El Santo Padre, con la carta apostólica "Porta Fidei", del 11 de octubre de 2011, proclamó un Año de la fe, que comenzará el 11 de octubre de 2012, y concluirá el 24 de noviembre de 2013, Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Celebramos este año de la fe coincidiendo con el 50º aniversario del Concilio Vaticano II y el 20º Aniversario de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. Esto no es casualidad, ya que Benedicto XVI nos propone dedicar un tiempo a la reflexión y el redescubrimiento de la fe y tanto el Catecismo como el Concilio son instrumentos muy valiosos para conocer mejor la doctrina de la Iglesia y los fundamentos de nuestro credo.
En este año el santo padre quiere ofrecernos la oportunidad de profundizar en nuestro conocimiento de Cristo para conseguir dos objetivos fundamentales: que nuestra adhesión a Jesucristo sea más sincera y real, y por otro lado, que ese conocer mejor nuestra fe y reafirmarnos en ella, nos lleve a ser testigos del amor de Dios y seamos así apóstoles de la buena nueva, ejemplos del gozo de ser Cristianos.
En relación a esta carta del Santo Padre, la congregación para la Doctrina de la fe nos da una serie de indicaciones para el mejor aprovechamiento de esta gracia de la Iglesia. Entre los consejos propuestos están las peregrinaciones a Roma y Tierra Santa.
La peregrinación a Tierra Santa es un privilegio, una invitación del Señor a conocer los lugares donde vivió, murió y resucitó, un encuentro con Jesucristo vivo, escuchando sus Palabras desde el mismo lugar donde fueron pronunciadas y una ocasión para sentir de manera única el Evangelio. La peregrinación a Tierra Santa supone una experiencia de fe que todo cristiano debería vivir, al menos una vez en la vida.
Se recorren los lugares de la infancia y vida pública de Jesucristo. La visita a Nazaret, donde Él creció. Caná, lugar de su primer milagro. Y Cafarnaún, desde donde irradió sus tres años de vida pública. Especialmente emocionante es la travesía en barco por el Mar de Galilea, el mismo en el que Jesús navegó con sus discípulos y caminó sobre las aguas. También la visita al Río Jordán, donde se pueden renovar las promesas bautismales.
Se recorren los lugares de la infancia y vida pública de Jesucristo. La visita a Nazaret, donde Él creció. Caná, lugar de su primer milagro. Y Cafarnaún, desde donde irradió sus tres años de vida pública. Especialmente emocionante es la travesía en barco por el Mar de Galilea, el mismo en el que Jesús navegó con sus discípulos y caminó sobre las aguas. También la visita al Río Jordán, donde se pueden renovar las promesas bautismales.
En Belén todos los días son Navidad. Allí se puede hacer el mismo recorrido que hicieron los pastores para adorar al Niño, desde el campo de los Pastores hasta la Basílica de la Natividad, construida en el mismo lugar donde estuvo el pesebre.
Jerusalén es la ciudad Santa. Allí se pueden recrear las últimas horas de la vida de Jesucristo, desde la institución de la Eucaristía hasta su pasión, muerte y resurrección.
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