Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor al oírles hablar cada uno en su propia lengua. Estupefactos y admirados decían: «¿Es que no son galileos todos estos que están hablando?. Pues ¿cómo cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa? Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia,Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos les oímos hablar en nuestra lengua las maravillas de Dios» (Hc 2, 1-11).
Jerusalén es la ciudad de las lenguas: es centro, frontera y contraste. Es la ciudad de la paz o ciudad santa y a la vez punto hacia donde convergen todas las tensiones del mundo. Jerusalén es mosaico, no crisol. En Jerusalén están oriente y occidente presentes. Están las tres religiones: Judaismo, Cristianismo e Islám. Al Este está Palestina, al Oeste Israel.
A la vez es la Babel actual, donde se da -igual que entonces- la confusión de lenguas por el pecado. En Pentecostés sucedió lo contrario: cada uno escuchaba a los apostoles en su propia lengua. Se unificaron las lenguas. Fue así porque ellos obedecieron al Espiritu, no fueron contra Dios. Jerusalen es Babel y es el Espiritu. La que contemplamos ahora es la Jerusalén terrestre. Su símbolo es más grande que su realidad: quiere ser ciudad de paz y es ciudad de guerra. La Jerusalén celeste: es la que esperamos. La Jerusalén terrestre es símbolo de la celestial que significa la Iglesia gloriosa y desposada con Jesucristo.
Jerusalén es la ciudad de las lenguas: es centro, frontera y contraste. Es la ciudad de la paz o ciudad santa y a la vez punto hacia donde convergen todas las tensiones del mundo. Jerusalén es mosaico, no crisol. En Jerusalén están oriente y occidente presentes. Están las tres religiones: Judaismo, Cristianismo e Islám. Al Este está Palestina, al Oeste Israel.
A la vez es la Babel actual, donde se da -igual que entonces- la confusión de lenguas por el pecado. En Pentecostés sucedió lo contrario: cada uno escuchaba a los apostoles en su propia lengua. Se unificaron las lenguas. Fue así porque ellos obedecieron al Espiritu, no fueron contra Dios. Jerusalen es Babel y es el Espiritu. La que contemplamos ahora es la Jerusalén terrestre. Su símbolo es más grande que su realidad: quiere ser ciudad de paz y es ciudad de guerra. La Jerusalén celeste: es la que esperamos. La Jerusalén terrestre es símbolo de la celestial que significa la Iglesia gloriosa y desposada con Jesucristo.
En el día de Pentescostés podemos pedir al Espíritu Santo por la unidad de la Iglesia. Viviendo en esta ciudad es más fácil darse cuenta de su importancia y de la necesidad que tenemos los cristianos de estar unidos. Aunque hablemos en diversas lenguas debemos estar unidos, teniendo el mismo espíritu de Jesucristo. A pesar de esa diversidad si nos dejamos guiar por el Espíritu Santo todos nos entenderemos y lograremos esa ansiada unidad.
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