sábado, 7 de noviembre de 2009

El amigo inoportuno

«Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: "Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle", y aquél, desde dentro, le responde: "No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos", os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.» (Lc 11, 5-8)
El pasaje del Evangelio sobre el amigo inoportuno puede explicarse fácilmente si se conoce cómo eran las casas en el tiempo del Señor. En muchas ocasiones se aprovechaban cuevas existentes para construir en su exterior las casas. Las cuevas se utilizaban como almacén o despensa de la casa. Allí -por ser un lugar más fresco- se guardaban los alimentos, pues en ese lugar se conservaban mejor. Especialmente era común esto en Nazaret, lugar donde vivió el Señor casi 30 años. En Nazaret la mayoría de las casas eran así. El pueblecito estaba en una vaguada, y las casas estaban construidas en las cuevas que había en las laderas.
Se entiende que el amigo que va a pedir -ya entrada la noche- algo de alimento o bebida a otro porque tiene una visita inesperada sea realmente inoportuno. Sabiendo cómo eran las casas, el que había sido interrumpido estaba durmiendo con su familia. Para darle lo que se le pedía su amigo debía cruzar por encima de todos sus familiares, que estaban durmiendo echados en el suelo -lo harían sobre algún material cómodo-, sacar de la gruta el producto requerido, y volver a cruzar pasando por encima de todos para dárselo.
Es bonito ver cómo Jesús pone este ejemplo tan gráfico para explicar que nuestro Padre Dios está deseando que le pidamos para darnos. "Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!" (Lc 11, 13).

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