El domingo, 29 de diciembre, tuvo lugar la tertulia general en Belén, en el auditorio de "Catholic Action".
Prelado: Me da mucha alegría estar con vosotros y pensar en
la labor que haréis cada una de vosotras y cada uno de vosotros, con muchísima
gente. Viéndoos pienso en los cientos de miles de personas –no penséis que
exagero– en los cientos de miles de esta tierra estupenda que vendrán a
conocer por vuestro trabajo, por vuestro apostolado, a este Dios nuestro que
tanto ama a las personas de esta tierra. Tenéis
que estar muy contentas y muy contentos. Jesucristo quiso precisamente nacer en
Belén para venir a estar con los hombres, con las mujeres, porque le interesan
todas y cada una de las personas.
El
hecho de que viniese a un pueblo pequeño –porque entonces era un pueblo
pequeño– nos tiene que llevara ser mujeres y hombres que tengamos rectitud de
intención y que trabajemos no para que nos alaben sino para servir a Dios y de
esa manera haremos muchas amistades porque tendremos a Dios con nosotros.
¡Qué labor más bonita tenéis aquí! Tenéis que estar muy contentas y
muy contentos porque Dios está con vosotros. Ha querido llegar a este mundo
precisamente en esta tierra para que Cristo ha venido a la tierra para conversar con
los hombres ¿Y cómo conversa? Pues con la vida corriente, con el trabajo, con
la amistad, también con la diversión. Cristo es seguro que se alegraba –y lo cuentan
en el Evangelio– cuando ve a unos niños que están cantando en la plaza para
alegrar a las personas que están mirando. Cristo
ama la diversión y por eso a veces iba a comer a las casas de otras personas ¡y
llevaba la alegría suya, la alegría del cielo!Y la alegría humana. Si sois
verdaderamente mujeres y hombres que queréis estar con Dios, llevaréis –
sabiendo que hay momentos de pena – pero llevaréis la alegría de conocer a Dios
a todos los lugares en los que os desenvolváis, en los que estéis. Sois las
personas que Dios ha buscado para que llevéis su paz a todo el mundo.
Y
quería recordaros lo que quizá ya sabéis: ¿qué es el Opus Dei? El Opus Dei es una
institución de la Iglesia que quiere a todas las personas del mundo entero ¿para qué? Para que santifiquen
la vida ordinaria: la familia, el trabajo, las amistades, también los tiempos
de descanso ¿Y cómo se hace eso? Pues llevando a nuestra petición y a nuestra
oración a todas las personas. Yo esta mañana en la Santa Misa, de una manera más
especial, he rezado por las personas que estáis aquí en Belén.Y me acuerdo de
mi predecesor, que vino aquí a Belén, y tuvo también una tertulia, como estamos
ahora, en la que les decía que estaba rezando por ellos desde el principio de
la mañana.
Yo
sugiero que os metáis muchas veces en Belén, en el Portal de Belén para decirle
a Jesús: Tú que has venido aquí a la tierra para ayudarnos a todos ¿Qué puedo
hacer yo por las personas que trato? Y no os conforméis solamente con las
personas que conocéis. Tenéis que llegar a otras muchas más personas. Tenéis
que pensar: ¿A ver cómo ayudo a este compañero de trabajo? ¿A ver cómo ayudo a
esta persona de la tienda la que voy a comprar el pan? ¿A ver cómo ayuda a
esta persona que me está haciendo un traje? Es
necesario que en la vida corriente no solamente busquemos nuestro provecho sino
que busquemos la manera de ayudar a las personas con las que coincidimos. Y a
eso también ha venido el Opus Dei, aocuparse de todas las personas sin que
dejen de interesarnos ninguna de las que coincidimos con ellas.
Y
quiero pediros, como es lógico, que recéis por el Papa ¡Cuánto quiere a esta
tierra, a toda esta tierra del Medio Oriente! La ama y todos los días pide por
vosotros y ya veis que además no deja de hacerlo públicamente, pedir por la paz
en el Medio Oriente. No dejéis de ayudar a quien tanto os ayuda con su oración, con su
alegría y con su mortificación. Ya sabéis que se suele levantar a las cuatro de
la mañana para hacer oración ¿Y qué hace en la oración? Pues pedir por la
Iglesia y pedir por toda la humanidad.
Podéis
estar convencidas y convencidos de que hoy ha rezado expresamente por ti. Sed agradecidos con
el Papa, ¿eh? Sed mujeres y hombres que le acompañéis y que le sostengáis.
