sábado, 6 de febrero de 2016

Los milagros de la Gruta de la Leche son fruto de la fe

En un rincón detrás de la Plaza de la Natividad, no lejos de la Iglesia de la Natividad que, según la tradición cristiana, señala el lugar donde Jesús nació en el pesebre, se encuentra la Gruta de la Leche. Es ahí donde, según otra tradición, María dio de mamar al Niño Jesús y al caer sobre las rocas unas cuantas gotas de su leche, la piedra caliza cambió su color original marrón amarillento en un tono blanco crema.

Según una tradición que se remonta a siglos atrás (posiblemente incluso a los primeros cristianos), las mujeres y las parejas con problemas de fertilidad acuden a esta gruta a rezar a María, pidiendo que su intercensión les bendiga con un niño.

Hoy, los peregrinos se llevan a casa una bolsitas de polvo blanco de la gruta. Durante 40 días la pareja sigue esta devoción, que incluye beber pequeñas cantidades del polvo y decir una oración. Las bosas se venden a un coste simbólico, pero sólo pueden adquirirse en la gruta, pues si no las peticiones serían inasumibles.

En los doce años que el hermano Lawrence Bode, el franciscano que cuida la basílica, ha estado llevando registro, ha recibido en torno a 4000 cartas de parejas que atribuyen sus hijos milagro al "polvo de leche".

El hermano Lawrence recibe continuamente las alegres noticias de que los fieles que siguen la devoción consiguen el embarazo que buscaban. Calcula que puede haber el doble de niños nacidos cuyos padres no les han escrito. Conserva todas las cartas y fotos en tres archivadores blancos y negros y ahora va ya por el décimo archivador. Entre los últimos bebés hay un par de gemelos. "(La pasada semana) fui al apartado de correos y había una decena de fotos de bebés", dice: "La gente reza para curarse, para poder tener un niño y ser madre. Cada dos días tenemos un niño. Es un sitio maravilloso para trabajar, trayendo niños en todo el mundo. Es una evidencia tangible del milagro. Las cartas son el testimonio".

De hecho, las cartas y fotos de los archivadores y las que decoran casi dos paredes de su pequeña oficina junto a la basílica provienen de las cuatro esquinas del mundo: Brasil, Argentina, India, Filipinas, México, Estados Unidos, Canadá, Alemania, Sri Lanka, Bermudas, Irlanda y España. En los últimos tiempos el hermano Lawrence dice que también ha recibido cartas de Taiwán y China.

Todas las cartas relatan las dificultades de las parejas para concebir. Una mujer y su marido escribían desde la India que habían intentando concebir durante veinte años. El marido escribía sobre su inmensa alegría cuando nació una niña después de practicar esta devoción. Un pastor episcopaliano de los Estados Unidos escribió sobre los seis años que él y su mujer habían intentado concebir y enviaba una fotografía suya mostrando orgulloso a su recién nacido en el pecho. Desde Argentina, una joven escribía sobre el nacimiento de su hija tras diez meses intentando concebir.

Numerosas parejas envían sus fotos como agradecimiento por el favor de la fecundidad. Dos parejas palestinas locales enviaron las fotos de sus bebés milagro: una pareja tenía trillizos y la otra cuatrillizos. El hermano Lawrence dice que a menudo bromea con las parejas diciendo que tengan cuidado con la cantidad de polvo que toman, porque eso es lo que puede suceder. Pero ya completamente en serio, dice que nunca pregunta a las parejas si están siguiendo tratamientos de fertilidad, pero reconoce que también puede ser ése el caso. En cualquier caso, afirma, sus oraciones y la fe en la devoción pueden ayudar a ese proceso.

Algunas cartas atribuyen también al "polvo de leche" otros milagros, como curaciones del cáncer, de la ceguera y de parálisis. "Es un sentimiento maravilloso saber que hay esperanza para las parejas, para personas enfermas, incluso para gente que ha perdido la fe. Rezo todos los días de mi vida por las personas que siguen esta devoción", comenta el hermano Lawrence: "Es una prueba de que Dios existe. Estamos hablando de milagros. En estos días, hablas de milagros y la gente no te cree". Algunas personas, como los padres de los cuatrillizos y los padres de una niña de un pueblo del norte de Galilea que estaba en coma, han traído a sus hijos al santuario a dar gracias, señala.

Devoto de la Virgen María desde mucho antes de entrar en la vida religiosa, el hermano Lawrence dijo que su devoción se ha triplicado desde que se unió a su orden. "Hay un cierto número de oraciones que tengo que rezar a la Virgen María todos los días... o no soy un hombre feliz", añade sonriendo: "Ponemos nuestra fe en Jesús. Ponemos nuestra fe en su madre".

En algunos puntos de la gruta, unos agujeros en el techo del ancho de un dedo evidencian que, con el paso de los años, la gente ha rascado para llevarse polvo a casa. De hecho, el hermano Lawrence dice que tienen que vigilar que la gente no intente rascar el polvo del techo. Recientemente, dice, un visitante intentó arrancar trozos de la piedra con un paraguas. La estructura se renovó hace dos años, quitando hollines seculares del techo y añadiendo, para acomodar a grupos mayores de peregrinos, una capilla superior mayor encima de la capilla antigua, que fue construida sobre la gruta en torno al año 385. Destacó que en algún momento, durante reparaciones anteriores, se almacenó un gran depósito de polvo, que es el que todavía hoy se ofrece a los fieles que vienen a la basílica. El hermano Lawrence dice que cree que hay bastante para "al menos cien años".

"Esto da esperanza a la gente. Es bueno que haya esperanza", dice Svetlana Rezinovski, guía turística que acudió dos veces en dos días para comprar numerosos paquetes para miembros de su grupo de Moldavia: "Los cristianos ortodoxos también vienen a pedir la ayuda de María".

Así como los cristianos celebran el nacimiento de Jesús durante la Navidad, el hermano Lawrence dice que él celebra el nacimiento todos los días cuando nacen niños en todo el mundo por lo que él cree intercesión de María mediante el "polvo de leche" de la gruta.

El 1 de enero se celebra una misa especial en honor de María en la catedral de Santa Catalina, adyacente a la iglesia de la Natividad. Varios cientos de fieles desfilan en procesión cantando y rezando, llevando un icono de la Virgen María a la Gruta de la Leche, donde son bendecidos por un sacerdote.

"Jesús nos dice que si tenemos la fe de un grano de mostaza, podemos mover montañas", dice el hermano Lawrence: "Los milagros suceden por la fe de la gente. No es magia. Tiene que ver con la fe y las creencias de la persona".

Traducción de Carmelo López-Arias para Fundación Tierra Santa.

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