LUNES. Gólgota temprano. Cenáculo (gran habitación en la que no hay culto; debajo está -muy improbablemente- la tumba de David). Dormición de María (iglesia pagada por el Kaiser alemán; imagen de María dormida de tamaño natural, de madera y marfil; un hombre mayor de aspecto fantasmagórico y una chica que lee con ayuda de una vela cantan una fantástica polifonía a media voz en la oscuridad de una capilla lateral). Gallicanto (casa de Caifás, lugar del juicio y la condena por parte de la autoridad judía, prisión nocturna de Jesús que aparece en la foto). Subimos por viejos escalones que pisaría Jesús varias veces aquella noche. Misa en el Cenáculo franciscano (impresiona revivir la primera misa en el lugar de la primera misa). Torre de David (muy objetiva exposición pedagógica de la Historia de Jerusalén, en especial, por medio de maquetas). Comida y café. Salimos de Jerusalén por la puerta nueva y volvemos a entrar por la puerta de las ovejas (así se llama en el evangelio en el relato de la curación de la piscina de los cinco pórticos; hoy, puerta de los leones). Inmediatamente, a la derecha, encontramos la basílica de santa Ana y la piscina probática. Seguimos la calle y llegamos al solar de la antigua Torre Antonia (pretorio) y allí: la capilla de la flagelación, la capilla de la condena (la condena romana, de Pilatos) y el litóstrotos. Ahí comenzamos el via crucis por la via dolorosa. De camino pasamos por el paupérrimo convento de los etíopes. Terminamos en el Santo Sepulcro. Algo allí provoca un efecto embriagador, hipnótico, como si se entrara en otra dimensión de la realidad: pueden ser la penumbra entreverada por las luces mágicas y las velas colgantes, el humo de la procesión de franciscanos que cantan gregoriano con voz profunda y firme, la multitud de voces y de idiomas, algunos irreconocibles, las figuras de otro mundo como los monjes ortodoxos, o de este mundo como el policía israelí... Toco la piedra del calvario (en la foto se ve cómo salgo después de meter el brazo en el agujero donde estuvo la Cruz) y pasamos, después de la espera, al sepulcro del que salió vivo el que venció a la muerte, el sepulcro fracasado, que no pudo retener a su presa. Terminamos de visitar la iglesia en la que todo es real y fantástico, desorden histórico y ordenación cósmica. Jerusalén es en grande lo que la iglesia del santo sepulcro es en pequeño: mezcla, multitud de estratos históricos solapados, costumbres que se respetan para no perturbar un equilibrio inestable, desorden en armonía, voces que se pierden en el aire, actividad libre y vigilada... Volvemos rendidos a Casa Nova. Cena muy agradable en restaurante armenio.
Colaboración: Jose María Rodríguez de Santiago.
No hay comentarios:
Publicar un comentario