Llama la atención los distintos tipos de paisaje que se pueden encontrar alrededor de Jerusalén. Uno de los que más impresiona es el que hay en dirección a Jericó y el mar muerto, pues en pocos minutos nos podemos encontrar en un paisaje totalmente desértico,. De Jerusalén a Jericó hay unos 27 kilómetros y se puede tardar unas 8 horas en recorrer el camino. Es muy distinto ir a Jericó –es de bajada-, que subir desde esa población a Jerusalén.La ciudad de Jericó fue un gran centro comercial, productor y exportador. Se comerciaban sustancias medicinales y aromáticas, de manera particular el bálsamo. También fuentes judías antiguas atestiguan que había allí una importante comunidad hebrea, y gran número de sacerdotes.
Jericó es la ciudad más baja del mundo, pues se encuentra a 370 metros bajo el nivel del mar. Jerusalén se encuentra a unos 700 metros por encima del nivel del mar. El camino de Jericó a Jerusalén, por tanto, es empinado, y al tratarse de un clima puramente desértico, se hace bastante difícil de recorrer.
Es lógico que al llegar Jericó se los viajeros hicieran siempre una parada en el camino, tanto cuando se venía desde Galilea bordeando el rio Jordán, como al llegar desde la ciudad de Jerusalén camino del norte . Teniendo en cuenta el peligro que suponía para los de Galilea atravesar la zona de Samaría para ir a Jerusalén, se entiende que organizaran sus viajes por el Valle del Jordán, a través de la Perea. Así, Jericó, se convertía en un lugar de paso obligado.
En ese desierto muy montañoso, siempre han existido numerosas cuevas, como aquellas en las que unos pastorcillos encontraron los documentos de Qumram. Por eso era un terreno favorable para forajidos y salteadores. En la época del Señor se oían muchas historias de bandoleros que atacaban a las gentes que viajaban camino de Jerusalén. Hasta el punto que se llegó a conocer el camino a Jericó como “la carretera de la sangre”.
Era muy común el caso de robos y asaltos en la comarca. De hecho, se había creado un tribunal especial que juzgaba los casos de robos, y que tomaba medidas policiales para evitar que se produjeran esos desmanes.
También era bien conocida la posada que había a mitad de camino entre Jerusalén y Jericó. Muchas veces se repostaba ahí o se paraba si la noche se echaba encima. El Señor quizá se refirió a esa posada –que todos tenían en la cabeza- como aquella a la que el buen samaritano trasladó al malherido para curarle.
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