sábado, 3 de abril de 2010

Decimocuarta estación del Via Crucis en Jerusalén

Decimocuarta estación: dan sepultura al cuerpo de Jesús.

Nos dirigimos a la Tumba del Señor. Se trata de una tumba vacía, pues Jesucristo a los tres días resucitó de entre los muertos. En la última estación contemplamos el cuerpo muerto de Jesús que es depositado en la tumba. Para entrar en este lugar tan especial habitualmente hay que hacer una larga cola, que a veces rodea la tumba por fuera. Entramos en una primera estancia donde está la antesala. Allí hay un trozo de roca en el centro que -según la tradición- pertenece a la auténtica roca que tapaba el agujero para acceder a la tumba. Allí hay que seguir esperando pues las personas sólo pueden entrar de tres en tres o de cuatro en cuatro. No cabe más gente de rodillas dentro delante de la losa. Al entrar normalmente sólo se disponen de pocos segundos para poder rezar. Casi todo el mundo coincide que es uno de los lugares que más impresión produce. Es especialmente conmovedor poder celebrar o asistir a la Santa Misa en este lugar. Aquí fue depositado el cuerpo muerto del Señor y aquí resucitó a los tres días con su cuerpo glorioso. En la Santa Misa vuelve a hacerse presente el Señor en la Eucaristía, sobre el altar, en esta tumba, con su cuerpo glorioso. Celebrar aquí es una oportunidad que he tenido varias veces y que ha constituido un privilegio verdaderamente escepcional.
La tumba está situada en el centro de la nave de la antigua basílica de Constantino. Al rededor se encuentran las impresionantes columnas de la época. El elemento más importante de este complejo es la rotonda que contiene el sepulcro mismo. El Sepulcro se encuentra sobre una elaborada estructura dentro de la rotonda, rodeado por estas columnas que sostienen un ornamentado techo en forma de cúpula.
Algunos restos de muros fueron puestos a la luz debajo del piso y alrededor del perímetro de la rotonda. En cada lugar en que se excavó el lecho de la roca, había indicaciones de un trabajo de cantera en períodos antiguos. La operación de cantera hizo bajar el nivel del piso alrededor del sepulcro, por lo cual éste se encuentra por encima de su entorno. Un estudio arquitectónico del muro exterior de la rotonda -35 metros de diámetro y algunas secciones conservadas a una altura de 10 metros- demuestra que éste mantiene su forma original, del siglo IV. El Sepulcro en sí está rodeado por un ruedo de doce columnas - grupos de tres columnas entre cuatro pares de pilas cuadradas. Es posible que las columnas de la rotonda del siglo IV fueran removidas de su ubicación original en la fachada del templo romano. La renovación de las pilas indicó que las columnas eran originalmente mucho más altas, y que los cruzados las cortaron por la mitad para usarlas en la rotonda del siglo XII.
Pero la renovación de la Iglesia del Santo Sepulcro está aún en proceso y, después de generaciones de abandono, el edificio ha recobrado gran parte de su antigua solemnidad. El estudio y las excavaciones fueron llevados a cabo por V. Corbo, Ch. Coüasnon, M. Broshi y otros, en nombre de las comunidades cristianas que controlan la mayor parte del Santo Sepulcro: la católica romana, la ortodoxa griega y la ortodoxa armenia. En 1997 en la Iglesia del Santo Sepulcro los rayos de la luz del sol volvieron a bajar para iluminar el área, después de decenios con andamios. Este es el último logro dentro de la recuperación del monumento en este Santo lugar de la cristiandad. Fue en 1994, cuando el P. Giuseppe Nazzarro, Custodio de Tierra Santa, Diodoros I Patriarca Griego Ortodoxo de Jerusalén y Torkom Manoogian Patriarca Apostólico Armenio de Jerusalén firmaron el histórico acuerdo para restaurar la cúpula. El diseño definitivo consta de 12 rayos de oro que representan a los 12 Apóstoles. Cada rayo de luz, termina en tres haces que representan a la Trinidad. La luz natural pasa a través del tambor central que junto a la luz artificial disimulada, aumenta el fondo de madreperla que brilla a medida que se asciende y se vuelve fluorescente con las estrellas. El fondo representa la descripción bíblica de la nube luminosa de la Presencia Divina.

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