
Belén y su comarca ocupan un terreno suavemente ondulado. En algunas lomas, la pendiente ha sido escalonada en terrazas y se han plantado olivares; en los valles, las zonas más planas están divididas en campos de cultivo; y en las tierras sin labrar, donde enseguida aflora el estrato rocoso, crece una vegetación dispersa, típicamente mediterránea, formada por pinos, cipreses y varias especies de arbustos.
En esta región apacentaba David los ganados de su padre cuando fue ungido por Samuel (cfr. 1 S 16, 1-13) y, tres generaciones antes, su bisabuela Rut espigaba los campos de trigo y cebada detrás de los segadores de Booz (cfr. Rt 2, 1-17). Siglos después, cuando se cumplió el momento de la venida del Hijo de Dios a la tierra, allí tuvo lugar el primer anuncio del nacimiento de Jesús: “había unos pastores por aquellos contornos, que dormían al raso y vigilaban por turno su rebaño durante la noche. De improviso un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de luz. Y se llenaron de un gran temor. El ángel les dijo: -No temáis. Mirad que vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre” (Lc 2, 8-12).

Siglos después, ya en época moderna, dos lugares diferentes del pueblo Bet Sahur conservaban la memoria de las antiguas tradiciones. El primero era conocido como Der er-Ruat y se hallaba en la parte oeste de la localidad, que casi se ha convertido en un barrio de Belén. Allí había restos de un pequeño santuario bizantino. Actualmente existen en esa zona una iglesia ortodoxa, construida en 1972, y la parroquia católica, edificada en 1951 y dedicada a la Virgen de Fátima y a santa Teresita de Lisieux.
Sobre una roca que domina esas ruinas del Campo de los pastores, la Custodia de Tierra Santa edificó entre 1953 y 1954 el santuario del Gloria in excelsis Deo, donde se conmemora el primer anuncio del nacimiento de Cristo. Se llega a través de un paseo enlosado, flanqueado por pinos y cipreses. La vista desde el exterior, con la planta en forma de decágono y los muros inclinados, pretende recordar una tienda de nómadas. En el interior, destaca el altar en el centro; en las paredes, en tres ábsides, se reproducen las escenas evangélicas: la aparición celestial, los pastores dirigiéndose a Belén y la adoración del Niño. El torrente de luz que entra a través de la cúpula acristalada trae a la memoria la que rodeó a aquellos hombres. Diez figuras de ángeles, junto con el canto que entonaron, decoran el tambor: gloria in altissimis Deo et in terra pax hominibus bonæ voluntatis (Lc 2, 14).
J. Gil. josemariaescriva.info
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