Sólo subsistían tres fortalezas desafiantes al poder romano: Herodión, Maqueronte y la propia Masada, que acogió a grupos de refugiados de Jerusalén, y desde la cual se lanzaron numerosos asaltos contra unidades romanas y aldeas judías durante dos años. Hastiado por los problemas que suponía la existencia de una Masada rebelde, el gobernador romano de Judea, Lucio Flavio Silva, marchó hacia la fortaleza dispuesto a asediarla con un ejército compuesto por una legión romana -la Legio X Fretensis-, cuatro cohortes auxiliares -una de ellas miliaria y otra equitata- y dos alas de caballería. Para albergar estas tropas dispuso la creación de ocho campamentos que rodearan la fortaleza, ubicados tanto en la planicie occidental como en la llanura costera oriental, que pudieran acoger un contingente de 9.000 hombres, entre legionarios y auxiliares, a los que habría que sumar seguidores y prisioneros judíos esclavizados. También se erigió una muralla que rodeara la fortaleza -similar a la que se levantó rodeando Jerusalén años atrás-, de tres kilómetros de longitud y una altura original de tres metros. Estas dimensiones están reducidas a la mitad en la actualidad debido a la intensa erosión que existe en la zona, un efecto también apreciable en los muros de los campamentos. Las labores de construcción de las murallas estaban reservadas a los legionarios: al ser una labor muy específica y fundamental para el éxito del asedio, Silva sólo empleó soldados de confianza, dejando a los esclavos y a los auxiliares otros menesteres, como el aprovisionamiento de agua y otras labores de mantenimiento general.
Respecto a los accesos, sólo existían dos senderos que ascendían hasta la fortaleza. Uno de ellos, el "Camino de la Serpiente", consistía en un angosto y escarpado sendero que ascendía sinuosamente por el flanco oriental a lo largo de 30 estadios -5,2 kilómetros-, cuya estrechez y acusada pendiente imposibilitaba un asalto sobre Masada. El segundo acceso era otro estrecho camino situado en la ladera occidental y custodiado desde la fortaleza, aunque era menos tortuoso, de forma que Silva optó por esta vía. Así, después de numerosos y vanos intentos por abrir una brecha en las murallas de Masada, ordenó construir una rampa (agger) que ascendiera hasta su lado occidental, desde un promontorio denominado la Roca Blanca (Λευκέ), situado a 300 codos -unos 150 metros- por debajo de la cumbre de Masada. La construcción duró varias semanas, tras utilizar miles de toneladas de piedras y tierra apisonada ubicadas sobre una pendiente de origen natural preexistente, de forma que así quedó construída una de las mayores estructuras de asedio conocidas en época romana. Finalmente la rampa alcanzó unos 196 m de base y 100 m de altura, con un 51% de pendiente. Josefo no registra ninguna acción importante de los sicarios para impedir el avance romano, a diferencia de lo ocurrido en otros asedios anteriores contra fortalezas judías, como por ejemplo en Maqueronte, y cuya causa podría ser la progresiva falta de medios de los sicarios para combatir al ejército sitiador romano. También se ha especulado con la posibilidad de que la rampa hubiera sido erigida por los esclavos judíos del ejército romano, por lo cual los sicarios se habrían mostrado reacios a atacar a otros judíos debido a sus creencias.
Unos tres meses después de haberse iniciado su construcción, y siete meses después de iniciarse el asedio, la rampa fue finalmente terminada en la primavera del año 73, contando en su cumbre con una plataforma cuadrada de 22 metros de lado. Sobre ella se situó una torre de asedio -reforzada con hierro, y de unos 30 metros de altura- junto al exterior de la muralla de Masada, y mientras los artilleros de los pisos superiores de la torre disparaban sus escorpiones y balistas para mantener el parapeto libre de sicarios, un ariete situado en el piso inferior de la torre golpeaba continuamente la muralla hasta que se consiguió abrir una brecha. Sin embargo, los legionarios descubrieron que los sicarios habían construido una segunda muralla a continuación del parapeto exterior. Cuando el ariete comenzó a golpear esta segunda muralla, los romanos comprobaron que había sido erigida con capas alternas de piedras y madera, de forma que ésta absorbía los golpes del ariete e incluso así se fortalecía, tal como Julio César había comprobado en sus asedios en la Galia un siglo antes; es ésta la razón por la cual este tipo de estructura recibió el nombre de muralla gala (murus gallicus) desde entonces. Esa misma tarde Silva canceló las embestidas del ariete y envió a un grupo de hombres armados con antorchas para incendiar la muralla interior, que comenzó a arder rápidamente a lo largo de su estructura. No obstante, comenzó a soplar un fuerte viento desde el norte, y de cara al ejército romano, que amenazó la maquinaria de asedio. Pero finalmente cambió de sentido y avivó las llamas, lo cual fue interpretado como un buen augurio. Entonces Silva ordenó montar una fuerte guardia que custodiara la muralla incendiada, para así evitar que los judíos escaparan por la noche a través de la brecha, ya que su intención era lanzar el asalto definitivo al día siguiente.
