Según las estadísticas israelíes, los peregrinos chinos ya han superado a los italianos. La Custodia de la Tierra Santa está llamando a religiosos del oriente para que los acompañen.
Sucede cada vez más a menudo por las estrechas calles de la Ciudad Vieja de Jerusalén, y ahora incluso lo confirman las estadísticas: los católicos chinos ya no son solo el rostro nuevo de los peregrinajes a la Tierra Santa, sino que se han convertido en una de las presencias numéricamente más significativas. Los datos oficiales sobre los primeros cuatro meses de 2017 indican un dato importante: de enero a abril, los visitantes que viajaron a Israel desde China (38.300) fueron más de los que viajaron desde Italia (31.600, número mayor al que se verificó en el mismo periodo del año pasado).
En conjunto, los chinos se han convertido en la séptima nacionalidad de origen de todos los turistas que viajan a Israel y, sobre todo, aumentan vertiginosamente cada vez más: con respecto al año anterior se registró un 108% más de llegadas desde China, y se trata de una tendencia que continúa con estos ritmos desde hace ya algunos años. Claro, los datos ofrecidos por la Oficina central de estadística israelí se refieren a los turistas en conjunto. Y también es cierto que el aumento de la presencia de viajeros chinos es un fenómeno que se verifica en todo el mercado internacional del turismo. Pero también la "Franciscans Pilgrims Office" (que se ocupa específicamente de los peregrinajes) confirma el marco general: cada año, el número de grupos de chinos que pasan por los Santuarios de Jerusalén se duplica.
Justamente por este motivo la Custodia de la Tierra Santa está trabajando para ofrecer una asistencia pastoral específica a estas personas. Lo narra el último número de la revista bimestral "L’Eco di Terra Santa", que ha reunido los testimonios de algunos frailes chinos que acogen a los peregrinos. Por ejemplo fray Johannes: hace algunos años estudió en el "Studium Biblicum Franciscanum" y en febrero de 2016 fue llamado para que se instalara en la Tierra Santa. También trazó un perfil de los peregrinos chinos que encuentra por Jerusalén: la mayor parte tienen más de 50 años, con poco conocimiento de lenguas extranjeras, en muchos casos se trata su primer viaje al extranjero. «Por diferentes motivos —explicó a la revista de los franciscanos— en China no es posible inscribirse en una lista a la salida de la iglesia para inscribirse a un peregrinaje. Al contrario, los grupos se organizan de manera muy discreta, de boca en boca».
La ambigüedad entre el viaje turístico y el peregrinaje en algunos casos crea dificultades. «La mayor parte de las veces —dice en el artículo fray Lionel, otro franciscano de la Custodia oriundo de Singapur— estos peregrinajes son guiados por mujeres chinas casadas con israelíes. No tienen ningún conocimiento de la fe cristiana y organizan las estancias como si fuera un viaje cualquiera. Una vez hablé con un señor de 80 años: había pasado 20 en la cárcel debido a su fe, e invirtió todos sus ahorros en este viaje. La guía nunca dejaba que el grupo tuviera tiempo para rezar en las iglesias: después de las explicaciones y de las fotografías, se veían obligados a partir inmediatamente hacia el siguiente lugar. Este hombre tuvo que ponerse necio y “luchar” para poder recitar el rosario en los santuarios».
Justamente a partir de historias como estas nació dentro de la Custodia la urgencia de ocuparse más de la acogida de grupos de peregrinos que llegan desde el Oriente. Entre las iniciativas adoptadas están la «creación de becas de estudio destinadas a religiosos chinos para promover sus estudios en el “Studium Biblicum Franciscanum” —explicó a “L’Eco di Terra Santa”— y la invitación a nuestros hermanos de otras Provincias para que presten servicio en Jerusalén». Pero también nació una idea más ambiciosa, que, gracias al apoyo de la Misión Pontificia, de las Hijas de la Caridad de San Vincenzo de’ Paoli y a las ofrendas de muchos chinos de todo el mundo, está cobrando vida: abrir en Jerusalén una comunidad de religiosas chinas al servicio de los peregrinos. Como enviada de vanguardia, ya se encuentra desde hace algunos meses en la Ciudad Santa sor Anne, una monja china que ya vivió este mismo ministerio en Lourdes. «Las costumbres y las tradiciones en China son muy diferentes de las occidentales o de las del Medio Oriente —dijo a “L’Eco di Terra Santa”. Mi objetivo es unir ambas cosas: que la Biblia se vuelva algo vivo para estas personas y que su estancia aquí las renueve en la fe. Es una oportunidad de catequesis extraordinaria».
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