“En cualquier ciudad o aldea en que entréis, informaos sobre quién hay en ella digno; y quedaos allí hasta que salgáis. Al entrar en una casa dadle vuestro saludo. Si la casa fuera digna, venga vuestra paz sobre ella; pero si no fuera digna, vuestra paz revierta a vosotros. Si alguien no os acoge ni escucha vuestras palabras, al salir de aquella casa o ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies” (Mt 10, 11-14).
La acogida cordial, la invitación a la casa, o a tomar un café, el recibimiento atento es algo de gran tradición en Oriente Medio. Cuando se deambula por las tiendas árabes, es común recibir una invitación a tomar un café. Es verdad que esas personas quieren vender, pero en el fondo hay algo propio de su cultura: la acogida .
Habitualmente, cuando se recibe una invitación formal por parte de una amigo a su casa, el tiempo no debe contar. Rechazar la invitación es un desdoro, e irse pronto una falta de educación y de amistad. La familia del que invita prepara el recibimiento con comida y bebida. Se van sacando poco a poco los alimentos y refrigerios. También depende de la hora, pero habitualmente se sacan primero productos salados. Después, más adelante, se sacarán los dulces. Al comienzo se ofrecen bebidas como el zumo o también bebidas con gas. Solo al final se ofrecen el café o el té. Se puede decir que es lo último que se ofrece, y que después ya solo quedará irse. Aunque todavía, desde que aparecen estas bebidas, se puede estar bastante tiempo.
En los casos de familiares o amigos cercanos las visitas suelen durar tardes enteras. No hace falta hablar de nada. Lo importante es estar allí. Todos tienen asumido que no hacen la visita para estar un rato, sino todo el día. En algunas ocasiones rechazar una invitación formal a tomar café puede ser una ofensa. Sería distinto, evidentemente, si nos lo ofrecen de una tienda sin conocerno. Pero hay que tener en cuenta que, en otras ocasiones, puede ser duro para la persona que invita el recivir un rechazo a la invitación. Depende de la persona y de la situación. Me contaba un amigo que, caminando por el desierto en cierta ocasión, se encontraron con un beduino que les invitó a tomar un café en su casa. Su casa era una tienda en el desierto. Se negaron alegando cualquier excusa, y el árabe se enfado de veras. Empezó a decir todo tipo de palabras y a agitar los brazos en señal de disgusto profundo. Se asustaron por la reacción de aquel árabe. Mi amigo me decía que no volvería a rechazar una invitación, pues se había dado cuenta del desdoro que en muchas ocasiones suponía para la persona que invitaba.
Lo habitual en estas tierras es la acogida. Es algo que forma parte una tradición milenaria. Rechazar a alguien no es propio de esta cultura, y supone una ofensa grave para los que llegan de fuera, de otras poblaciones. Así se entienden mejor esas palabras del Señor. Si no os acogen... sacudid el polvo de vuestros pies. La planta del pie o del zapato es lo más sucio del cuerpo. Sacudirse el polvo es señal de haber sido ofendido y despreciado. Las personas que actuan así, que no acogen, mostrando así esa falta de delicadeza y educación tan básicas en esta cultura, no son dignos de nuestra atención pues no han sabido acoger.