¿Y qué queréis decir vosotros? Para que hablemos de lo que os interesa.
Bienvenido a Belén, Padre. Estamos muy contentos de que esté con
nosotros y hemos esperado mucho este día. Soy de Nazaret,
casada en Belén y tengo dos hijos. En mi trabajo me relaciono con muchas
personas ¿Podría hablarnos de cómo testimoniar la fe en la vida diaria y de la
importancia de los sacramentos?
El Prelado: Tienes que estar con la gente con la sonrisa que
tienes ahora. También cuando estás cansada. También cuando has tenido una
contradicción. También cuando tienes una preocupación, por tu marido o por tus
hijos, porque a lo mejor tiene un pequeña enfermedad. Que seas una mujer llena
de alegría. Porque eres hija de Dios, eres hija del mejor Padre. Y tienes que
estar transmitiendo a la gente esa alegría de ese Dios que quiere vivir en tu
corazón, que quiere vivir en el alma de todos y cada uno de nosotros.
Y
tenemos que dar a Dios. ¿Cómo? Sabiendo escuchar. Cuando
nos hablan, poniendo interés en lo que nos cuentan. Y también pensando: ¿qué
puedo decir yo a esta persona, para ayudarla, también humanamente, ¿eh? Y le
cuentas cómo quieres a tu marido, le cuentas cómo te ocupas de la casa, para que
esté bien preparada. Y le cuentas cómo educas a tus hijos, sabiendo que tienen
que crecer. Y después de
eso ya podrás empezar a hablar de la fe, de los sacramentos ¡Qué
maravilla – nos pasa a las mujeres y a los hombres, ¿eh? – cuando alguna vez
nos ofenden, probablemente sabemos perdonar!, pero a veces se nos queda metido
en la cabeza o en el alma: esta persona me ha ofendido. Dios, este Dios que se
ha hecho Niño, que se ha hecho Hombre, para ayudarnos y para que nos acerquemos
más a Él, cuando nos perdona en la Confesión se olvida del pecado. Y nos da un
abrazo como dice el Evangelio, como dio el padre a su hijo pródigo. Fíjate, un
hijo que sin ningún derecho, le dice: ¡dame la herencia ya! Y la gasta mal. Y
sin embargo su padre le espera todos los días. Y sale para ver cuando vuelve. Y
cuando se está acercando no se queda esperando sino que va al encuentro del
hijo. Pues ese es el sacramento de la Confesión: Cristo que sale a nuestro
encuentro, no para tratarnos duramente sino para perdonarnos, para pasar el
trapo que quita el polvo de nuestra alma. Habla del sacramento, y puedes
hacerlo con naturalidad. Háblales de un Dios que perdona. A San Josemaría le gustaba mucho
hablar de la Confesión. Que
no es solamente para cuando cometemos pecados mortales. La Confesión sirve también para que seamos personas
más alegres, más puntuales, más cariñosos, que no nos dejemos llevar por la
pereza. Y por eso la Confesión tenemos que llevarla no solamente cuando hay una
necesidad por una ofensa grave sino también para quitar las imperfecciones. Nos ayuda a que
no seamos antipáticos, a que no seamos personas que se mueven solamente pensando
en nosotros mismos.
Y después habla mucho de la Eucaristía. El
Señor no se marchó de este mundo y nos dejó a solas. Quiso quedarse en la Hostia
Santa para darnos fuerza. Tú, procura de cuando en cuando
hacer alguna visita al Señor. Que le digas, que le digamos todos: yo
no te quiero dejar solo. Quiero que estés, aunque sea muy pobre mi amor, quiero
que estés con mi amor. Y vete a llevarle a tu familia, a tu marido, a tus dos
hijos. Y vete a llevarle a tus amigas. Y vete a llevarle a las personas con las
que tratas por tu trabajo profesional. Que seas una mujer que no solamente
vivas los sacramentos sino que hables de los sacramentos con las personas. Y de
cuando en cuando puedes decir le puedes decir
a tus amigas, o a tus amigos: ¡qué contenta estoy hoy! Y te preguntarán: ¿y por
qué? Pues porque me he confesado.Y eso da mucha alegría. Sí, da mucha alegría,
porque se pone uno en contacto con la fuente del amor. Pues que Dios te bendiga
y que sigas haciendo mucho apostolado. No tengas miedo, ¿eh? No tengas respetos
humanos. Habla de tu fe, ¿de acuerdo?
