El evangelio de la segunda semana de Cuaresma nos presenta la escena de la transfiguración del Señor. En una entrada hace algún tiempo hablamos de la iglesia católica que hay en lo alto del monte Tabor. En esta ocasión nos referiremos a la iglesia griego ortodoxa que se encuentra allí. Está en un lugar un poco más abajo que la iglesia católica. Antes de llegar a la cima, hacia la izquierda, hay un camino que conduce a esta iglesia. Muchas veces no es fácil entrar. Suelen abrir la puerta que da al complejo donde está la Iglesia cuando se junta un grupo de personas. La iglesia no es lo que se ve en la imagen. Es la entrada, por la que pude pasar en dos o tres ocasiones visitando también los alrededores de la iglesia. Detrás de este muro hay un jardín que está cerca de la iglesia y donde tienen unas imágenes -tamaño humano- de Jesús, Moisés y Elias. Hay mucho silencio. De vez en cuando se ve pasar a un pope ortodoxo con sus barbas largas y sotana negra, o a una monja cubierta con su velo y traje negros hasta los pies. Entramos dentro de la iglesia. Muy sobrecargada, estilo oriental, con muchos iconos preciosos a lo largo de las paredes. En el centro una pila bautismal. Uno de los chicos con los que la visité, que vienen por el club que tenemos Nazaret, me dijo que le habían bautizado en ese lugar y en esa pila. Al poco tiempo de estar allí nos invitaron a desalojar la iglesia y el recinto. Cuando salíamos ya había otro grupo que estaba preparado para entrar.
El monte Tabor es un lugar precioso para visitar. A veces nos llevamos sorpresas, como cuando fui con un amigo sacerdote y vimos mucha gente en una de las laderas del monte haciendo Ala delta. Nos quedamos un rato contemplando el espectáculo. Es fácil en ese lugar dejar volar la imaginación pensando en la escena del Señor transfigurandose y viendo a los discípulos llenos de asombro y a la vez de gozo. Y allí también dan ganas de quedarse más tiempo y de decir como ellos: "Señor, hagamos tres tiendas...".