Aparte de la necesidad salvadora de la pasión del Mesías, los profetas también profetizaban Su Resurrección de entre los muertos y la subsiguiente gloria. Después de describir los padecimientos de Cristo, Isaías finaliza su relato con las siguientes palabras:
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación: verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores." (Is. 53:10-12).
En otras palabras, el Mesías vivirá de nuevo después de la muerte para encabezar el Reino de los rectos y estará moralmente contento por los sufrimientos soportados por Él personalmente.
La resurrección de Cristo también fue profetizada por el rey David en su salmo 16, donde habla de parte de Cristo, diciendo:
"Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me abandonarás en la región de los muertos ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha" (Sal. 16:8-11).
"Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me abandonarás en la región de los muertos ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha" (Sal. 16:8-11).
El profeta Oseas asimismo tiene mención de la resurrección al tercer día, aunque su profecía se expone en plural:
«Vamos, volvamos al Señor. Porque él ha desgarrado, y él nos curará; él nos ha golpeado, y él nos vendará. En dos días nos volverá a la vida y al tercero nos hará resurgir; viviremos en su presencia" (Os. 6:1-2; véase: 1 Cor. 15:4).
«Vamos, volvamos al Señor. Porque él ha desgarrado, y él nos curará; él nos ha golpeado, y él nos vendará. En dos días nos volverá a la vida y al tercero nos hará resurgir; viviremos en su presencia" (Os. 6:1-2; véase: 1 Cor. 15:4).
Además de las profecías directas referentes a la inmortalidad del Mesías, lo testifican en realidad también aquellos pasajes del Antiguo Testamento, en los cuales el Mesías se llama Dios. (Sal. 2, 45, 110, Is. 9:6, Jer. 23:5, Miq. 5:2, Mal. 3:1).
Resulta que Dios por Su naturaleza es inmortal. De la misma manera, podemos concluir acerca de la inmortalidad del Mesías cuando leemos vaticinios referentes a Su eterno Reino (Gen. 49;10, 1Sam. 7:13, Sal 2, 132:11, Ezq. 7:13). Todos saben que el eterno Reino presupone la existencia del eterno Rey.
Resulta que Dios por Su naturaleza es inmortal. De la misma manera, podemos concluir acerca de la inmortalidad del Mesías cuando leemos vaticinios referentes a Su eterno Reino (Gen. 49;10, 1Sam. 7:13, Sal 2, 132:11, Ezq. 7:13). Todos saben que el eterno Reino presupone la existencia del eterno Rey.
Por lo tanto resumiendo el contenido de este capítulo observamos que los profetas del Antiguo Testamento se expresaban con mucha determinación y claridad al hablar de los padecimientos redentores, la muerte y luego la gloriosa resurrección del Mesías. El tenía presentes a los que iba a salvar. El origen de estas verdades, reveladas por los profetas, constituyen posteriormente la base de la fe cristiana.
https://www.fatheralexander.org
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