sábado, 18 de septiembre de 2010

Yom kippur y el libro de la vida

Este sábado se ha celebrado la fiesta de Yom kippur. Tiene lugar 10 días después de Rosha Shana, que significa comienzo del año. Ese dia final del año es aquel en que, según se recoge en el Pentateuco, Dios juzga a los hombres. La personas que han vivido santamente ese año Dios las escribe en el libro de la vida. En cambio las que han sido pecadoras, sus nombres quedan impresos en el libro de la muerte.
Los que han estado en medio, es decir aquellos que han sido tibios, ni frios ni calientes, Dios les da una oportunidad más hasta Yom Kipur para que se arrepientan y se conviertan. Disponen de 10 días. Si un judío ha cometido algo en contra del prójimo, antes que a Dios debe pedir perdón a esas personas a las que ha ofendido. Por eso al acercarse Yom kipur existe la costumbre -muy extendida entre los judios- de llamarse para pedirse perdón, o de escribir cartas disculpándose por lo que se hizo mal. También en la actualidad se envían mails o SMS con este motivo.
Cuando llega Yom Kipur se cierra el libro y se sella. Todo lo que quedó en falta queda fijo hasta el año siguiente. Ya no se puede hacer nada. Es el día de la reconciliación y del perdón. Los sefarditas tienen costumbre de entonar cantos alegres. Es lógica esa alegría pues se les han borrado los pecados.
Los judíos en Yom kippur se pasan todo el día en la sinagoga. Hay servicios constantemente. Rezan oraciones de penitencia, cantos. No se ve a ningún judio en la calle, solo niños, pues están en la sinagoga o, al menos, si son poco practicantes acuden a la sinagoga al menos ese día del año.
Ese día se visten de blanco para simbolizar la pureza del alma limpia. Ese vestido también lo utilizan los hombres en el día de su boda. Y con esa prenda al final de su vida les enterrarán.
Los cristianos tenemos un gran motivo de agradecimiento por el sacramento de la penitencia. Cuando el sacerdote dice las palabras de la absolución sabemos que nuestras almas se quedan blancas. Y lo podemos hacer todas las veces que queramos y que estemos arrepentidos. Agradezcamos al Señor este sacramento frecuentándolo a menudo y hablando mucho de la Confesión. Porque como le gustaba decir a san Josemaría es "el sacramento de la alegría".