Dentro de Masada, los sicarios fueron conscientes de que el asalto final del ejército romano llegaría con el nuevo día. Según el relato de Josefo, el entonces líder de los sicarios, Eleazar ben Yair, reunió esa noche a sus hombres en el palacio occidental, pronunciando un discurso donde propuso darse muerte ellos mismos para evitar ser hechos prisioneros y vendidos como esclavos. De esta forma, dado que el suicidio como tal es denostado por las leyes del judaísmo, los hombres mataron a sus familias, y posteriormente eligieron por suertes a diez de ellos para quitar la vida al resto. Finalmente, entre estos diez eligieron de nuevo a uno que acabó con la vida de los demás, y antes de darse muerte prendió fuego a la fortaleza, excepto a los depósitos de víveres, para así demostrar a sus enemigos que actuaban por resolución, no por desesperación. A la mañana siguiente los legionarios romanos colocaron pasarelas sobre la muralla incendiada e irrumpieron en la fortaleza, preparados para combatir a los sicarios, pero se encontraron con un silencio sepulcral y la visión del fuego y de los cuerpos sin vida de sus enemigos. Únicamente hallaron con vida a una anciana y una mujer, parienta de Eleazar, que se habían refugiado junto a sus hijos en una de las galerías subterráneas que conducía a las cisternas, siendo quienes relataron las últimas palabras que el líder sicario pronunció a sus hombres. Impresionados por la resolución de los sicarios, los romanos perdonaron la vida a los supervivientes, escribiendo Josefo sobre este episodio: "Cuando allí se toparon con el montón de muertos, no se alegraron, como suele ocurrir con los enemigos, sino que se llenaron de admiración por la valentía de su resolución y por el firme menosprecio de la muerte que tanta gente había demostrado con sus obras". Flavio Josefo da como fecha tradicional de la caída de Masada el día 15 de Jántico o Nisán, el primer día de Pésaj, del quinto año de la rebelión judía, el año 3833 en el calendario hebreo. En el calendario juliano esta fecha se situaría en el mes de abril del año 73, ofreciéndose días tan dispares como el 14, el 16 o incluso el 10 de abril. Otros análisis mencionan la posibilidad de que la conquista de la fortaleza pudiera haber sucedido en la primavera del año 74, un año después de lo tradicionalmente aceptado. Se fundamenta con la presencia en Masada de monedas acuñadas en Ascalón en el verano del año 73, o en inscripciones epigráficas que narran el cursus honorum de Silva, y que discuten que fuera gobernador de Judea antes de abril de ese mismo año. Si se acepta la fecha del 15 de Jántico, la correspondencia con el calendario juliano para ese año establecería la fecha del 31 de marzo del año 74.
Dentro de Masada, los sicarios fueron conscientes de que el asalto final del ejército romano llegaría con el nuevo día. Según el relato de Josefo, el entonces líder de los sicarios, Eleazar ben Yair, reunió esa noche a sus hombres en el palacio occidental, pronunciando un discurso donde propuso darse muerte ellos mismos para evitar ser hechos prisioneros y vendidos como esclavos. De esta forma, dado que el suicidio como tal es denostado por las leyes del judaísmo, los hombres mataron a sus familias, y posteriormente eligieron por suertes a diez de ellos para quitar la vida al resto. Finalmente, entre estos diez eligieron de nuevo a uno que acabó con la vida de los demás, y antes de darse muerte prendió fuego a la fortaleza, excepto a los depósitos de víveres, para así demostrar a sus enemigos que actuaban por resolución, no por desesperación. A la mañana siguiente los legionarios romanos colocaron pasarelas sobre la muralla incendiada e irrumpieron en la fortaleza, preparados para combatir a los sicarios, pero se encontraron con un silencio sepulcral y la visión del fuego y de los cuerpos sin vida de sus enemigos. Únicamente hallaron con vida a una anciana y una mujer, parienta de Eleazar, que se habían refugiado junto a sus hijos en una de las galerías subterráneas que conducía a las cisternas, siendo quienes relataron las últimas palabras que el líder sicario pronunció a sus hombres. Impresionados por la resolución de los sicarios, los romanos perdonaron la vida a los supervivientes, escribiendo Josefo sobre este episodio: "Cuando allí se toparon con el montón de muertos, no se alegraron, como suele ocurrir con los enemigos, sino que se llenaron de admiración por la valentía de su resolución y por el firme menosprecio de la muerte que tanta gente había demostrado con sus obras". Flavio Josefo da como fecha tradicional de la caída de Masada el día 15 de Jántico o Nisán, el primer día de Pésaj, del quinto año de la rebelión judía, el año 3833 en el calendario hebreo. En el calendario juliano esta fecha se situaría en el mes de abril del año 73, ofreciéndose días tan dispares como el 14, el 16 o incluso el 10 de abril. Otros análisis mencionan la posibilidad de que la conquista de la fortaleza pudiera haber sucedido en la primavera del año 74, un año después de lo tradicionalmente aceptado. Se fundamenta con la presencia en Masada de monedas acuñadas en Ascalón en el verano del año 73, o en inscripciones epigráficas que narran el cursus honorum de Silva, y que discuten que fuera gobernador de Judea antes de abril de ese mismo año. Si se acepta la fecha del 15 de Jántico, la correspondencia con el calendario juliano para ese año establecería la fecha del 31 de marzo del año 74.
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