Antes de la entrada del Papa en Getsemaní he podido, no solo saludarle, sino también darle un beso y un abrazo.
No me lo esperaba. Con las impresionantes medidas de seguridad que hemos tenido estos días y, más enconcreto, para entrar en Getsemaní. Así que me parecía imposible poder llegar siquiera a saludarle. Pero, cuando llegó, estaba detrás de una columna, para ver si podía verle de cerca cuando entrara.
Al calcular que llegaba a la altura donde estaba, me he metido en el espacio -suficientemente amplio- que había entre la columna y la pared, y he aparecido delante del Papa. Entonces, le he besado la mano, y le he preguntado:
-Santo Padre, ¿le puedo dar un abrazo?
Después de darle un beso y un abrazo, le he dicho:
-Soy un sacerdote del Opus Dei. Vivo en Tierra Santa desde hace casi 8 años.
Creo que me ha dicho brevemente:
Muy bien.
Luego he proseguido con lo que había pensado decirle:
-El Papa san Juan Pablo II afirmó que en el Opus Dei tenemos el carisma de la confesión. Yo voy a confesar a Belén con mucha frecuencia.
El Papa ha hablado muy despacio, y haciendo hincapié en las palabras que me decía como al oído:
-Sé muy misericordioso.
-Santo Padre, ¿le puedo dar un abrazo?
Después de darle un beso y un abrazo, le he dicho:
-Soy un sacerdote del Opus Dei. Vivo en Tierra Santa desde hace casi 8 años.
Creo que me ha dicho brevemente:
Muy bien.
Luego he proseguido con lo que había pensado decirle:
-El Papa san Juan Pablo II afirmó que en el Opus Dei tenemos el carisma de la confesión. Yo voy a confesar a Belén con mucha frecuencia.
El Papa ha hablado muy despacio, y haciendo hincapié en las palabras que me decía como al oído:
-Sé muy misericordioso.
Y, posteriormente, ha entrado en la Basílica de Getsemaní. Allí hemos estado rezando con él muchos sacerdotes y religiosos de Tierra Santa. Ha sido una liturgia de la Palabra sencilla, pero muy bonita.
La liturgia de la Palabra ha tenido su momento culminante en el texto del Evangelio que se ha leído sobre la Pasión. Cuando el que lo leía llegó al lugar donde se dice que rezaba con más intensidad, se ha dirigido a la roca, y de rodillas ha leído: y sudó gotas de sangre, que AQUÏ, caían hasta el suelo. Y, después desde el ambón, ha finalizado: ¿Porqué dormís? Levantáos y orad para no caer en tentación".
Después el Papa ha pronunciado en la homilía. Entre otras cosas ha dicho: "Nos encontramos en este lugar santo, santificado por la oración de Jesús, por su angustia, por su sudor de sangre; santificado sobre todo por su "sí" a la voluntad de amor del Padre. Sentimos casi temor de acercarnos a los sentimientos que Jesús experimentó en aquella hora; entramos de puntillas en aquel espacio interior donde se decidió el drama del mundo” También se ha preguntado y nos ha preguntado: "¿quién soy yo ante mi Señor que sufre?¿Soy de los que, invitados por Jesús a velar con él, se duermen y, en lugar de rezar, tratan de evadirse cerrando los ojos a la realidad?"
En un momento de la homilía ha comentado algo muy emocionante para los que vivimos en Tierra Santa: “Desde este lugar santo quisiera dirigir un afectuoso saludo a todos los cristianos de Jerusalén. Quería asegurarles que les recuerdo con afecto y que rezo por ellos conociendo bien las dificultades de su vida en la ciudad. Y les exhorto a ser testimonios valientes de la Pasión del Señor, también de su resurrección con alegría en la esperanza”.
Y, casi al final: "Ustedes, queridos hermanos y hermanas, están llamados a seguir al Señor con alegría en esta Tierra bendita. Es un don y una responsabilidad. Su presencia aquí es muy importante; toda la Iglesia se lo agradece y los apoya con la oración".
Al terminar la liturgia de la palabra, el Papa ha plantado un olivo argentino en el huerto. De ahí ha partido para celebrar la Santa Misa en el Cenáculo.
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