sábado, 26 de diciembre de 2009
La Navidad en Belén
sábado, 19 de diciembre de 2009
Campo de los pastores en Belén

Hacemos un breve repaso histórico del lugar. En el s. V, en recuerdo de los Pastores, se levantó un santuario, cuyas ruinas, no se sabe hasta cuándo dejaron de atraer la atención de los
peregrinos. Después de los cruzados, los devotos que descendían desde Belén hacia oriente para visitar el lugar también llamado de Gloria in excelsis, solían pararse en las ruinas de un pequeño santuario llamado Der er-Ruat, venerado todavía hoy por los cristianos. Sin embargo, desde 1859, goza de mayor favor, según muchos autores, la localidad, propiedad de los PP. Franciscanos, de Siyar el Ghanam (redil de las ovejas), situada a menos de un Km. al Noreste de Der er-Ruat. Las excavaciones practicadas parcialmente en 1859 por C. Guarmani, y reanudadas metódicamente en los años 1951-2 por el P. V. Corbo, de la Custodia de Tierra Santa, dieron a la luz una gran instalación agrícola monástica, con numerosas prensas, piletas, silo y grutas. El lugar, habitado ya en la época herodiana, tuvo gran desarrollo en los siglos V-VII. Una primera iglesia del s. V. fue ampliada notablemente en el s. VI, y en el ábside se usaron piedras que provenían de la construcción de Constantino, de la Basílica del Nacimiento. Los altares y algunas inscripciones de mosaicos, confirman el carácter sagrado del lugar. Cerca de
las ruinas del monasterio se construyó en 1953 el santuario del Gloria in excelsis Deo, con planos del arquitecto A. Barluzzi. En la parte exterior del muro, en forma de decágono, de piedra gris-rosada, hay cinco muros apoyados, en un plano inclinado que dan la apariencia de una tienda de nómadas. Internamente 10 pilastras sostienen una bóveda, con ventanas redondas, y encima de ella la cúpula. Las palabras del Angel a los pastores, están reproducidas en mosaico de oro, alrededor de la bóveda de la cúpula.


sábado, 12 de diciembre de 2009
Capilla de San Jerónimo en la Natividad de Belén
"Jerónimo nació en Estridon en torno al año 347 de una familia cristiana, que le dio una fina formación, enviándole a Roma para que perfeccionara sus estudios. Siendo joven sintió el atractivo de la vida mundana, pero prevaleció en él el deseo y el interés por la religión cristiana. Tras recibir el bautismo, hacia el año 366, se orientó hacia la vida ascética y, al ir a vivir a Aquileya, se integró en un grupo de cristianos fervorosos, definido por el como una especie de “coro de bienaventurados” reunido alrededor del obispo Valeriano. Se fue después a Oriente y vivió como
eremita en el desierto de Calcide, en el sur de Alepo, dedicándose seriamente al estudio. Perfeccionó el griego, comenzó a estudiar hebreo, trascribió códigos y obras patrísticas. La meditación, la soledad, el contacto con la Palabra de Dios maduraron su sensibilidad cristiana. En el año 382 se fue a vivir a Roma: aquí, el Papa Dámaso, conociendo su fama de asceta y su competencia como estudioso, le tomó como secretario y consejero; le alentó a emprender una nueva traducción latina de los textos bíblicos por motivos pastorales y culturales. Después de la muerte del Papa Dámaso, Jerónimo dejó Roma en el año 385 y emprendió una peregrinación, ante todo a Tierra Santa, silenciosa testigo de la vida terrena de Cristo, y después a Egipto, tierra elegida por muchos monjes. En el año 386 se detuvo en Belén, donde gracias a la generosidad de una mujer noble, Paula, se construyeron un monasterio masculino, uno femenino, y un hospicio para los peregrinos que viajaban a Tierra Santa, «pensando en que María y José no habían encontrado albergue». Se quedó en Belén hasta la muerte, continuando una intensa actividad: comentó la Palabra de Dios; defendió la fe,
oponiéndose con vigor a las herejías; exhortó a los monjes a la perfección; enseñó cultura clásica y cristiana a jóvenes; acogió con espíritu pastoral a los peregrinos que visitaban Tierra Santa. Falleció en su celda, junto a la gruta de la Natividad, el 30 de septiembre de 419/420.
La formación literaria y su amplia erudición permitieron a Jerónimo revisar y traducir muchos textos bíblicos: un precioso trabajo para la Iglesia latina y para la cultura occidental. Basándose en los textos originales en griego y en hebreo, comparándolos con las versiones precedentes, revisó los cuatro evangelios en latín, luego los Salmos y buena parte del Antiguo Testamento. Teniendo en cuenta el original hebreo y el griego de los Setenta, la clásica versión griega del Antiguo Testamento que se remonta a tiempos precedentes al cristianismo, y de las precedentes versiones latinas, Jerónimo, ayudado después por otros colaboradores, pudo ofrecer una traducción mejor: constituye la así llamada «Vulgata», el texto «oficial» de la Iglesia latina, que fue reconocido como tal en el Concilio de Trento y que, después de la reciente revisión, sigue siendo el texto «oficial» de la Iglesia en latín".


