El año 326 Santa Elena visitó la ciudad junto con su hijo el emperador Constantino, el cual destruyó el templo de Venus y ordenó la construcción de la Basílica del Martyrium, junto al montículo del Gólgota.
A finales del siglo IV se edificó una nueva basílica en el lugar del Cenáculo por orden del patriarca de Jerusalén, Juan.
El reinado del emperador Justiniano (527-565) fue el periodo más floreciente de la ciudad: edificó, entre otras, la Nueva Basílica de Santa María, que aparece representada en el mosaico de Mádaba.
El año 614 Jerusalén fue saqueada por los persas sasánidas, que se llevaron la Cruz de Jesús.
El emperador Heraclio la recuperó el año 628. Diez años después la ciudad fue sometida de nuevo, esta vez por los musulmanes, liderados por el califa Omar.
Los reyes Omeyas construyeron las mezquitas de la Roca y la de Al-Aqsa.
El año 1099 los cruzados entraron en Jerusalén, de la que fueron expulsados por Saladino el 1187, que cambió la fisonomía de la ciudad debido a la nueva concepción del espacio: las plazas se redujeron y las calles se estrecharon y cubrieron con bóvedas y arcos.
Pero las construcciones más representativas de este periodo cruzado son la Basílica del Santo Sepulcro y la iglesia de Santa Ana.
Del 1250 al 1517 Jerusalén estuvo ocupada por los mamelucos de Egipto, cuya huella todavía se conserva en la puerta del Mercado del Algodón.
Durante el periodo Otomano (1517-1917) perdió mucha importancia, si bien se reconstruyeron la muralla y alguna de sus puertas. En 1917 los ingleses expulsan a los turcos de Jerusalén, que se convierte en capital de Palestina durante el mandato británico (1920-1948). Un año antes estalló la guerra entre judíos y árabes.
Al proclamarse la independencia del Estado de Israel en 1948 Jerusalén quedó dividida: la Jerusalén Este para los palestinos y la zona occidental para los judíos, que durante la Guerra de los Seis Días conquistaron la Jerusalén Este, nombrándola capital de Israel.
La Jerusalén antigua es la parte de la ciudad de dentro de la muralla reconstruida por Suleimán el Magnífico en el siglo XVI.
Hay en la muralla ocho puertas, de las cuales siete son practicables, excepto la Puerta Dorada, en el lado este.
La Puerta Nueva se halla en el extremo noroeste. La Puerta de Jaffa es única en el lado oeste. En el sur están la Puerta de Sión y la de la Basura.
El lado este tiene otra puerta, la de San Esteban (conocida como Puerta de los Leones). En el lado norte están la Puerta de Herodes y la más conocida de todas: la Puerta de Damasco, la central de las tres puertas del tramo norte de la muralla.
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