Después de las entradas en el blog del Ramadán y de Yom Kippur, termino esta serie de fiestas de otras religiones con la de Sukkot. Los hebreos hacen tiendas en los balcones de las casas o en lugares que dan al exterior en sus casas y pasan allí parte del día. En principio tienen en la tienda todas las comidas y a veces duermen por la noche. El año pasado pude oír los ronquidos de mi vecino hebreo en la tienda que había hecho en el balcón de su casa. Varios días antes ya se le veía atareado clavando las varas que sujetarían la tienda, poniendo el techo, y ajustando el toldo que la recubriría. Después, durante una semana se le entreveía dentro de la tienda: comiendo, leyendo, rezando o durmiendo.
La fiesta de los Tabernáculos o Sukkot era la tercera de las grandes fiestas del año. Todos los varones israelitas debían presentarse en el templo de Jerusalén para celebrar el feliz término de la recolección de todos los productos agrícolas. Tenía lugar en las primeras semanas de otoño, y eran días de regocijo y de acción de gracias por los frutos de la tierra que Dios había dado al pueblo de Israel. Este nombre tiene origen en los tabernáculos, tiendas, cabañas o chozas, que los israelitas acostumbraban a levantar en los campos y en las viñas para habitar en ellas durante la temporada de la recolección. Con el paso del tiempo se dio a este hecho una significación histórica y religiosa: las tiendas conmemoraban los años en los que los hebreos habitaron como nómadas durante su peregrinación por el desierto. A lo largo de los siete días que duraba la fiesta de los tabernáculos los israelitas adquirieron la tradición de vivir acampados en tiendas.
Es interesante comprobar de dónde proviene esta fiesta y cómo se encuentran en ella elementos semejantes a los que vivimos los católicos, como las palmas. Los hebreos toman las cuatro especies: etrog (cidra), lulav (palmera), tres hadasim (ramitas de mirto) y dos aravot (ramitas de sauce). En cada día de la festividad (excepto Shabat), cogen las cuatro especies, recitan una bendición sobre ellas, las unen en sus manos y las agitan en seis direcciones: derecha, izquierda, adelante, atrás, hacia arriba y hacia abajo, expresando así que Dios está presente en todas partes. Los cristianos, en cambio, con las palmas recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
Llama la atención lo elegantes que se ve a los hebreos por la calle -yendo o volviendo de la sinagoga- con una bolsa alargada que contiene las palmas y demás elementos. En realidad siempre se visten sus mejores galas para ir a la sinagoga y van con toda la familia. Es todo un acontecimiento. Me hizo un comentario un peregrino al verles:
-Que pena que a veces los cristianos vayamos a Misa de cualquier manera, sabiendo que vamos a estar nada menos que con Jesucristo realmente presente, y asistir a la renovación incruenta de su Sacrificio en la Cruz por cada uno de nosotros.
La fiesta de los Tabernáculos o Sukkot era la tercera de las grandes fiestas del año. Todos los varones israelitas debían presentarse en el templo de Jerusalén para celebrar el feliz término de la recolección de todos los productos agrícolas. Tenía lugar en las primeras semanas de otoño, y eran días de regocijo y de acción de gracias por los frutos de la tierra que Dios había dado al pueblo de Israel. Este nombre tiene origen en los tabernáculos, tiendas, cabañas o chozas, que los israelitas acostumbraban a levantar en los campos y en las viñas para habitar en ellas durante la temporada de la recolección. Con el paso del tiempo se dio a este hecho una significación histórica y religiosa: las tiendas conmemoraban los años en los que los hebreos habitaron como nómadas durante su peregrinación por el desierto. A lo largo de los siete días que duraba la fiesta de los tabernáculos los israelitas adquirieron la tradición de vivir acampados en tiendas.
Es interesante comprobar de dónde proviene esta fiesta y cómo se encuentran en ella elementos semejantes a los que vivimos los católicos, como las palmas. Los hebreos toman las cuatro especies: etrog (cidra), lulav (palmera), tres hadasim (ramitas de mirto) y dos aravot (ramitas de sauce). En cada día de la festividad (excepto Shabat), cogen las cuatro especies, recitan una bendición sobre ellas, las unen en sus manos y las agitan en seis direcciones: derecha, izquierda, adelante, atrás, hacia arriba y hacia abajo, expresando así que Dios está presente en todas partes. Los cristianos, en cambio, con las palmas recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
Llama la atención lo elegantes que se ve a los hebreos por la calle -yendo o volviendo de la sinagoga- con una bolsa alargada que contiene las palmas y demás elementos. En realidad siempre se visten sus mejores galas para ir a la sinagoga y van con toda la familia. Es todo un acontecimiento. Me hizo un comentario un peregrino al verles:
-Que pena que a veces los cristianos vayamos a Misa de cualquier manera, sabiendo que vamos a estar nada menos que con Jesucristo realmente presente, y asistir a la renovación incruenta de su Sacrificio en la Cruz por cada uno de nosotros.
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