SÁBADO. Hoy nos despedimos de Nazaret. Antes de montar en el bus entro un minuto a la casa de la Virgen. Bajamos por la ribera oeste del Jordán hasta el Mar Muerto. Visitamos las excavaciones del Qumran (se aprecia en la foto). Vemos una proyección sobre los esenios: puritos gnósticos (como dirían en México). Después nos bañamos en el Mar Muerto y nos cubrimos de barro negro. Es una experiencia única. Y llegamos a Jericó, un fantástico oasis verde y frondoso en medio de un desierto duro y bañado por la luz cegadora. Se ve desde allí la montaña de la Cuarentena. Comemos en un comercio “occidentalizado” donde venden cremas para la piel, sirven café espresso, preparan platos con sabor europeo y atraen a los “hijos de la decadencia” consumista occidental con un rótulo que a ellos les resulta familiar: “temptation center”, que, al menos en este caso, está justificado por el significado de la montaña nombrada, donde Jesús fue tentado. Subimos a Jerusalén. Queda claro por qué se emplea la expresión “subir” para referirse a la marcha a Jerusalén, al menos desde Jericó: el trayecto consiste en un fatigoso ascenso entre peñas desérticas. Llegamos y pasamos de largo, después de poder divisar por primera vez, desde la autopista, el templo con la reluciente cúpula dorada de la mezquita de Omar. Pasamos junto al cementerio donde está enterrado Theodor Herzl y junto al museo del holocausto.
Vamos a las “montañas de Judea”. Difícilmente podría expresarse de forma más sencilla y precisa el sitio al que llegamos nosotros y al que fue la Virgen a visitar a su prima en Ain Karim. Entramos en la iglesia construida sobre la casa donde nació Juan el bautista. Todo dentro recuerda a España: cerámica de Manises cubre por completo las paredes, pintura española con motivos de la vida y muerte de Juan, una imagen de María en el retablo, como podría verse en una iglesia andaluza... El templo tuvo estatuto internacional de extraterritorialidad a favor de España, al que se renunció hace treinta años. También esto es típicamente español. Después bajamos un trecho y subimos otro empinado hacia la iglesia de la visitación de la Virgen a su prima Isabel. Celebramos allí la misa. Volvemos a Jerusalén. Bajamos del bus para ver el exterior del parlamento israelí y el monumental candelabro de bronce de los siete brazos que regaló el Reino Unido al Estado de Israel. Entramos en la ciudad vieja por la puerta nueva y llegamos a nuestro alojamiento en la Casa Nova. Primera visita al Gólgota en la iglesia del santo sepulcro. La escena que puede contemplarse allí cada día a las 9 de la noche es indescriptible. Desde hace casi mil años un miembro de la aristocracia musulmana se encarga de cerrar la puerta de la iglesia a los cristianos a esa hora y se queda con la llave. A la mañana siguiente “les” abre la puerta. Naturalmente el acto tiene un contenido simbólico, que con facilidad puede imaginarse si se tiene en cuenta que el privilegio procede de una victoria militar. El personaje que ahora ejerce la facultad no tiene desperdicio: un andar algo altanero y aspecto distinguido, a pesar de que va en chanclas y vaqueros.
DOMINGO. Visita tempranera al Gólgota. Visita a Belén. El muro de cemento que aísla la zona por la que se entra, con dos controles: uno judío y otro palestino, puede compararse a una brecha en la carne. Misa en el monte de los pastores y visita al lugar donde nació Jesús (Fotografía del interior de la Basílica). Comida en la Casa Nova de Belén. Vamos a Betania, a la casa de Marta, María y Lázaro. Llegada a Jerusalén, entrada por la puerta de Sión. Paseo por el cardo máximo y el barrio judío. Templo y muro de las lamentaciones. Me pregunto si el rezo cristiano causará en los judíos una impresión tan rara como la que causa el judío (una oración acompañada del movimiento corporal) a los cristianos. Entramos al barrio musulmán. Conferencia en la sede de la Custodia de la Tierra Santa de los franciscanos. Cena y debate sobre el diálogo interreligioso.
Vamos a las “montañas de Judea”. Difícilmente podría expresarse de forma más sencilla y precisa el sitio al que llegamos nosotros y al que fue la Virgen a visitar a su prima en Ain Karim. Entramos en la iglesia construida sobre la casa donde nació Juan el bautista. Todo dentro recuerda a España: cerámica de Manises cubre por completo las paredes, pintura española con motivos de la vida y muerte de Juan, una imagen de María en el retablo, como podría verse en una iglesia andaluza... El templo tuvo estatuto internacional de extraterritorialidad a favor de España, al que se renunció hace treinta años. También esto es típicamente español. Después bajamos un trecho y subimos otro empinado hacia la iglesia de la visitación de la Virgen a su prima Isabel. Celebramos allí la misa. Volvemos a Jerusalén. Bajamos del bus para ver el exterior del parlamento israelí y el monumental candelabro de bronce de los siete brazos que regaló el Reino Unido al Estado de Israel. Entramos en la ciudad vieja por la puerta nueva y llegamos a nuestro alojamiento en la Casa Nova. Primera visita al Gólgota en la iglesia del santo sepulcro. La escena que puede contemplarse allí cada día a las 9 de la noche es indescriptible. Desde hace casi mil años un miembro de la aristocracia musulmana se encarga de cerrar la puerta de la iglesia a los cristianos a esa hora y se queda con la llave. A la mañana siguiente “les” abre la puerta. Naturalmente el acto tiene un contenido simbólico, que con facilidad puede imaginarse si se tiene en cuenta que el privilegio procede de una victoria militar. El personaje que ahora ejerce la facultad no tiene desperdicio: un andar algo altanero y aspecto distinguido, a pesar de que va en chanclas y vaqueros.
DOMINGO. Visita tempranera al Gólgota. Visita a Belén. El muro de cemento que aísla la zona por la que se entra, con dos controles: uno judío y otro palestino, puede compararse a una brecha en la carne. Misa en el monte de los pastores y visita al lugar donde nació Jesús (Fotografía del interior de la Basílica). Comida en la Casa Nova de Belén. Vamos a Betania, a la casa de Marta, María y Lázaro. Llegada a Jerusalén, entrada por la puerta de Sión. Paseo por el cardo máximo y el barrio judío. Templo y muro de las lamentaciones. Me pregunto si el rezo cristiano causará en los judíos una impresión tan rara como la que causa el judío (una oración acompañada del movimiento corporal) a los cristianos. Entramos al barrio musulmán. Conferencia en la sede de la Custodia de la Tierra Santa de los franciscanos. Cena y debate sobre el diálogo interreligioso.
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