Las fotos que incluimos son ya posteriores a la inaguración del Edículo. Esta tuvo lugar el pasado 22 de marzo. Las principales autoridades eclesiásticas de Jerusalén lo inauguraron una vez terminadas las obras de renovación. Ahora muestra el color original de su mármol rosado. También las inscripciones y los frescos han sido restaurados. También, se ha abierto una ventana en la pared de la Tumba que permite a los visitantes contemplar la piedra original del interior. Se ha cambiado la iluminación externa, y se han retirado las velas que rodeaban a la capilla, cuyo humo ennegrecía el mármol.
El Edículo del Sepulcro tiene ocho metros de largo por seis de ancho y otros seis de altura. A medida que se profundiza —desde la actual superficie—, van apareciendo otras capas que han ido cubriendo la roca original: primero se encontraría la del siglo XVI y, después, se irían hallando las de los siglos XII, XI, IV.
La Tumba está situada en el centro de la nave de la antigua basílica de Constantino. El elemento más importante de este complejo es la rotonda que contiene el Sepulcro mismo. Se halla dentro de una elaborada estructura: nave central, ábside con las columnas en semicírculo, y ornamentado techo en forma de cúpula.
La rotonda mide treinta y cinco metros de diámetro por diez metros de alto. Un estudio arquitectónico del muro exterior de la basílica demuestra que mantiene su forma original, la que le fue dada en el siglo IV. El Sepulcro está rodeado por doce columnas, distribuidas en grupos de tres: simboliza este número al de los doce apóstoles. Al realizar la renovación de las pilas, se descubrió que las columnas habían sido originalmente mucho más altas. Los cruzados las cortaron por la mitad en el siglo XII, con el fin de ubicarlas en la rotonda que hoy contemplamos.
Cada vez hay un mejor entendimiento y colaboración entre las distintas comunidades cristianas. Incluso, en los últimos años, los representantes de las distintas Iglesias cristianas de Jerusalén, sobre todo aquellas que colaboran según las normas del Status Quo, se reúnen para felicitarse mutua y fraternalmente con motivo de las fiestas navideñas en un clima sincero de simpatía y apertura. Esto es un gran signo de esperanza de cara a la ansiada unidad de los cristianos.
El Sepulcro del Señor es un lugar de esperanza. Jesucristo ha resucitado verdaderamente -su Tumba está vacía- y nos ha abierto las puertas del cielo. Por eso, decía san Juan Pablo II en la encíclica Ecclesia de Eucaristía, n. 4: “«La hora santa, la hora de la redención del mundo. Cuando se celebra la Eucaristía ante la Tumba de Jesús, en Jerusalén, se retorna de modo casi tangible a su “hora”, la hora de la cruz y de la glorificación”.
Santiago Quemada
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