El 16 de marzo de 1994, el beato Álvaro y sus acompañantes visitaron el lugar de la multiplicación de los panes y los peces junto al lago Tiberíades. Allí rezó don Álvaro y quiso colocar su cruz pectoral y el rosario sobre la piedra que está debajo del altar de la iglesia. Se detuvo a contemplar aquellos campos y el lago que rodean el lugar.
Llegaron luego a la playa de Pedro, rememorando la pesca milagrosa, el encuentro de los discípulos con Cristo Resucitado, el “Simón, ¿me amas?…”. En estas ocasiones, don Álvaro siempre solía recordar los comentarios que había oído a San Josemaría a lo largo de tantos años a su lado. Entraron en la iglesia, después de haberse santiguado con agua del lago. Quiso besar la piedra que sirvió de mesa a Jesucristo y a los discípulos. También sobre esta piedra quiso colocar cruces y rosario. Un franciscano de la Custodia de aquel Santo lugar trajo a don Álvaro una estola empleada por el Papa Pablo VI en su visita a aquella iglesia y le pidió que se la pusiera y bendijera a los peregrinos que estaban allí. Don Álvaro lo hizo enseguida. Quiso que recitáramos allí un Credo y rezáramos por el Papa.
Llegaron luego a la playa de Pedro, rememorando la pesca milagrosa, el encuentro de los discípulos con Cristo Resucitado, el “Simón, ¿me amas?…”. En estas ocasiones, don Álvaro siempre solía recordar los comentarios que había oído a San Josemaría a lo largo de tantos años a su lado. Entraron en la iglesia, después de haberse santiguado con agua del lago. Quiso besar la piedra que sirvió de mesa a Jesucristo y a los discípulos. También sobre esta piedra quiso colocar cruces y rosario. Un franciscano de la Custodia de aquel Santo lugar trajo a don Álvaro una estola empleada por el Papa Pablo VI en su visita a aquella iglesia y le pidió que se la pusiera y bendijera a los peregrinos que estaban allí. Don Álvaro lo hizo enseguida. Quiso que recitáramos allí un Credo y rezáramos por el Papa.
Después fueron a la Basílica de las Bienaventuranzas e hicieron un rato de oración antes de celebrar la Santa Misa en el altar mayor. Al salir, don Álvaro se quedaba admirando desde allí, con gran recogimiento, el lago y los campos por los que Jesucristo había pasado. Siguieron a Cafarnaun, donde vieron la casa de Pedro y la sinagoga. Quiso que allí, después de leer textos del Evangelio relativos a aquel lugar, volvieran a recitar un Credo y rezaran una oración a San Josemaría (entonces Beato), pidiendo por la Iglesia.
Don Álvaro tenía el deseo de volver por la tarde al lago de Genesaret y poder hacer un buen rato de oración en barca, en medio del lago. Trataron de buscar al final de la mañana a alguien que les alquilara una barca. Fue una búsqueda larga y no consiguieron encontrar lo que querían. Durante este rato de búsqueda se descargó la batería del coche y tuvieron que esperar bastante tiempo, hasta que una persona que pasaba les ayudó. Se hizo tarde y tuvieron que renunciar a la barca. Sin embargo, volvieron por la tarde a la costa del lago, en Tabgha. Y allí, en la orilla, sentados sobre un tronco, hicieron un rato de oración, leyendo textos del Evangelio relativos a hechos de Jesucristo en el lago de Genesaret.
Después, pensó también en algo que comentó muchas veces: que el Señor, después de la pesca milagrosa, dijo a los Apóstoles: ahora seréis pescadores de hombres; y ellos dejaron todo y siguieron a Jesús. Don Álvaro se refería al "relictis omnibus": a saber dejar de una vez todas las cosas, a despojarse de los pequeños ídolos que cada uno de nosotros tiene, para ofrecerle al Señor la vida con generosidad.
Cuando uno de los que le acompañaba le preguntó si quería que al día siguiente intentaran de nuevo alquilar una barca para hacer la oración, él respondió: No, hijo mío, sólo era un capricho.
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