"Durante los días siguientes volvió varias veces a los dos Centros, y en cada uno celebró un día la Santa Misa: en uno el 20 y en el otro el 21.
El 18 celebró en un altar de la Basílica del Santo Sepulcro, y el 19 en la Basílica de la Natividad, en Belén. El día 19, sábado, era mi santo, y don Álvaro me felicitó en cuanto me vio, al bajar a desayunar.
Aquel día hubo por la tarde un encuentro en el hotel Paradise, en Belén, con más de cien personas entrelas que había cristianos, hebreos, musulmanes... Fue una reunión muy cordial: don Álvaro respondió con enorme cariño y delicadeza a las preguntas que le hicieron. Insistió en la necesidadde que árabes y judíos convivieran pacíficamente. Más tarde, en Jerusalén, visitó al Patriarca latino. Dos días después acudiría también a la Delegación apostólica.
El 18 celebró en un altar de la Basílica del Santo Sepulcro, y el 19 en la Basílica de la Natividad, en Belén. El día 19, sábado, era mi santo, y don Álvaro me felicitó en cuanto me vio, al bajar a desayunar.
Aquel día hubo por la tarde un encuentro en el hotel Paradise, en Belén, con más de cien personas entrelas que había cristianos, hebreos, musulmanes... Fue una reunión muy cordial: don Álvaro respondió con enorme cariño y delicadeza a las preguntas que le hicieron. Insistió en la necesidadde que árabes y judíos convivieran pacíficamente. Más tarde, en Jerusalén, visitó al Patriarca latino. Dos días después acudiría también a la Delegación apostólica.
El domingo 20 estuvimos por la mañana en Betania y por la tarde en Ain-Karin. A las 11 del día 22 de marzo don Álvaro concelebró en la iglesia del Cenáculo con don Javier, don Joaquín, don Alberto y Father Lawrence Richardson, otro sacerdote del Opus Dei que vivía en Jerusalén: iba a ser la última Misa de aquella peregrinación a los Santos Lugares, pero fue también —¡quién habría podido imaginarlo!— la última de don Álvaro en esta tierra. La homilía la pronunció don Javier. Don Álvaro nos dio la Comunión.
Pocas horas después estábamos ya en el avión, de vuelta a Roma. Durante el vuelo enfoqué con la cámara de vídeo a don Álvaro y empecé a filmarle. Don Álvaro estuvo mirando sonriente al objetivo y,en cierto momento, hizo un gesto afectuoso de saludo —o de despedida— con la mano. Hacia las ocho de la noche, el más joven de la tripulación nos ofreció algo de beber. Don Álvaro y don Javier se interesaron por su familia, por su trabajo, por sus aficiones..., y le explicaron algunos aspectos del espíritu de la Obra. En el aeropuerto de Ciampino esperaban varias familias con ramos de flores. Don Álvaro estuvo muy cariñoso con todos.
Pocas horas después estábamos ya en el avión, de vuelta a Roma. Durante el vuelo enfoqué con la cámara de vídeo a don Álvaro y empecé a filmarle. Don Álvaro estuvo mirando sonriente al objetivo y,en cierto momento, hizo un gesto afectuoso de saludo —o de despedida— con la mano. Hacia las ocho de la noche, el más joven de la tripulación nos ofreció algo de beber. Don Álvaro y don Javier se interesaron por su familia, por su trabajo, por sus aficiones..., y le explicaron algunos aspectos del espíritu de la Obra. En el aeropuerto de Ciampino esperaban varias familias con ramos de flores. Don Álvaro estuvo muy cariñoso con todos.
Me acosté poco después de llegar a casa, y hacia las 3 de la mañana me llamó don Javier: don Álvaro no se encontraba bien. Cuando llegué a la habitación, don Álvaro presentaba dificultad para respirar. En seguida perdió la conciencia. Le apliqué oxígeno. No tenía apenas pulso. Al tratamiento farmacológico siguieron maniobras de reanimación cardiopulmonar, sin respuesta. Tuve que decirle a don Javier que don Álvaro se moría. Don Javier le dio varias veces la absolución y le administró la unción de enfermos. Hacia las 4 de la mañana, y a la pregunta de don Javier de si don Álvaro había muerto no tuve más remedio que responder afirmativamente. Besé el rostro amable y sin vida de don Álvaro, con la seguridad de que desde el cielo me sonreía".
Dr. José María Araquistain
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