sábado, 7 de febrero de 2009

La Presentación. Los sacrificios en el Templo

Esta semana ha sido la fiesta de la presentación del niño Jesús en el Templo. La Virgen, con san José y el niño, fueron a presentar a Jesús al Templo de Jerusalén y a hacer la ofrenda para el sacrificio. Así establecía la Antigua Ley que se rescataba al hijo primogénito. La explanada del templo es uno de los lugares que con seguridad pisó nuestro Señor muchas veces. En una visita que realice hace varios días a los túneles que hay debajo de la antigua muralla del templo, pude pisar el mismo suelo de la época de Jesucristo, que está varios metros por debajo del suelo actual de la explanada.
En el Templo se ofrecían a diario varios sacrificios. Eran fijos el sacrificio matutino, poco después de la salida del sol, y el sacrificio vespertino, a primera hora de la tarde. Cada mañana y cada tarde se ofrecía un holocausto en nombre todo el pueblo, pero cada día se ofrecían muchos otros a título particular, de fieles que llevaban unas víctimas para que los sacerdotes las ofrecieran. En el holocausto la víctima se quemaba por completo como reconocimiento de la soberanía del Señor sobre todas las cosas. De ordinario se sacrificaban toros, carneros o cabritos. Tenían que ser machos y sin ningún defecto. También se podían ofrecer corderos, e incluso tórtolas o palomas, que eran la ofrenda habitual de los más pobres. Esto es lo que hizo la Sagrada Familia. El holocausto tenía un sentido de homenaje y súplica a Dios, pero también podía ser ofrecido para dar gracias, en cumplimiento de un voto, o en determinadas circunstancias como era el caso de las mujeres cuando habían dado a luz y se había cumplido el tiempo de la purificación. Se ofrecían con frecuencia sacrificios expiatorios o por el pecado, que estaban previstos para todos aquellos que transgrediesen las prescripciones de la Ley. Lo que debía ofrecerse en cada caso, atendiendo al pecado o delito cometido y a la persona que lo hace —ya sea un sacerdote, o un jefe del pueblo, o una persona del pueblo llano, o bien todo el pueblo— estaba cuidadosamente reglamentado. Los sacrificios por el pecado denotan un respeto muy grande por la Alianza del Sinaí: cualquier violación de ella constituía una ofensa a Dios y exigía reparación. Quedaban en segundo plano circunstancias que actualmente serían de gran importancia tales como la voluntariedad o advertencia y la involuntariedad o inadvertencia. Lo más característico era el rito de la sangre que, no sólo se derramaba al pie del altar, sino que se utilizaba para asperger la cortina del templo y teñir los cuernos que había en las esquinas del altar. El más solemne de estos sacrificios es el que ofrecía el sumo sacerdote en el Yom Kippur, pues en esa ocasión entraba en el Santo de los Santos. Esto se hacía así, según los relatos bíblicos, en el templo de Salomón, pues allí se guardaba el Arca de la Alianza. Los sacrificios de reparación o sacrificios por el delito se ofrecían para reparar una ofensa inferida a Dios mediante daño causado en las cosas sagradas, o bien a una persona o a sus bienes. En ellos se inmolaba normalmente un carnero. Un tipo de sacrificios muy populares eran los sacrificios de comunión o sacrificios pacíficos. Se solían ofrecer en cumplimiento de un voto, en acción de gracias, o simplemente como manifestación espontánea de devoción.
Los sacrificios también podían tener en ocasiones un carácter impetratorio, para pedir algo al Señor. En este caso no se consumía en el fuego todo el animal, sino sólo la grasa y ciertas vísceras, como intestinos, hígado o riñones. Lo que restaba de la víctima se repartía entre el sacerdote y los oferentes, para comerlo. Lo más característico es la comunión, esto es la participación en ese banquete sacrificial, celebrado en el Templo, de quienes lo ofrecían, compartiendo la comida con sus familiares y amigos.
He querido adjuntar una foto que no sea muy fuerte del sacrificio de un cordero. En una ocasión que pude asistir hace unos meses al sacrificio del cordero, saqué varias fotos. Esta es una de los momentos finales en la que están limpiando al animal. Muchas veces cuando celebro el Sacrificio del altar me acuerdo de el sacrificio que pude ver en vivo de este cordero, y que me impresionó tanto. Me ayuda a pensar en el Sacrificio que hizo el Señor por nosotros, y que se vuelve a hacer presente en el altar cada día.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

mientras leía el Post también pensé en la Misa y a Jesús en la Eucaristía.

Las tórtolas o palomas fueron para quedarse con Jesús o por La Virgen o por todos?

saludos desde ESPaÑa :D

Désirée dijo...

Santiago, he llegado a este blogg de casualidad, y me ha encantado. En esta entrada explica los sacrificios sangrientos exclusivos del templo, creo que dan una buena (o mala) imagen del judaismo pre-rabinico. En realidad, en vez de un templo parecía un matadero. ¿dónde quedaba la espiritualidad? Usted como sacerdote vocacional quizás lo entienda. Ellos eran sacerdotes por nacimiento, repitiendo lo que hicieron sus padres, dando culto a un dios sin imagen pero hambriento de sangre. ¡Qué equivocados estaban¡