sábado, 20 de marzo de 2010

Décima estación del Via Crucis en Jerusalén

Décima Estación: Jesús fue despojado de sus vestiduras.
Las cinco últimas estaciones del Vía Crucis se recuerdan dentro de la Basílica del Santo Sepulcro. Para entrar llegando desde la novena estación hay dos opciones: la primera es la que sigue el Via Crucis oficial que hacen el viernes los franciscanos, y que consiste en volver al zoco para seguir por la via pública. Pero hay otra opción más corta, que consiste en pasar a través del convento etíope, visitando a nuestro paso sus dos capillas, y saliendo desde la capilla copta de San Miguel directamente al patio de entrada de la Basílica.
Nada más cruzar la puerta de entrada a la Basílica del Santo Sepulcro, a la derecha hay unas escaleras que suben al lugar del Calvario. Se trata de una escalera de piedra que sube en forma de caracol y que es poco cómoda de subir por ser estrecha y empinada. Una vez arriba se puede rezar esta estación. Es fácil imaginarse la escena en la que Jesús es despojado de sus vestiduras para ser clavado en la Cruz. Al fondo a la izquierda se levantaría la Cruz. Quizá al fondo, donde está el mosaico se situaría la Cruz tumbada y preparada para clavar al Señor allí. Y posiblemente donde nos encontramos, nada más subir las escaleras -arriba ya del monte-, a Jesús le quitaron las vestiduras.
Podemos imaginar la escena como San Josemaría Escrivá de Balaguer hace en la décima estación de su "Via Crucis":
"Al llegar el Señor al Calvario, le dan a beber un poco de vino mezclado con hiel, como un narcótico, que disminuya en algo el dolor de la crucifixión. Pero Jesús, habiéndolo gustado para agradecer ese piadoso servicio, no ha querido beberlo (cfr. Mt XXVII,34). Se entrega a la muerte con la plena libertad del amor. Luego, los soldados despojan a Cristo de sus vestidos. Desde la planta de los pies hasta la cabeza, no hay en él nada sano. Heridas, hinchazones, llagas podridas, ni curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite (Is I,6).
Los verdugos toman sus vestidos y los dividen en cuatro partes. Pero la túnica es sin costura, por lo que dicen:
- No la dividamos; mas echemos suertes para ver de quién será (Ioh XIX,24).
De este modo se ha vuelto a cumplir la Escritura: partieron entre sí mis vestidos y sortearon mi túnica (Ps XXI,19). Es el expolio, el despojo, la pobreza más absoluta. Nada ha quedado al Señor, sino un madero.
Para llegar a Dios, Cristo es el camino; pero Cristo está en la Cruz, y para subir a la Cruz hay que tener el corazón libre, desasido de las cosas de la tierra
".

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