María levanta a Jesús y lo envuelve en ella, Lo enseña a los pastores, que de rodillas sobre el heno del suelo lo contemplan extáticos. Toman más confianza. Uno propone: « Sería bueno darle un poco de leche. Mejor: agua y miel. Pero no tenemos miel. Se da a los pequeñitos. Tengo siete hijos y conozco... » « Aquí hay leche. Toma, Mujer.» « Pero está fría. Se necesita caliente. ¿ Dónde está Elías? El trae la oveja. » Elías debe ser el hombre del camino. Pero no está. Se quedó afuera, mira por la rendija, y no se le ve por la oscuridad de la noche.
« ¿ Quién os trajo? » « Un ángel nos dijo que viniéramos y Elías nos guió hasta aquí... Pero ¿dónde está? » La oveja lo denuncia con un balido. « Acércate, se te necesita. » Entra con su oveja, avergonzado de que todos le vean. « ¿ Tú eres? » dice José que lo reconoce y María con la sonrisa le dice: « Eres bueno.» Ordeña la oveja y con la punta de un lienzo empapado en leche caliente y espumosa María baña los labios del Recién nacido que chupa. Todos se echan a reír y más cuando, con el pedacito de tela entre los diminutos labios, Jesús se duerme al calor de la lana.
« Pero no podéis estaros aquí. Hace frío y está húmedo. Y. luego... huele mucho a animales. No está bien... y no hace bien al Salvador. » « Lo sé » dice María con un gran suspiro. « Pero no hay lugar para nosotros en Belén. » « No te desanimes, Mujer. Te buscaremos una casa. » « Lo diré a mi dueña » dice el del camino, Elías. « Es buena. Os acogerá, aun cuando tuviera que daros su habitación. Apenas amanezca se lo diré. Tiene la casa llena de gente, pero os dará un lugar. » Para mi Hijo, al menos. Yo y José podemos estar en el suelo, pero mi Hijito... » No suspires, Mujer. Yo me encargo de ello. Diremos a muchos lo que se nos dijo. Nada os faltará. Por ahora tomad esto que nuestra pobreza os da. Somos pastores... »
« También nosotros somos pobres, y no podemos recompensaros con algo» dice José. « ¡ Oh, no queremos ! Y aunque lo pudieseis, no lo aceptaríamos! El Señor ya nos recompensó. Ha prometido la paz a todos. Los ángeles decían : "Paz a los hombres de buena voluntad". A nosotros ya nos la dio, porque el ángel dijo que este Niño es el Salvador, que es el Mesías, el Señor. Somos pobres e ignorantes, pero sabemos que los Profetas dijeron que el Salvador será el Príncipe de la Paz. A nosotros nos dijo que viniésemos a adorarlo, por esto nos dio Su Paz. ¡ Gloria a Dios en los altísimos Cielos y gloria a este su Mesías, y bendita seas tú, Mujer, que lo engendraste! ¡Eres santa, porque mereciste llevarlo en tu vientre! Mándanos como Reina, que estaremos felices de servirte. ¿ qué podemos hacer por ti? » « Amar a mi Hijo y conservar siempre en el corazón los pensamientos de ahora. »
« Pero, ¿ tú no deseas nada? ¿ No tienes familiares a los cuales quieras que se les haga hacer saber que ya nació Él? ». « Sí. Me gustaría, pero no están cerca. Están en Hebrón ... » « Yo voy », dice Elías. « ¿ Quiénes son? ». « Zacarías el sacerdote e Isabel mi prima. » « ¿ Zacarías? ¡Oh, lo conozco bien! En el verano voy por aquellos montes porque los pastizales son buenos y grandes y soy amigo de su pastor. Cuando vea que te has acomodado, voy a ver a Zacarías. » « Gracias, Elías. » « No tienes por qué. Es una gran honra para mí, pobre pastor, ir a hablar al sacerdote y decirle: " Nació ya el Salvador "». No. Le dirás: " Dice María de Nazaret, tu prima, que nació ya Jesús, y que vengas a Belén ". » « Así se lo diré. » «Dios te lo pague. Me acordaré de ti, y de todos vosotros... ». « ¿ Le hablarás a tu Hijito de nosotros? » « Le hablaré. »
«Yo soy Elías» «Yo Leví» «Yo Samuel» «Yo Jonás» «Yo Isaac» «Yo Tobías» «Yo Jonatás» « Yo Daniel» «Yo Simeón» «Yo me llamo Juan» «Yo soy José y mi hermano es Benjamín, somos gemelos.» «Me acordaré de vuestros nombres» «Ya nos vamos,... pero regresaremos... Traeremos a otros a adorar...» «¿Cómo regresar al aprisco dejando al Niño?» «i Gloria a Dios que nos lo mostró ! » « Déjanos besar su vestidito » dice Leví con una sonrisa angelical. María levanta despacio a Jesús, y sentada en el heno, ofrece los piececitos, envueltos en lino, para que los besen. Los pastores se inclinan hasta el suelo y besan esos diminutos pies, envueltos en tela. Quien tiene barba se la hace a un lado, y casi todos lloran y cuando están para irse, salen retrocediendo, sin dar la espalda, dejando dentro su corazón...
Visiones de María Valtorta
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