La tradición cristiana piadosa plasmada por Eusebio de Cesárea dice que Santa Elena (247-329), la madre del emperador Constantino, mandó edificar en Jerusalén el Santo Sepulcro y la iglesia Eleona (“Ecclesia in Eleona” =en olivar) en el Monte de los Olivos tras su visita hacia el año 327 (al parecer realmente se construyó hacia el año 333 por mandato de Constantino. Medio siglo después la rica y piadosa matrona romana, Pomenia, cerca de Eleona patrocinó hacia el 378 la construcción de la iglesia de Imbomon (“Imbomon” =en la colina) dedicada a la Ascensión.
Y si en el Santo Sepulcro había una basílica adosada a la Anástasis dentro de una rotonda, en el Monte de los Olivos la basílica, un poquito apartada de La Ascensión era Eleona (de tres plantas y ábside sobre una gruta), y la planta circular correspondía a Imbomon. “Martyrium” y “Domus ecclesiae”, por tanto, para dos funciones religiosas y litúrgicas distintas. El mismo modelo se llevó a cabo en la iglesia de la Natividad de Belén (ca. 326 d.c), solo que allí la cabecera era un octógono y la iglesia tenía cinco naves.
Arculfo de Perigueux, obispo franco proveniente de Dordoña viajó a Palestina entre los años 679 y 682 y visitó los Santos Lugares de Jerusalén. En lo alto del Monte de los Olivos describió una iglesia circular abierto al cielo y con tres pórticos en el sur.
Dentro había un edículo (“un cilindro de bronce hueco de circunferencia grande”) que contenía las huellas de Cristo rodeadas de polvo que podían recoger los peregrinos cual reliquia ("la zona no percibe ninguna pérdida, y la tierra aún conserva la misma apariencia de estar marcada por la huella de pasos").
Arculfo testimonia que el interior de la iglesia, sin techo o bóveda, se encuentra abierto al cielo, y que tenía en su lado este un altar. “Así que de esta manera el interior no tiene bóveda con el fin de que desde el lugar donde las huellas divinas se vio por última vez, cuando el Señor fue llevado al cielo en una nube, ese hueco pueda estar siempre abierto y libre a los ojos de los que rezan al cielo”. Asimismo nos dice que había ocho lámparas dentro de La Ascensión.
Los persas de Cosroes destruyeron Imbomon, al igual que la mayoría de las iglesias de Jerusalén en el año 614, y el patriarca Modesto la reconstruiría. En 1152 los cruzados levantan una nueva iglesia de la Ascensión, esta vez octogonal y, en su centro, un templete igualmente octogonal en el que se encuentra la huella del pie esculpido en la roca.
El edículo es el que subsiste hoy día pero hay que tener en cuenta que los cruzados sólo alzaron el cuerpo principal con sus ocho columnas de mármol con capiteles finamente labrados probablemente de filiación borgoñesa. Los musulmanes superpusieron el tambor octogonal y cúpula de piedra, y quizás incluso tapiaron el cuerpo ochavado pues algunos opinan que los cristianos no colocaron los ocho lienzos. La puerta de acceso está al oeste.
Saladino conquista Jerusalén en 1187 y convierte el lugar en mezquita en 1198. Es durante el mandato de Saladino cuando se supone que se cierra el templete y se incorpora un mihrab en el interior. Y consiente que los cristianos oficien sus ritos en el día de la Ascensión, lo que sigue sucediendo hoy día pues el enclave continúa en posesión del “Waqf” Islámico de Jerusalén, siendo la única mezquita en la que se permiten rezos cristianos aunque sólo sea durante un día. El culto en este lugar ya está testimoniado por la peregrina gallega Egeria en el año 382.
Para que los cristianos pudieran visitar el edículo, Saladino optó por edificar una mezquita anexa en 1200. El edificio románico de la Ascensión quedó en ruinas a finales del siglo XV, y junto al muro este se construyeron casas y hasta establos. Se alzó una muralla octogonal que persiste hoy día.
En el interior del templete sigue estando el mihrab apuntado a La Meca y en el suelo se encuentra enmarcada una losa de piedra grabada con la huella del pie izquierdo de Cristo. La huella del otro pie se llevó al Domo de la Roca, según algunos peregrinos e historiadores.
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