Las celebraciones de la Epifanía que se desarrollan en la Tierra Santa comienzan ya en la jornada del 5 de enero y son especialmente intensas y sugerentes. También este año, seguido por la caravana de automóviles procedentes de Jerusalén a los que se han unido posteriormente los llegados de Belén y Bait Sahur, el custodio de Tierra Santa, fray Pierbattista Pizzaballa, ha atravesado el muro que separa Israel de los Territorios Palestinos de Cisjordania en las cercanías del enclave israelí de la Tumba de Raquel y ha realizado el ingreso solemne a última hora de la mañana del día 5 de enero.
Acompañado por las autoridades civiles locales y la alegre banda de música de los grupos de scouts palestinos, rodeado por el afecto de la gente, el custodio ha llegado a la Plaza del Pesebre y, recibiendo los saludos de los religiosos griegos ortodoxos y armenios que le esperaban junto a la Basílica de la Natividad, ha atravesado la Puerta de la Humildad que introduce en el interior de la iglesia.
Acogido por el guardián de la Basílica de la Natividad, fray Stephane Milovitch, los cantores franciscanos guiados por fray Armando Pierucci, director del Instituto Magníficat –la escuela de música de la Custodia en Jerusalén- y por toda la comunidad franciscana, fray Pierbattista ha cumplido con el rito de la vestición y, en la iglesia de Santa Catalina, llena de religiosos y religiosas de las numerosas congregaciones presentes en Tierra Santa, peregrinos y cristianos locales, ha presidido por la tarde las primeras Vísperas solemnes. En este momento se ha realizado la primera procesión a la Gruta de la Natividad con la incensación del Pesebre.
Acogido por el guardián de la Basílica de la Natividad, fray Stephane Milovitch, los cantores franciscanos guiados por fray Armando Pierucci, director del Instituto Magníficat –la escuela de música de la Custodia en Jerusalén- y por toda la comunidad franciscana, fray Pierbattista ha cumplido con el rito de la vestición y, en la iglesia de Santa Catalina, llena de religiosos y religiosas de las numerosas congregaciones presentes en Tierra Santa, peregrinos y cristianos locales, ha presidido por la tarde las primeras Vísperas solemnes. En este momento se ha realizado la primera procesión a la Gruta de la Natividad con la incensación del Pesebre.
Más tarde, ha presidido el Oficio de lecturas y a su lado, durante la celebración litúrgica. Con una segunda procesión a la Gruta de la Natividad, la comunidad franciscana ha vuelto a rendir honores al lugar del nacimiento del Niño Jesús.
Más tarde, a medianoche, ha sido de nuevo fray Pierbattista quien ha presidido la santa misa en la Gruta de la Natividad, en el pequeño altar de la Gruta de los Magos, junto al pesebre, que se encuentra a la derecha, a poca distancia de la estrella de plata, y que pertenece a los franciscanos, los cuales pueden celebrar aquí sus funciones. Ha sido una ceremonia íntima y recogida en la que han querido participar pequeños grupos de religiosas, amigos y colaboradores de las Custodia franciscana y algún cristiano local, encontrando sitio en el interior de la Gruta y disponiéndose alrededor e incluso en las escaleras que conducen a la parte superior de la basílica. El Custode ha inaugurado de este modo el ciclo de santas misas que se han ido celebrando en la Gruta hasta el alba.
En la mañana del 6 de enero, en la iglesia franciscana de Santa Catalina, la santa misa solemne. Muchos sacerdotes han querido unirse a la ceremonia encontrando puesto a los lados del altar mayor. La liturgia ha estado animada con elegancia por los coros Magníficat y Yasmín de la Custodia. Estaban también presentes en la celebración, en una iglesia otra vez llena de gente, los cónsules generales de las cuatro naciones latinas –Italia, Francia, España y Bélgica.
Al mismo tiempo, en el exterior de la basílica, los religiosos griegos ortodoxos preparaban el ingreso solemne de su Patriarca con ocasión del inicio de las celebraciones de la Navidad ortodoxa, llamando la atención general de la ciudad y de los numerosos peregrinos congregados.
