sábado, 31 de mayo de 2014

Anécdotas del viaje del Papa Francisco a Tierra Santa

Efectivamente Jirias recibió al Papasd a su llegada a Jerusalén, como se ve en la imagen. Finalmente le entrego algo de tierra, de Tierra Santa, para que el Papa la bendijera. No le fue permitido entregarle los fotetos "con ojos de niños", que estaban preparados y con dedicatorias incluidas, pero se los enviaré por correo, y espero que los lea. Jirias estaba muy contento, pues -como se ve en la imagen- pudo saludar al Papa y entregarle tierra de Tierra Santa.

Del centro de mujeres del Opus Dei de Jerusalén prepararon dos regalos para el Papa. Uno fue un ramo de 50 rosas rojas. Era un detalle para recordar los 50 años transcurridos desde el abrazo que el Papa Pablo VI se dió con el Patriarca de Constantinopla. Se las llevaron a la nunciatura unos días antes de su llegada. El Papa iba a vivir allí los días de su estancia. Supimos que, finalmente, las colocaron debajo del altar de la capilla de la nunciatura. Así que el Papa las pudo ver varias veces. 

El otro regalo fue una tarta muy grande de dulce de leche. Es bien conocido el gusto de los argentinos por este tipo de dulce. En concreto, al Papa, sabemos que también le gusta mucho. Así que se propusieron hacer una tarta con este producto. En esta ocasión la llevaron al Patriarcado latino de Jerusalén, para que le fuera ofrecida en la cena que tendría lugar con autoridades en ese lugar.

Lo de las comidas también ha tenido su historia, porque el Papa ha vuelto a hacer de las suyas, cambiando el plan de repente. Estaba previsto que comiera en el restaruante que hay en Notre Damme. Poco antes de la comida, el Papa decidió -por sorpresa- ir a comer con los franciscanos. Fue totalmente inesperado. Llegó al complejo de san Salvador, y entró en el comedor, ante el asombro de los franciscanos presentes. Comió los espaguetis - ya medio frios- que tenían ahí para todos.

Las medidas de seguridad en Israel fueron tremendas. Estaban las calles atestadas de policías y militares. Cuando salíamos de Getsemaní otro sacerdote y yo, ya regresando a casa, íbamos agradeciendo en hebreo a los policías el trabajo que habían hecho. Todos nos contestaban muy contentos. Pero hubo uno que estaba exultante y, cuando le felicitamos, gritó en castellano -supongo que por ser el idioma nativo del Papa-: ¡Viva el Papa! Nos hizo reir, y nos dió mucho gusto.

Termino con otra anécdota que me contaron. Una señora judia tenía un hijo enfermo de cáncer. Se enteró de que su rabino iba a ver al Papa, y se decidió ir a verle para hacerle una curiosa petición. Le dijo que si le podía pedir al Papa que impusiera las manos a su hijo. El rabino, cuando saludó al Papa se lo contó, y el Papa contestó que por supuesto, que la llamara. El rabino fue rapidamente a buscar a la mujer para que acudiera con su hijo. Lo que no sé es si finalmente el Papa le llegó a imponer las manos al niño.

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