El viaje del Papa Francisco a Tierra Santa, los días 24 al 26 de Mayo 2014, contó con tres etapas: Aman (Jordania), Belén (Palestina) y Jerusalén (Israel).
A su llegada a Aman (Jordania), Su Santidad el Papa Francisco, ofreció un discurso ante el rey Abdullah II de Jordania en el que destacó haber constatado con dolor la tensión por la que transita el Medio Oriente, un conflicto demasiado largo y la necesidad de una solución pacífica para Siria.
(24 de mayo); la prédica por la paz en medio del conflicto en Siria: Su Santidad dijo ante Mahmud Abbas, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina: “Es necesaria una solución pacífica para Siria, la paz no se compra ni se vende; construir la paz es difícil pero vivir sin ella es un tormento”.
(25 de mayo); el reconocimiento de dos estados en conflicto, el de Israel (sea universalmente reconocido que el Estado de Israel tiene derecho a existir y a gozar de paz y seguridad dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas) y el de Palestina (Que se reconozca igualmente que el pueblo palestino tiene derecho a una patria soberana, a vivir con dignidad y a desplazarse libremente). El papa invitó a rezar juntos en el Vaticano al presidente de Israel, Simon Peres y al líder de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas.
(26 de mayo); el mensaje al Islam desde la Explanada de las Mezquitas en el que exhortó a aprender a comprender el dolor del otro y a no instrumentalizar el nombre de Dios para la violencia; su abrazo con el rabino Abraham Skorka y el musulmán Omar Abboud ante el Muro de los Lamentos. La ofrenda de flores en la tumba de Theodor Herzl, fundador del movimiento sionista, ubicada en el cementerio nacional de Israel. El desvío del itinerario para acudir a rezar en una lápida dedicada a las víctimas del terrorismo en Israel. La visita al Yad Vashem, el memorial del Holocausto donde, Su Santidad hizo referencia a los campos de exterminio, exclamó: ¡Nunca más, Señor, nunca más! La reconciliación entre judíos y cristianos como uno de los frutos del Concilio Vaticano II, a la que hizo referencia ante los dos grandes rabinos; el asquenazí y el sefardí. La celebración eucarística en el Cenáculo, lugar santo para los cristianos que pertenece actualmente a Israel. En Jerusalén, el papa Francisco se descalzó en la explanada de las Mezquitas. Visitó la mezquita de Al-Aqsa, tercer lugar más sagrado del Islam. Luego, se dirigió al gran mufti de Jerusalén en el edificio del Gran Consejo. El gran mufti señaló ante Francisco que Israel prohíbe a muchos musulmanes que acudan a los Lugares Santos lo que tiene consecuencias desagradables y, según él, puede provocar una guerra mundial.
Su Santidad el Papa Francisco expresó: “Desde este lugar santo lanzo un vehemente llamamiento a todas las personas y comunidades que se reconocen en Abrahán: Respetémonos y amémonos los unos a los otros como hermanos y hermanas. Aprendamos a comprender el dolor del otro. Que nadie instrumentalice el nombre de Dios para la violencia”.
Aprovechando la ocasión y hablando con familiares, amigos y sacerdotes de diferentes ritos cristianos orientales, todos coincidimos en calificar la visita de Su Santidad el Papa a la Tierra Santa, como histórica, tiene muchísimo significado, para todo el mundo, sobre todo para nosotros “los cristianos Orientales”. El hecho de que, por vez primera, representantes de las diversas confesiones cristianas, entre ellos greco-ortodoxos, armenios ortodoxos y franciscanos católicos recen todos juntos y públicamente en el Santo Sepulcro, lugar sagrado para el cristianismo. Durante su visita, el Papa no usó vehículos blindados, tenía menos seguridad, ha podido estar con la gente, abrazarles y saludarles sin miedo, demostrando una gran valentía al visitar la Región en este momento.
Raad Salam Naaman
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