Miércoles 26 de octubre. En el aire se percibe una espera febril. Desde el 14 de octubre ya se tenía noticia de que esa jornada y la siguiente, el edículo de la Basílica del Santo Sepulcro estaría cerrado por obras. Acababa de saberse que las autoridades de la iglesia, custodios del Santo Lugar, están invitados a asistir a la apertura de la cámara funeraria.
El edículo está compuesto de dos partes. La Capilla del Ángel, en cuyo centro se encuentra un pequeño altar relicario con la piedra que cerraba la tumba, y la propia tumba con el lecho fúnebre, es decir, una losa de mármol que cubre el lugar bajo el cual se encuentran los restos de la cámara funeraria de Jesús.
Los invitados han visitado el lugar. En primer lugar, el patriarca ortodoxo Teófilo III, acompañado por una pequeña delegación de religiosos y científicos. En representación del padre custodio, que se encuentra fuera del país, estaban presentes fray Dobromir Jasztal, vicario custodial, fray David Grenier, secretario de Tierra Santa, y otros tres frailes, entre ellos el padre Eugenio Alliata, arqueólogo del Studium Biblicum Franciscanum. También asistió por parte de la Custodia el arquitecto Osama Hamdam, miembro de la comisión científica del proyecto. Así mismo, una pequeña delegación de armenios, encabezada por el obispo Sévan, además de los coptos del Santo Sepulcro.
El acontecimiento es importante para todos: es la primera vez desde 1810 en que la losa es retirada. La vez anterior tuvo lugar en 1555 bajo la dirección del custodio Bonifacio de Ragusa, cuando también él fue autorizado a efectuar reformas en el edículo porque en aquel momento –como ahora– mostraba los signos del deterioro provocado por el paso del tiempo.
El acceso al edículo estaba cerrado desde las dos de la tarde, pero la apertura para las autoridades estaba prevista a las seis, horario del Santo Sepulcro (las siete legales, ya que en la basílica no se tiene en cuenta el cambio de horario entre invierno y verano, pues el tiempo se mantiene como en el siglo XIX).
El evento se ha celebrado a puerta cerrada, bajo los objetivos de muchas cámaras fotográficas y las videocámaras del famosísimo National Geographic, que ha cubierto el acto en exclusiva. Esto explica la falta de fotos (por el momento…) En los rostros de todos los presentes se puede leer una expresión de curiosa y emocionante espera. En la tumba, los obreros se ponen en marcha. Durante la tarde, han trabajado para separar la losa de mármol. Ahora es necesario desplazarla, horizontalmente, unos veinte centímetros.
La profesora Antonia Moropoulo, directora del proyecto de restauración, da la bienvenida a la Capilla del Ángel al patriarca griego Teófilo, a fray Dobromir Jazstal y a monseñor Sévan. Cubiertos con cascos de construcción, les explica lo que van a ver: … ¡arena! De hecho, se trata de tierra colocada para evitar que la losa de mármol se rompa en caso de que se la someta a contracciones demasiado fuertes.
Uno detrás de otro, los dignatarios entran en la tumba y salen conmocionados, a pesar de no haber visto nada en la cámara funeraria de Jesús. Sin embargo, son conscientes de que han participado en un momento histórico y es evidente que el Lugar Santo, en este día más que nunca, ejerce su enorme poder de atracción y de emoción.
De hecho, al día siguiente, todos (o casi todos) han vuelto por su cuenta. Por la noche, los obreros han retirado la arena y los científicos han seguido con sus cálculos. El jueves 27, por la mañana, el National Geographic ha publicado el vídeo de las imágenes obtenidas el día anterior.
En los patios del convento de San Salvador, los pocos frailes que han podido acercarse a la tumba, comparten sus impresiones. Otros han decidido probar fortuna el jueves y, de hecho, algunos han entrado y han podido ver. ¡Y esta vez no había solo arena! La lápida de mármol estaba recolocada casi completamente. La arena se había retirado y ha aparecido otra losa de mármol gris, partida. Es tan larga como la que la recubre, pero solo la mitad de ancha, el resto parece estar roto. Se supone que se podría tratar (en condicional) de la losa que habrían colocado allí los cruzados. No hay ninguna certeza, es tarea de los científicos sacar sus conclusiones después de haber analizado los hallazgos.
En los sitios donde falta el mármol gris, aparece la roca. Es la roca original, el lecho funerario de Jesús, tallado en la misma piedra de Jerusalén. En la piedra se pueden ver canales excavados para el desagüe de los fluidos, dicen algunos, para realizar un ritual bizantino que consiste en santificar el óleo, afirman otros. La forma en que está tallada la piedra podría dar una idea a los especialistas sobre la orientación del cuerpo. ¿La cabeza hacia el Este o hacia el Oeste?
Pero lo que todos constatan es que la piedra sobre la que reposó el cuerpo de Cristo es totalmente normal, mientras que el momento de observarla, para todos aquellos que la ven, es absolutamente extraordinario.
Todos están consternados. Delante del edículo se intercambian impresiones. Verifican con la persona que tienen al lado si han visto lo mismo o si había que haber visto otra cosa. En los rostros de estos hombres, independientemente de su edad, se refleja una intensa emoción. No es traicionarles decir que se pueden ver sus ojos húmedos. Hacen pensar en la secuencia pascual Victimæ paschali laudes: "Dic nobis Maria, quid vidisti in via? Sepulcrum Christi viventis, et gloriam vidi resurgentis: [Dinos María, ¿qué has visto en el camino? He visto la tumba de Cristo viviente y la gloria de su resurrección]".
Las órdenes son estrictas: prohibido publicar o enviar a cualquier publicación las fotos obtenidas con cualquier tipo de aparato. Unas órdenes que respetan los franciscanos, pero no está prohibido contar las emociones de los que lo han visto. Algunos mensajes publicados en las redes sociales no engañan. Algunas horas después, quien ha podido entrar y ver, como si respondiera a la invitación de los ángeles en el día de Pascua (Mt 28, 6), todavía está profundamente conmovido, marcado, y bendice al Señor por haber vivido un día extraordinario.
Han visto con sus propios ojos el punto exacto donde reposó el cuerpo del Señor. Les habían dicho que era allí, pero se ha ofrecido ante sus ojos como el costado de Jesús abierto ante los dedos de Tomás. Y, lo hayan tocado o no, han salido de allí con un único grito de alegría: "Scimus Christum surrexisse a mortuis vere. Tu nobis, victor Rex, miserere [Sí, estamos seguros: Cristo ha resucitado verdaderamente. Tú, Rey victorioso, ten piedad de nosotros]".
Fotos: E. Bermejo / Custodia de Tierrra Santa.
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