Es impresionante pasearse por las calles de Jerusalén en día de Yom Kippur. No hay un solo coche y está toda la ciudad en silencio. La policía corta algunas calles ya desde el día anterior por la tarde, que es cuando empieza la solemnidad. Solo se ven niños montando en bicicleta por las carreteras vacías. Es peligroso salir en coche porque los judíos ultraortodoxos te pueden tirar piedras, como de hecho nos ha pasado ya algún año. Los judíos que no practican se quedan todo el día en casa viendo películas de video. Los videoclubs se vacían en ese día. Los que viven el Yom Kippur también suelen quedarse en casa, sobre todo porque el ayuno que hacen ese día consiste en no comer ni beber nada , ni siquiera agua, en las 25 horas que dura el día de la expiación. Son 24 horas en teoría, pero lo hacen 25 para no arriesgar y ponerse en peligro de no cumplir el precepto legal con exactitud.
El día de Yom Kippur viene recogido en el Antiguo Testamento como día de la Expiación. Era el día en que Israel se reconciliaba con Dios. El pueblo hebreo volvía a tener en este día el carácter de pueblo santo, mediante el perdón de todo lo que podía separarlo de su Dios, de todos los pecados que se habían cometido durante el año y que habían quedado sin reparación. Esta fiesta se celebra una vez al año y tiene como características una austera solemnidad y la penitencia. Se prescribía un ayuno riguroso y la abstención de toda clase de trabajos manuales. Además de perdonar todos los pecados personales, en la antigüedad tenía como finalidad purificar el santuario de toda contaminación que se hubiera producido por el contacto con los hombres pecadores. Era el único día que el sumo sacerdote podía entrar en el “Santo de los Santos”. De entre dos machos cabrios se escogía a suertes uno, que se sacrificaba por los pecados del pueblo. El Sumo Sacerdote hacía una aspersión con su sangre en el “Santo de los Santos”. Al salir del templo imponía las manos sobre la cabeza del otro macho cabrío -que no había sido sacrificado- indicando con ello que cargaba sobre el todos los pecados y faltas de los israelitas. Este animal era llevado al desierto y se le abandonaba para que con él desaparecieran también todos los pecados que cargaba.
Ese día es el único al año en que se les pueden perdonar todos los pecados. La víspera se hace lo que se llama “kaparot”. Se degüella un pollo para cada miembro de la familia, gallos para los varones y gallinas para las mujeres. Un solo gallo basta también para toda la familia. Se da vueltas al pollo sobre la cabeza y se dice la fórmula que se traduce así: “Este pollo viene en mi lugar, me reemplaza y es mi perdón; este pollo va a la muerte y yo entraré en una vida larga y apacible.” No se puede pretender que esta acción tenga el efecto de un verdadero perdón, pero si somete su naturaleza animal a la voluntad de Dios y se piensa que, en vez del pollo, uno mismo merece la muerte por causa de sus pecados, en ese caso la petición de perdón será ciertamente recibida por el Todopoderoso.
El Señor fue preparando con la fiesta de Yom Kippur el ayuno y la expiación que los cristianos hoy ofrecemos por nuestros pecados. Ayuda al conocer estas prácticas judías, y comprobar cómo valoran el perdón de los pecados que Dios les ofrece ese día, el pensar lo fácil que nosotros lo tenemos con el sacramento de la penitencia. Podemos acudir al sacerdote cuando queramos y quedar librados de nuestras faltas por los méritos de las heridas que sufrió el Señor en la Cruz. Quizá esta entrada nos ayude para valorar más y acudir con más frecuencia al sacramento del perdón.
El día de Yom Kippur viene recogido en el Antiguo Testamento como día de la Expiación. Era el día en que Israel se reconciliaba con Dios. El pueblo hebreo volvía a tener en este día el carácter de pueblo santo, mediante el perdón de todo lo que podía separarlo de su Dios, de todos los pecados que se habían cometido durante el año y que habían quedado sin reparación. Esta fiesta se celebra una vez al año y tiene como características una austera solemnidad y la penitencia. Se prescribía un ayuno riguroso y la abstención de toda clase de trabajos manuales. Además de perdonar todos los pecados personales, en la antigüedad tenía como finalidad purificar el santuario de toda contaminación que se hubiera producido por el contacto con los hombres pecadores. Era el único día que el sumo sacerdote podía entrar en el “Santo de los Santos”. De entre dos machos cabrios se escogía a suertes uno, que se sacrificaba por los pecados del pueblo. El Sumo Sacerdote hacía una aspersión con su sangre en el “Santo de los Santos”. Al salir del templo imponía las manos sobre la cabeza del otro macho cabrío -que no había sido sacrificado- indicando con ello que cargaba sobre el todos los pecados y faltas de los israelitas. Este animal era llevado al desierto y se le abandonaba para que con él desaparecieran también todos los pecados que cargaba.
Ese día es el único al año en que se les pueden perdonar todos los pecados. La víspera se hace lo que se llama “kaparot”. Se degüella un pollo para cada miembro de la familia, gallos para los varones y gallinas para las mujeres. Un solo gallo basta también para toda la familia. Se da vueltas al pollo sobre la cabeza y se dice la fórmula que se traduce así: “Este pollo viene en mi lugar, me reemplaza y es mi perdón; este pollo va a la muerte y yo entraré en una vida larga y apacible.” No se puede pretender que esta acción tenga el efecto de un verdadero perdón, pero si somete su naturaleza animal a la voluntad de Dios y se piensa que, en vez del pollo, uno mismo merece la muerte por causa de sus pecados, en ese caso la petición de perdón será ciertamente recibida por el Todopoderoso.
El Señor fue preparando con la fiesta de Yom Kippur el ayuno y la expiación que los cristianos hoy ofrecemos por nuestros pecados. Ayuda al conocer estas prácticas judías, y comprobar cómo valoran el perdón de los pecados que Dios les ofrece ese día, el pensar lo fácil que nosotros lo tenemos con el sacramento de la penitencia. Podemos acudir al sacerdote cuando queramos y quedar librados de nuestras faltas por los méritos de las heridas que sufrió el Señor en la Cruz. Quizá esta entrada nos ayude para valorar más y acudir con más frecuencia al sacramento del perdón.
1 comentario:
D. Santi, sigue escribiendo. Desde Guatemala me acuerdo de vosotros y de "Saxum"
José Manuel Padilla Gómez
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