En la parte más baja y profunda de la cueva hay un pequeño manantial que brota del techo conocido como las “Lágrimas de Sedecías”. Sedecías fue el último rey bíblico de Jerusalén y según todos los datos de que se dispone, fue puesto en el trono por los Babilonios. Durante su reinado, los Babilonios invadieron y conquistaron Jerusalén, desterrando a todos los Judíos.
Se cree que Sedecías intentó huir de Jerusalén a Jericó por esta cueva sin éxito, siendo capturado y llevado ante el rey babilónico Nabucodonosor. Los hijos de Sedecías fueron asesinados ante él y a continuación le sacaron los ojos. De este modo, el manantial representa sus lágrimas, pero no por la muerte de sus hijos, sino por la caída de Jerusalén.
Los Francmasones creen que Salomón fue el primero y más grande de los masones, y que sus orígenes proceden de los obreros que construyeron el templo de Salomón en Jerusalén. Por lo tanto, consideran la Cueva de Sedecías un lugar muy apropiado en el que celebrar sus ceremonias secretas. En 1868 tuvo lugar en ella la primera tenida masónica de la Palestina otomana a la tenue luz de las velas. A día de hoy, se celebra una ceremonia anual en la cueva, en la cámara que hace las veces de auditorio.
Aunque han pasado más de 150 años desde su descubrimiento, gran parte de la historia de la cueva sigue envuelta en el misterio. No obstante, hay consenso en un punto: esta estructura artificial, realizada por la mano del hombre, proporcionó a los constructores de Jerusalén una excelente cantera para las piedras empleadas en la construcción de los principales edificios públicos de la ciudad. La cueva está situada muy cerca del Monte del Templo, por lo que se podrían haber transportado piedras de gran tamaño al lugar en el que el Templo estaba siendo construido. Más aún, se sabe por el Primer Libro de los Reyes que estaba prohibido emplear cualquier tipo de herramientas de hierro en las obras realizadas en el futuro emplazamiento del Templo.
La Cueva de Sedecías podría haber sido el lugar perfecto en el que extraer y tallar las piedras destinadas el Templo, ya que cumplía a la perfección con estos requisitos. Asimismo hay quien cree que el tipo de piedra presente en la cueva es idéntico al de las piedras que aún se conservan del Templo de Salomón.
Otra leyenda afirma que cuando los romanos sitiaron Jerusalén, los sacerdotes ocultaron materiales e instrumentos del templo en lo más profundo y recóndito de la cueva de Sedecías. De ser cierto, aún quedan muchos tesoros por descubrir.
Bryan Hill
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