En primer lugar para comentar esta parábola me parece que es interesante la referencia al uso de la lámpara para buscar la dracma perdida. Esta parábola de nuestro Señor sobre la dracma perdida -como casi todas-, necesita entenderse desde el punto de vista oriental. Después de perder la moneda en el suelo de piedras y mucha arena en las junturas, la mujer pediría ayuda a uno de sus hijos o a algunas amigas y vecinas para encontrar la moneda perdida. Le ayudarían sujetando una lámpara oriental hecha de tierra, mientras ella buscaba esa moneda o algún objeto de valor que se hubiera perdido. Tenemos que imaginar cómo era una vivienda en aquel entonces. La casa tendría sólo una puerta y una o dos ventanas con postigos de madera. Por esta razón se puede imaginar que estaba muy poco iluminada, especialmente durante el invierno. A las esteras, cojines, y pieles de cabra que cubrían el piso había que darles la vuelta, de forma que se facilitara así la limpieza del piso.
Cuando se encontró la dracma perdida, dice el Evangelio, las vecinas y amigas fueron a regocijarse con la dueña de la casa. Esto hay que entenderlo también, porque la señora estaría preocupada sobre el enfado de su marido al llegar y conocer la mala noticia. Las vecinas la comprendían muy bien y, según muestra el Evangelio, ella llamaría a sus amigas para celebrarlo pues sabía que ellas la entenderían mejor que nadie. Después, guardarían el suceso como un secreto que no debían saber los hombres. Hay que saber que en la cultura oriental suelen estar -en las casas- por un lado los hombres juntos charlando, y por otro lado las mujeres hablando a la vez de sus cosas. Es parte de la cultura de estas tierras, y sigue totalmente viva. Creo que conociendo estas costumbres se entiende un poco mejor la parábola.
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