Pregunta
Bassem en inglés y le traducen al castellano:
Es un honor tenerlo aquí. Voy a resumir mi historia. Cuando tenía
diez años me fui a Nueva Zelanda con mi familia. Ahora tengo treinta y cinco
años. Después de veinticinco años volví a Belén, donde nació Jesús. Mi abuelo
tenía una fábrica desde mil novecientos veinticinco y volví yo a hacerme cargo
de ella porque ninguno de mi familia quiere vivir aquí, por todos los problemas
que tenemos aquí al ser cristianos. Estudié Matemáticas en Nueva Zelanda. Mi
padre está enfermo y no puede volver y ninguno de mi familia puede vivir en
este país ¿Qué podemos hacer? Queremos mantener a los cristianos aquí en Belén.
Tenemos un gran problema porque ninguno quiere vivir aquí. Hay muchos
cristianos en todo el mundo pero ninguno quierevivir aquí. Yo le pregunto,
Padre, ¿qué podemos hacer para convencerles para volver y quedarse a viviraquí,
y para que la gente no se marche?
El Prelado:
Yo me uno a tu oración y a tu vida, concretamente para que, los que estáis aquí
y sois cristianos, tengáis ese santo orgullo de saberos hijas e hijos de Dios.
Tú no seas una persona amarga, no seas una persona dura. Tenemos que ser
mujeres y hombres que nos acerquemos a la gente con amabilidad. Y cuando alguna
vez no nos traten con respeto o con educación, no nos debemos enfadar. Es
necesario que seamos personas comprensivas. Te recuerdo concretamente que a San
Josemaría muchas veces no le comprendían. Y decía: yo entiendo que no me
comprendas pero te quiero como si me comprendieras.
Pues
que tú ames de verdad a la gente de esta tierra. Que formen parte de tu vida. Y
de esa manera irás haciendo primero una amistad humana. Y después les hablarás
de los motivos por los que procedes así. Porque estás con Cristo, que Cristo ha
venido para todas las personas. No tengas ni miedo ni te dejesllevar nunca por
la desesperanza. Llegará un tiempo en que podrás hablar mucho más y podrá tener
mucha eficacia en el mundo entero, tu vida, desde aquí.
Tú que has venido desde Nueva Zelanda, después de haberte
preparado profesionalmente, ejercita tu profesión con generosidad. Con deseo de
acabar muy bien el trabajo. Para que la gente vea que lo haces bien por el
Señor y también para ayudar a las personas de esta tierra. Y al mismo tiempo,
todos los días, todos los días ¿eh?, que reces por las personas que están
viviendo en esta tierra ¡No te desanimes! ¡Llénate de esperanza! ¡Llénate de
alegría! Porque tu oración va a ser muy eficaz. Tu vida va a ser oración
eficaz, porque podemos rezar con nuestra vida. Y así
ayudarás a las personas que conviven contigo ¡Quiérelas! Es importante
que cuando vayas por las calles de Belén, o donde vivas, reces por todas las
personas. Que pidas por verdadero interés porque se acerquen a la verdad ¡Son
tus hermanos y es lógico que les quieras y que les ayudes! Y ten paciencia. No se arreglan las cosas en una hora, en un día. Pero si eres perseverante
verás cómo mucha gente se acerca a ese Dios al que tú amas. Y encomiéndate
también a la ayuda de tus padres, que te han educado en la tierra donde nació
Jesucristo, para que tú lo comuniques a muchas otras personas. Gracias por lo
que estás haciendo y gracias por lo que vas a hacer.
Pregunta
en castellano de Muna: Padre, estoy casada y tengo dos hijas
y un hijo. Llevo más de un año participando en las actividades espirituales del
Opus Dei aquí y me ayudan mucho ¿Nos podría hablar de cómo nosotras, mujeres
cristianas, podemos influir positivamente en la sociedad en el ámbito de la
moda?
Prelado:
Es muy importante. Tenéis, las mujeres, tenéis que vestir y presentaros
con cuidado, siendo muy guapas, siendo muy amables, bien peinadas, bien
arregladas, con un vestido que sea elegante. Pero no cedáis, ni siquiera en el
ámbito familiar, no cedáis a no ir vestidas con corrección.
Te voy
a contar una cosa que quizá te llamará la atención. San Josemaría quería mucho
a sus padres. Les quería con locura porque le habían hecho crecer en la
libertad, en la alegría, en la responsabilidad. Y nos contaba: yo nunca he
visto a mi madre y a mi padre no ir vestidos correctamente en la casa.Iban, el
papá, con un vestido elegante. Mamá nunca iba con poco vestido, iba con un
vestido también elegante. Y así los hijos aprendíamos a respetar a los hombres
y a las mujeres. Pues tú di a las mujeres que no son más mujeres porque cedan
en una moda que va en contra de la dignidad de la persona.
