En 638 sucede una nueva ocupación, esta vez de los Sirios. Así es como el Patriarca de Alejandría, Eutichio (siglo X) describe los acontecimientos de la conquista: "Omar ibn al-Khattab asedió la ciudad. Sofronio, el Patriarca de Jerusalén, se entrevistó con él, y consiguió una carta de protección para la ciudad y sus habitantes. Omar ibn al-Khatab garantizó la salvaguardia de los lugares cristianos y prohibió a los suyos destruirlos o usarlos como viviendas". Al principio del siglo IX un violento terremoto dañó la cúpula de la Anástasis. Los daños fueron reparados en el 810 por el Patriarca Tomás. La iglesia fue incendiada en el 841. Una vez más, la iglesia fue incendiada en el 966 como venganza por la guerra perdida en Siria por el ejército Musulmán. Pero todos estos incendios sólo afectaron a las estructuras de madera que pudieron ser reparadas mediante un gran sacrificio de la ya empobrecida comunidad cristiana. Nuevamente la Iglesia volvió a ser incendiada por los Musulmanes en el 978 y el fuego rodeó a la basílica, al jardín del claustro y también a la Anástasis. En el 1009 el Califa de Egipto al-Hakim explícitamente ordenó la destrucción sistemática de la Iglesia. El historiador árabe Yahia ibn Said describe así los acontecimientos: "El hecho santo comenzó el año 400 de la Egira (1009 de nuestro calendario). Solamente las partes de difícil acceso no fueron dañadas". Empezaron por demoler la tumba misma, la cúpula y las partes altas del edificio hasta que los restos que se juntaron a sus pies bloquearon su destrucción. Durante once años se les prohibió a los cristianos visitar los destrozos, tampoco se les permitió rezar en las ruinas. Pasado este tiempo se firmó un tratado de paz entre el emperador Bizantino Argirópulos y el sucesor de al-Hakim en el que se estipuló la reconstrucción del Santo Sepulcro. Los trabajos comenzaron bajo el emperador Constantino Monomaco. Los arquitectos llegaron a la conclusión de que era imposible restaurar la totalidad de la estructura Constantiniana. Así que optaron por conservar solamente la Anástasis con un ancho ábside hacia el este y varias pequeñas capillas. Estos trabajos se hicieron entre el 1042 y 1048. La Basílica estaba reconstruida aunque Jerusalén seguía en poder de los árabes musulmanes. Los cruzados conquistaron Jerusalén el 15 de julio del 1099, y enriquecieron mucho la Iglesia. Jerusalén cayó ante el ejército de Saladino en 1188. La iglesia del Santo Sepulcro fue cerrada y nadie podía oficiar en ella. De hecho el peregrino Titilar en el 1217 observó que la Iglesia del Santo Sepulcro estaba siempre cerrada y que las puertas se abrían solamente para los peregrinos que pagaban bien. El mundo cristiano protestó enérgicamente y el Sultán Ajub se disculpó en 1246 ante el Papa Inocencio IV. También le informó de que había dado las llaves de la Basílica a dos familias musulmanas quienes se harían cargo del lugar. Estos guardianes de las llaves del Santo Sepulcro abrían la iglesia sólo en ciertos días y previo pago. Todavía hoy miembros de esas familias guardan las llaves, abren y cierran la Basílica. En esta época peregrinos de Mesopotamia, Egipto, Armenia, Etiopía, Siria, Grecia y Georgia se establecieron alrededor del Santo Sepulcro. La reina Tamara de Georgia hizo un arreglo con el sultán de Egipto, que permitía a algunos Georgianos vivir dentro de la Iglesia del Santo Sepulcro. Es un período muy oscuro. Funcionarios musulmanes sin escrúpulos jugaban con la vida de los cristianos para permitirles entrar en este santo edificio. El santuario decaía poco a poco. Los mosaicos de las paredes se iban deteriorando y junto con ellos la totalidad de la estructura comenzó a venirse abajo.Las potencias europeas, después de fracasar en varios intentos por la conquista de los Santos Lugares trataron de lograr acuerdos. Angió y Sancha de Mallorca, reyes de Nápoles (1309-1345), tuvieron éxito después de largas negociaciones y grandes sumas de dinero para obtener de Melek en-Nazer una residencia oficial para la comunidad latina de Jerusalén dentro del Santo Sepulcro. Con la aprobación del Papa Clemente VI esta responsabilidad fue otorgada a los Franciscanos en 1335. Los Franciscanos recibieron la Capilla de la Aparición de Cristo que desde entonces nunca han abandonado.
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