La formación literaria y su amplia erudición permitieron a Jerónimo revisar y traducir muchos textos bíblicos: un precioso trabajo para la Iglesia latina y para la cultura occidental. Basándose en los textos originales en griego y en hebreo, comparándolos con las versiones precedentes, revisó los cuatro evangelios en latín, luego los Salmos y buena parte del Antiguo Testamento. Teniendo en cuenta el original hebreo y el griego de los Setenta, la clásica versión griega del Antiguo Testamento que se remonta a tiempos precedentes al cristianismo, y de las precedentes versiones latinas, Jerónimo, ayudado después por otros colaboradores, pudo ofrecer una traducción mejor: constituye la así llamada «Vulgata», el texto «oficial» de la Iglesia latina, que fue reconocido como tal en el Concilio de Trento y que, después de la reciente revisión, sigue siendo el texto «oficial» de la Iglesia en latín".
sábado, 5 de diciembre de 2009
Mi madre cuenta nuestra Misa en la tumba
Este es un relato que escribe mi madre para un blog que se llama www.madresdesacerdotes.blogspot.com". En este lugar que se ve en la foto es donde pusieron el cuerpo del Señor y desde donde resucitó. Los franciscanos encima de esta lápida ponen un tabla que sirve como altar, y ahí tenemos la oportunidad de celebrar la Santa Misa en algunas ocasiones. Es una oportunidad muy especial que pude vivir con mis padres. Lo cuentan ellos:
"Somos padres de sacerdote. Nuestro hijo vive en Jerusalén. En un principio nos preocupó que fuese a esas tierras tan conflictivas. También nos daba pena –como es lógico- tenerle tan lejos. Ya han pasado tres años, y por lo que nos cuenta, está encantado. Nosotros estamos contentos de verle feliz. De todas formas somos conscientes de que su vida allí y su trabajo no son fáciles. Además del inglés, tiene que aprender los idiomas de aquellas tierras, como son el árabe y el hebreo. Ha comenzado con el árabe. Son muy necesarios estos idiomas pues allí hay mucha gente que sólo habla su propia lengua.
Hemos ido a verle alguna vez, y con él hemos vivido experiencias muy bonitas. Una que recordamos especialmente emocionados fue cuando -en un viaje que hicimos a Jerusalén- nos sorprendió con que había conseguido reservar para celebrarnos una Misa en el Santo Sepulcro. Ya conocíamos ese lugar tan impresionante, donde Nuestro Señor estuvo muerto y desde donde Resucitó. Fue en una peregrinación. Cuando lo visitamos, como había mucha gente, tuvimos que hacer cola un buen rato, y cuando nos llegó el turno, casi sólo pudimos entrar, besar la tumba, rezar rápidamente, y salir.
Llegó el día de la Misa. Muy temprano por la mañana. llegamos a la Basílica del Santo Sepulcro. Por el status quo que hay en ese lugar Santo sólo se permite celebrar en la tumba muy pronto por la mañana. Nuestro hijo fue a la sacristía para a revestirse. Cuando salió le seguimos, y nos metimos delante de él nosotros solos dentro del Santo Sepulcro. Los franciscanos -que son los encargados de los Santos Lugares- habían preparado con detalle todo para la Misa. Encima del Sepulcro pusieron una hornacina con el mantel. Las velas estaban ya encendidas, y también se encontraban preparados sobre el altar el cáliz, la patena y todo lo necesario para la celebración. Se trata de un espacio reducido, y allí estábamos los tres, viviendo un momento impresionante.
La Misa empezó y la emoción también. Yo no paré de llorar de la impresión que me producía ver a nuestro hijo consagrando donde Jesús Resucitó. Cuando dijo las palabras de la Consagración, Jesús se hizo presente con su cuerpo glorioso. Él estaba allí, había venido a ese lugar, como cuando lo hizo al Resucitar hace dos mil años.
Sin duda es una de las experiencias más bonitas e inolvidables que hemos vivido nunca."
Hemos ido a verle alguna vez, y con él hemos vivido experiencias muy bonitas. Una que recordamos especialmente emocionados fue cuando -en un viaje que hicimos a Jerusalén- nos sorprendió con que había conseguido reservar para celebrarnos una Misa en el Santo Sepulcro. Ya conocíamos ese lugar tan impresionante, donde Nuestro Señor estuvo muerto y desde donde Resucitó. Fue en una peregrinación. Cuando lo visitamos, como había mucha gente, tuvimos que hacer cola un buen rato, y cuando nos llegó el turno, casi sólo pudimos entrar, besar la tumba, rezar rápidamente, y salir.
Llegó el día de la Misa. Muy temprano por la mañana. llegamos a la Basílica del Santo Sepulcro. Por el status quo que hay en ese lugar Santo sólo se permite celebrar en la tumba muy pronto por la mañana. Nuestro hijo fue a la sacristía para a revestirse. Cuando salió le seguimos, y nos metimos delante de él nosotros solos dentro del Santo Sepulcro. Los franciscanos -que son los encargados de los Santos Lugares- habían preparado con detalle todo para la Misa. Encima del Sepulcro pusieron una hornacina con el mantel. Las velas estaban ya encendidas, y también se encontraban preparados sobre el altar el cáliz, la patena y todo lo necesario para la celebración. Se trata de un espacio reducido, y allí estábamos los tres, viviendo un momento impresionante.
La Misa empezó y la emoción también. Yo no paré de llorar de la impresión que me producía ver a nuestro hijo consagrando donde Jesús Resucitó. Cuando dijo las palabras de la Consagración, Jesús se hizo presente con su cuerpo glorioso. Él estaba allí, había venido a ese lugar, como cuando lo hizo al Resucitar hace dos mil años.
Sin duda es una de las experiencias más bonitas e inolvidables que hemos vivido nunca."
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