Te tengo que
decir que muchas personas, muchas chicas, muchas mujeres, cuando se les habla
dicen: muchas gracias. Nunca me habían dicho estas cosas y ahora me doy cuenta
en qué puedo mejorar. Por eso no tengas respetos humanos y cuando veas que una
persona no cuida el vestido, la moda, también la manera de hablar, la manera de
presentarse, llámala aparte. Hay que hablar sin herir, sin decirlo en
público, pero llama aparte a esa persona y dile: mira, harías mucho mejor y
harás un bien muy grande si te vistieses más correctamente, si no fueses una
persona que no defendieses la dignidad de la persona.Y te lo
agradecerán. No tengas miedo. Habla con cariño. Nunca seas amarga, nunca seas dura, pero habla con claridad para que ellas
quieran rectificar y se den cuenta de que la sociedad aquí en Belén y en todos
los sitios la podéis hacer las mujeres. Sois la fuerza de esta sociedad.
Mujeres que os portáis como lo que sois: hijas de Dios y que queréis defender
esa dignidad como hizo nuestra Madre Santa María ¡Qué gran mujer! Y qué
gran mujer, que vivió enteramente para Dios y también atendiendo a José y
atendiendo principalmente a Jesús.
Pregunta:
Bienvenido, Padre. Tengo seis hijos, cinco nietos. Mi pregunta es: ¿cómo podemos aumentar el amor con el paso del tiempo y
mantener la fidelidad matrimonial?
El Prelado:
Yo te digo lo que he vivido ¡durante treinta años! He estado al lado de San
Josemaría que era un amor a Dios y un amor a las personas ¡diario! Se esforzaba
por vivir cerca de Dios y participar de su caridad para darla a las demás
personas. Hace poco he leído unas palabras de él que son muy bonitas, porque
nos decía que la cosa más bonita del amor es el sacrificio.Si de verdad
buscamos la manera de ayudar a las personas que están a nuestro alrededor siendo
amables, siendo cariñosos, ofreciendo alguna incomodidad, también escogiendo lo
peor para nosotros, para que los demás estén más contentos, creamos ese
ambiente, de fidelidad, de alegría y de ocuparnos los unos de los otros.
Es
necesario que en todos los ambientes nos demos cuenta de que la gente necesita
que se les quiera.Y tenemos que darles ese cariño ¿Cómo? También
sacrificándonos. También escogiendo las maneras de servir sin que se note.
Que tengas interés por tu marido, por tus hijos y por tus
nietos. Que tu marido, tus hijos, tus nietos, también tus nueras o tus yernos,
puedan decir: esta no es una mujer cualquiera, es también nuestra madre. Una
madre que sabe dar la vida todos los días por su marido, por sus hijos y por
sus nietos. Y serás muy feliz porque no pensarás en ti sino en los demás.
Palabras finales del Prelado:
Le doy
gracias a Dios por haber coincido con todos vosotros. Y os pido la limosna de
vuestra oración para que yo también me convierta, y sea más amable, más
cariñoso, más trabajador, más puntual. Os pido por amor de Dios que recéis por el Papa, por la Iglesia, y por esta
partecita de la Iglesia que es el Opus Dei ¡Con qué alegría se vino a trabajar
a esta Tierra Santa! Con qué alegría vienen, como me dice esta amiga vuestra, a
trabajar aquí, en Belén. Y me da mucha alegría que cada vez se vaya extendiendo.
No sé si habéis visto que cuando se echa un poco de aceite en un papel se va
extendiendo la mancha. Yo os pido por amor de Dios, que el Opus Dei, que
tenemos que ser aceite ¡bálsamo de Dios! lo vayamos echando por todos los
lugares para que se extienda el trato con muchísimas personas. Y que de verdad
queramos a toda la humanidad y que vosotras y vosotros queráis a toda la
humanidad. ¡Empezando por querer a la gente de Belén!¡Tenéis que ser mujeres y
hombres que queráis a las personas que tratáis!Y que las queráis haciendo
oración por ellas y con ellas, y por ellos y con ellos. Viviendo también el
espíritu de mortificación. Y procurando ser también personas simpáticas. No seáis personas serias, tristonas, que tienen una cara como si fuera un
pescado aburrido.
Al termino de la tertulia impartió la bendición y, entre aplausos, abandonó el auditorio.
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