prometido. Ya en el siglo IV, san Cirilo de Jerusalén mencionaba la iglesia superior, donde se mantenía el recuerdo de la venida del Espíritu Santo. Al fondo de la gran estancia, por unas escaleras se sube a esa habitación de tamaño más reducido: es la que conocemos como «Sala del Espíritu Santo». Solo se puede acceder a esta sala la solemnidad de Pentecostés.

Actualmente el lugar Santo está a disposición de todos los cristianos. Se puede rezar y cantar, pero no celebrar la Eucaristía.


3. Getsemaní
El Señor acudió a este lugar con los discípulos antes de la Pasión. Vino a rezar para hacer la voluntad de su Padre Dios.

En la vertiente oriental del valle del Cedrón, al pie del monte de los olivos, existen todavía algunos cercados. Uno de ellos, comúnmente conocido como «el huerto de los olivos», tiene una extensión de unos mil doscientos metros cuadrados. A este lugar se le ha llamado Getsemaní. Este nombre proviene de la palabra hebrea gat shmanim, que significa «prensa de aceite». Los ocho olivos del huerto contiguo son muy antiguos. Resulta difícil establecer su edad ya que, durante siglos, estos árboles han ido renovando tanto sus troncos como sus raíces. Así, un olivo que da la impresión de ser joven, puede tener raíces muy antiguas. La edad de los árboles del huerto muchas veces ha suscitado debates. Numerosos peregrinos y guías turísticos los consideran como retoños de los viejos olivos de la época de Cristo.

Rezar aquí el Jueves Santo por la noche es impresionante. Te imaginas a Jesús solo de rodillas viendo lo que iba a sufrir en la Pasión y cargando sobre sí todos los pecados de los hombres.

El templo construido en este lugar consta de poca luz, y esto muestra muy bien aquella noche oscura. El Señor se tumbó en la roca, y sintiendo el peso de los pecados de todos los hombres sudó sangre.

4. Calvario
El Calvario no era un monte, sino una gran roca: media unos cinco o seis metros de alto, por otros seis de largo, y seis de ancho. La palabra «monte», para referirse al Calvario, comenzó a utilizarse en el siglo IV, a iniciativa del llamado «peregrino de Burdeos». Al escribir sobre su viaje a Tierra Santa, popularizó la expresión «monte calvario». Se trataba de una antigua cantera, en la que se hallaba esta roca inmensa. Era una zona que se encontraba fuera de los muros de la ciudad. Allí había restos de una antigua cantera de malaquita. Fue explotada desde el siglo IV hasta el siglo I a. C. 

En el momento de la muerte del Señor solo quedaban los muros de piedra, en semicírculo. Es habitual encontrarlos en las canteras. En ese lugar había un gran promontorio, y no era de tierra sino de piedra. Al lugar se le llamaba Gólgota, que proviene del arameo Gugultha, y que significa «cráneo». En Hebreo se llama Galgolet, y en Griego Dránion. Locus Calvariae en latín. En castellano se puede traducir como «calavera, cabeza, o calva». De ahí proviene el nombre «lugar de la calavera o Calvario». No parece que se llamara así porque hubieran encontrado calaveras de gente que había muerto allí. También era conocido como «lugar de la calavera», debido a que la forma de esa roca grande recordaba a una gran calavera.

Se podría decir que, para un cristiano, el Calvario es el lugar central de Tierra Santa. Al morir en la Cruz, el Señor nos ha rescatado, nos ha elevado a la condición de hijos adoptivos, y nos ha abierto las puertas del cielo.

Un chico me preguntó: ¿Qué ha pasado en este lugar? Le contesté: aquí un hombre que es Dios y que se llama Jesús ha muerto por ti para que puedas vivir para siempre en el cielo.

5. La Tumba
A diferencia de otras tumbas, esta se encuentra vacía. Jesucristo resucitó. Consta de dos estancias. La primera se llama «Capilla del ángel». El relicario de mármol en forma de columna, en el medio de la antesala, contiene un fragmento de la piedra del ángel: se la denomina así porque le vieron sentado encima la mañana de Pascua. «Y he aquí que se produjo un gran terremoto, pues un ángel del Señor descendió del Cielo y, acercándose, removió la piedra y se sentó sobre ella» (Mt 28, 2). Es uno de los trozos que perduraron de la Tumba, después de su profanación en el año 1009. En la segunda estancia, sobre la losa del Sepulcro, arden día y noche cuarenta y cuatro lámparas de plata. La cubierta de mármol es del año 130. Pertenecía al antiguo templo de Adriano, y ahora cumple la función de proteger la piedra original de la Tumba. 

 Al entrar, primero se accede a la antesala. Allí se espera turno: en el recinto pequeño de la Tumba solo hay capacidad para tres personas. A veces se permite la entrada hasta cuatro visitantes a la vez: no cabe más gente de rodillas delante de la losa. Habitualmente, solo se permite rezar unos pocos segundos. Casi todo el mundo coincide en que es uno de los lugares que más impresión produce. 

También es posible —reservando con tiempo— celebrar y asistir a la Santa Misa dentro de la Tumba. Impacta mucho pensar, durante el Santo Sacrificio, que aquí fue depositado el cuerpo muerto del Señor, y aquí resucitó a los tres días con su cuerpo glorioso. Y de nuevo, cuando el sacerdote consagra la Eucaristía, aquí y ahora, se vuelve a hacer realmente presente en el altar preparado sobre la Tumba.

Mis mayores impresiones en Tierra Santa han sido celebrar la Misa dentro de la Tumba. En la Eucaristía Jesús vuelve a aparecer con vida en la Tumba. San Juan Pablo II hablaba en Ecclesia de Eucharistia de la inmensa gracia que era celebrar la Misa en la Tumba, era como volver a la hora de su Resurrección.

Extractos del libro: "Huellas de Jesús. El Evangelio desde Tierra Santa".