"Así pues, David, los ancianos de Israel y los jefes de millares fueron a traer el arca de la alianza de Yahvé, desde la casa de Obededón, con alborozo. Y habiendo Dios ayudado a los levitas portadores del arca de la alianza de Yahvé, sacrificaron siete becerros y siete carneros. David iba revestido de un manto de lino fino, lo mismo que todos los levitas que portaban el arca, los cantores y Quenanías, el jefe que dirigía el traslado. Llevaba también David sobre sí un efod de lino. Todo Israel subía el arca de la alianza de Yahvé entre clamores y resonar de cuernos, trompetas y címbalos, y haciendo sonar los salterios y las cítaras" (1 Cronicas, 15, 21-28).
Se nos presenta a David como Rey, pero también como sacerdote por pertenecer a la tribu de Leví, los escogidos de entre los judíos para ejercer este ministerio. Ellos eran encargados de realizar las funciones sagradas, las más santas, las que tocaban más directamente con las cosas que se referían al culto divino. En este lugar, Abu Gosh, que está a unos 10 kilómetros de Jerusalén, se conmemora este pasaje del Antiguo Testamento: el traslado del arca de la alianza a Jerusalén. Explicamos ahora brevemente el origen del sacerdocio en el Antiguo Testamento, que será la prefiguración de los que somos ahora sacerdotes de la nueva alianza.
Para cuidar del Santuario y del culto y ayudar al pueblo a dar gloria a Dios y a servirle con nobles y santos sentimientos, el Señor escogió personas sagradas de la tribu de Leví, una de las doce tribus. A Aarón y a sus descendientes primogénitos Dios los constituyó Sumos Sacerdotes; a los demás descendientes de Aarón les confirió la dignidad sacerdotal; y a la descendencia de los demás miembros de la tribu de Leví les confió la misión de ayudar a los sacerdotes en el sagrado ministerio. El sumo Sacerdote tenía el privilegio de entrar en el Sancta Sanctorum, para ofrecer el sacrificio por sí y por el pueblo un día al año. También podía consultar a Dios en circunstancias extraordinarias. A los sacerdotes les estaban encomendados todos aquellos ministerios que no eran de la exclusiva competencia del sumo Sacerdote: llevar el Arca de la Alianza y todos los demás objetos sagrados; ofrecer sacrificios y orar por el pueblo; bendecirle, instruirle en la Ley y exhortarle al fiel cumplimiento de la misma.
Se nos presenta a David como Rey, pero también como sacerdote por pertenecer a la tribu de Leví, los escogidos de entre los judíos para ejercer este ministerio. Ellos eran encargados de realizar las funciones sagradas, las más santas, las que tocaban más directamente con las cosas que se referían al culto divino. En este lugar, Abu Gosh, que está a unos 10 kilómetros de Jerusalén, se conmemora este pasaje del Antiguo Testamento: el traslado del arca de la alianza a Jerusalén. Explicamos ahora brevemente el origen del sacerdocio en el Antiguo Testamento, que será la prefiguración de los que somos ahora sacerdotes de la nueva alianza.
Para cuidar del Santuario y del culto y ayudar al pueblo a dar gloria a Dios y a servirle con nobles y santos sentimientos, el Señor escogió personas sagradas de la tribu de Leví, una de las doce tribus. A Aarón y a sus descendientes primogénitos Dios los constituyó Sumos Sacerdotes; a los demás descendientes de Aarón les confirió la dignidad sacerdotal; y a la descendencia de los demás miembros de la tribu de Leví les confió la misión de ayudar a los sacerdotes en el sagrado ministerio. El sumo Sacerdote tenía el privilegio de entrar en el Sancta Sanctorum, para ofrecer el sacrificio por sí y por el pueblo un día al año. También podía consultar a Dios en circunstancias extraordinarias. A los sacerdotes les estaban encomendados todos aquellos ministerios que no eran de la exclusiva competencia del sumo Sacerdote: llevar el Arca de la Alianza y todos los demás objetos sagrados; ofrecer sacrificios y orar por el pueblo; bendecirle, instruirle en la Ley y exhortarle al fiel cumplimiento de la misma.
La excelencia y dignidad del sacerdocio era tan grande que Dios quiso dar al pueblo una señal visible de la elección de Aarón y sus hijos mediante una consagración especial que duraría siete días. Moisés hizo lo que Yahvé le mandó y reunió al pueblo. “Después hizo que se acercaran Aarón y sus hijos y los lavó con agua. Vistió a Aarón la túnica, se la ciñó, le vistió la sobreveste y el efod, que le ciñó con el cinturón del efod, atándoselo; le puso el pectoral con los urim y tummin; cubrió su cabeza con la tiara, poniendo en la parte anterior de ella la diadema de oro, la diadema de la santidad, como le había mandado Yahvé; y tomando luego el óleo de la unción, ungió el tabernáculo y cuanto en él había, y lo consagró. Derramó el óleo de unción sobre la cabeza de Aarón, y le ungió, consagrándole. Hizo que se acercaran los hijos de Aarón y les vistió sus túnicas, los ciñó y les puso sus tiaras, como lo había mandado Yahvé. Hizo traer un novillo para el sacrificio por el pecado. Moisés lo degolló, y tomando su sangre, untó con su dedo los cuernos del altar todo en torno, y lo purificó, derramando la sangre al pie del altar, y lo consagró para hacer sobre él el sacrificio expiatorio. (...) Moisés lo degolló, tomó su sangre y untó con ella el lóbulo de la oreja derecha de Aarón, el pulgar de su mano derecha y el de su pie derecho” . Esto era señal de que en adelante debían dedicar toda su actividad al desempeño de su sagrado ministerio. Con lo restante de la sangre roció alrededor del altar, y mezclando la sangre con óleo roció a Aarón y a sus hijos y las vestiduras de ellos, significando así su consagración total al Señor. Después celebraron un banquete sellando de esta manera la unión íntima con el Señor. Repitió esta misma ceremonia con todos sus pasos otros seis días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario