El edificio de baños o termal se situaba en la zona central del palacio septentrional. Durante la excavación se pensó inicialmente que el edificio correspondía a una torre, aunque el hallazgo de más de doscientas pilas de arcilla y de un doble suelo -conformando un hipocausto-, así como la presencia de tuberías cerámicas (tubuli) en las paredes enyesadas, revelaron su función como caldarium, una estancia hermética utilizada para baños de vapor. Los restos del suelo sostenido por las pilae muestran un primer acabado mediante mosaicos, que posteriormente fue sustituido por un pavimento de opus sectile jaquelado mediante baldosas negras y blancas. En el lado norte de la sala se hallaron fragmentos de una gran bañera tallada en cuarzo, usada a modo de fuente y alimentada desde el exterior mediante tuberías de plomo; y al otro lado de la habitación existía una bañera rectangular usada para inmersiones en agua caliente. Anexas al caldarium se hallaban las otras salas habituales de unas termas: tepidarium, frigidarium y apodyterium. El tepidarium, la estancia templada, poseía un pavimento también de losas negras y blancas, menores que las del caldarium, así como una decoración mural de frescos. En cambio, el frigidarium, la sala fría y la menor de las tres, consistía básicamente en una piscina para inmersiones rápidas. Contigua a las tres estancias se hallaba el vestuario o apodyterium, de tamaño similar al caldarium y cuyas paredes también presentaban pinturas murales, y pavimentado con baldosas triangulares negras y blancas; el techo pudo haber estado decorado con pinturas de tipo geométrico y floral, a tenor de los restos de estuco encontrados, y que podrían ser indicativo de la decoración de las otras estancias. En la esquina norte del apodyterium se localizó una pequeña piscina, construida directamente sobre la solería y datada en un momento muy posterior, posiblemente ya en época de la revuelta judía. Al edificio de baños se accedía desde el este a través de un patio, muy deteriorado, pero que revelaba la existencia de un suelo de mosaico de motivos hexagonales en blanco y negro. También se hallaron restos de pilares y capiteles de estilo nabateo en los lados del edificio (excepto en el meridional), así como metopas decoradas con rosetas pertenecientes al perdido dintel, que se documentaron en otras partes de la fortaleza debido a su reutilización como material de construcción.
Una amplia zona de la residencia septentrional se destinó como área de almacenamiento del palacio. Estos almacenes, fácilmente reconocibles, se disponían en dos áreas, separadas por un pasillo en dirección este-oeste: una menor al norte, al este del edificio de baños, y otra mayor al sur. Ambos grupos consistían básicamente en habitaciones alargadas -cuatro en el grupo septentrional y diez en el meridional-, de 26 por 4 metros, dispuestas de norte a sur, y adyacentes unas a las otras. Estas estancias se hallaban separadas por muros paralelos de roca dolomítica apenas canteada, de unos 3,3 m de altura en origen y 0,6 m de espesor. Las dos zonas se hallaban rodeadas por largos pasillos que bien pudieron destinarse también como zona de almacenamiento. En el momento de la excavación los muros se hallaban completamente derrumbados, casi a ras de suelo, debido a terremotos pasados, muy comunes en esta zona sísmica, por lo que fue preciso restaurarlos antes de la propia excavación de las estancias. Una vez retirada la capa de derrumbes, que en algunos puntos alcanzaba un metro de altura, el suelo original de los almacenes reveló la presencia de cenizas y vigas quemadas, indicios claros de que la techumbre fue destruida por un incendio. También se hallaron centenares de recipientes cerámicos, fragmentados intencionadamente por los defensores judíos para evitar que cayeran en manos romanas, y que sirvieron para contener aceite, vino o harina, con una forma específica para cada contenido. La mayoría pertenecían a la época herodiana, aunque habían sido reutilizados durante la posterior revuelta, como lo demuestran las inscripciones en tinta y carboncillo con nombres en hebreo. Algunos recipientes mostraban la letra hebrea taf (ת), inicial de terumá (תרומה), junto a otros que portaban la inscripción Maaser Cohen (מעשר כהן), designando así los recipientes destinados a los diezmos sacerdotales estipulados en la Mishná, y que demuestran la observancia de los preceptos judíos incluso durante el asedio. Cada almacén se destinaba a un único tipo de recipientes y contenidos; destaca en una de las estancias la presencia de tres fosas circulares excavadas en el suelo, destinadas probablemente a contener vasijas para facilitar el vertido y la distribución de líquidos. En los almacenes no se hallaron ningún tipo de armas, consecuencia lógica del asedio padecido, aunque sí se documentó la presencia de estaño y algunos otros metales. También se hallaron un centenar de monedas de bronce desperdigadas por el suelo, pertenecientes al segundo y tercer año de la rebelión; perdida su función original, es posible que se siguieran utilizando en la fortaleza como vales para el racionamiento o para otras funciones.
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