El domingo 22 de noviembre, tres mil fieles se reunieron en la basílica de la Anunciación en Nazaret, para celebrar un evento único en la historia del Patriarcado latino: la beatificacion de Maria Alfonsín Ghattas, fundadora de las hermanas del rosario. Esta reunión tan grande de fieles daba testimonio de la importancia del evento que se celebraba. De hecho, desde la restauración del Patriarcado latino en 1847 María Alfonsín es la segunda fiel de la diocesis de Jerusalén que ha sido declarada beata después de la carmelita María Baouardy en 1983. Toda la basílica recordó la figura queridísima de María Alfonsín. Primero sus hijas espirituales, las hermanas del rosario, que estaban reunidas a la izquierda del altar, con su hábito negro. Algunas vinieron del Líbano, de Síria y de Egipto para el evento. Todas llevaban alrededor del cuello –además del rosario- un retrato grande de la beata. El mantel del altar y las magníficas casullas del Patriarca y de los Obispos fueron bordados con la imagen de la beata, hija de Jerusalèn y de Tierra Santa. Toda la diócesis de Jerusalén estaba representada en esta gran fiesta: los fieles de Galilea, que eran muy numerosos, y también varios centenares de fieles procedentes de los territorios palestinos. Además vinieron centenares de fieles de Jordania a participar del evento. Más de cien sacerdotes concelebraron, entrando en la basílica con una larga procesión. Los Obispos de la Asamblea Ordinaria de Tierra Santa estuvieron casi todos presentes. Acompañaban al Patriarca Fwat Twal –que presidía la Misa-, Mons. Antonio Franco, delegado y Nuncio apostólico, los tres vicarios de la diócesis, el anterior Patriarca Michel Sabbah, el Custodio de Tierra Santa, así como cuatro Obispos Melquitas. Del Vaticano vino Mons Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para la causa de los santos. Después del Kirie abuna William Shomali, canciller del Patriarcado Latino, leyó en árabe una breve biografía de sor María Alfonsín. Después vino el momento tan esperado de la proclamación del decreto de beatificación, primero en latín por Mons Amato, y después en árabe por Mons. Marcuzzo. Al terminar sus palabras tres monjas llevaron en procesión una reliquia, mientras se trasladaba la imagen de la beata y se descorría el velo que la cubría. En ese momento los fieles aplaudieron con fuerza y aclamaron a la beata. Fue el momento más emocionante. En la homilia el Patriarca habló de la importancia en el mundo actual de la santidad de los fieles, insistiendo en que esto era un signo de santidad en la Iglesia. Justo antes de la bendición final Mons. Amato leyó en inglés el mensaje del Papa Benedicto XVI dirigido a toda la iglesia de Jerusalén para este evento.
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