Al mismo tiempo, en el exterior de la basílica, los religiosos griegos ortodoxos preparaban el ingreso solemne de su Patriarca con ocasión del inicio de las celebraciones de la Navidad ortodoxa, llamando la atención general de la ciudad y de los numerosos peregrinos congregados.
A lo largo de toda la jornada, en el interior de la basílica y especialmente en la Gruta de la Natividad, se han ido sucediendo los oficios litúrgicos, acompañados de cantos y procesiones de las distintas confesiones cristianas que, en este día tan especial, se han congregado, una junto a otro, para exaltar al único Señor.
Por la tarde, el custodio, ha presidido nuevamente las Vísperas solemnes al término de las cuales se ha desarrollado la procesión final a la Gruta de la Natividad durante la cual la comunidad franciscana ha repetido el gesto de los Reyes Magos, llegados de tierras lejanas para adorar al Niño, presentando a Jesús –depositado en el pesebre- los dones que estos exóticos soberanos habían portado con ellos durante el viaje: oro, incienso y mirra. Dones presentados a un nuevo rey cuyo nacimiento había sido largamente esperado y que fue anunciado por extraordinarios signos en el cielo.
Tras haber incensado el pesebre y el altar de la Gruta de los Magos y haber rendido homenaje a la Estrella de plata que indica el lugar preciso del nacimiento del Señor, fray Pierbattista ha tomado entre sus manos, envueltas en solemnes paramentos litúrgicos, la imagen del Niño Jesús, Príncipe de la Paz, sentado sobre un trono real y, rodeado por toda la comunidad franciscana, por muchos religiosos y religiosas y por la asamblea congregada en este día de fiesta, ha atravesado el hermoso claustro de la basílica mientras los fieles le esperaban para manifestar su devoción al Hijo de Dios manifestado al mundo; después, ha entrado en la iglesia de Santa Catalina, donde aún mucha gente estaba esperándole.
Allí, ante el altar mayor, la real imagen del Niño Jesús ha sido ofrecida a la adoración de los fieles, empezando por las autoridades religiosas y terminando en la gente más simple, congregado en este día festivo para manifestar en este Santo Lugar su propio afecto y fe ante este Rey Niño que, entrando en el mundo en humildad absoluta, ha cambiado para siempre la historia del hombre.
Por la tarde, el custodio, ha presidido nuevamente las Vísperas solemnes al término de las cuales se ha desarrollado la procesión final a la Gruta de la Natividad durante la cual la comunidad franciscana ha repetido el gesto de los Reyes Magos, llegados de tierras lejanas para adorar al Niño, presentando a Jesús –depositado en el pesebre- los dones que estos exóticos soberanos habían portado con ellos durante el viaje: oro, incienso y mirra. Dones presentados a un nuevo rey cuyo nacimiento había sido largamente esperado y que fue anunciado por extraordinarios signos en el cielo.
Tras haber incensado el pesebre y el altar de la Gruta de los Magos y haber rendido homenaje a la Estrella de plata que indica el lugar preciso del nacimiento del Señor, fray Pierbattista ha tomado entre sus manos, envueltas en solemnes paramentos litúrgicos, la imagen del Niño Jesús, Príncipe de la Paz, sentado sobre un trono real y, rodeado por toda la comunidad franciscana, por muchos religiosos y religiosas y por la asamblea congregada en este día de fiesta, ha atravesado el hermoso claustro de la basílica mientras los fieles le esperaban para manifestar su devoción al Hijo de Dios manifestado al mundo; después, ha entrado en la iglesia de Santa Catalina, donde aún mucha gente estaba esperándole.
Allí, ante el altar mayor, la real imagen del Niño Jesús ha sido ofrecida a la adoración de los fieles, empezando por las autoridades religiosas y terminando en la gente más simple, congregado en este día festivo para manifestar en este Santo Lugar su propio afecto y fe ante este Rey Niño que, entrando en el mundo en humildad absoluta, ha cambiado para siempre la historia del hombre.
Caterina Foppa Pedretti
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